131. CONTINUACIÓN

—Hola Dolores, que bueno que viniste, estoy realizando un recorrido por todas las habitaciones de la casa que no hemos visto.

—Hace muy bien niña, me permite que la acompañe. Conozco muy bien quienes las habitaron y puedo responder a sus preguntas.

—Con mucho gusto, así será mucho más ameno el recorrido —respondió en mi lugar la hermana Caridad.

—Claro Dolores —le dije al ver que seguía observándome sin moverse. —Me gustaría saber de ellas y nadie mejor que tú para saberlas.

—Pues con mucho gusto se las mostraré todas —dijo echando manos a su gran llavero.

—Gracias, querida, es un placer tenerte conmigo.

La próxima habitación que abriera entonces Dolores con sus llaves, y que en las mías era la número nueve, estaba pintada de un rosa grisáceo, pero muy hermosa, llena de encajes y cortinajes por todas partes, muchos lazos colgaban de graciosa manera por doquier. La cama llena de almohadones y muñecos le daban un agradable calor, una cómoda llena de arabescos y de cosas colgadas de la
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