Simone.Salgo de la sala donde tienen a mi padre, cada paso que doy se siente más ligero, como si el peso de tristezas, amarguras y dolor que cargaba en mi vida fuera una gran tormenta que poco a poco se ha disipado. Sonrío, no puedo parar de hacerlo; pienso en la cena que les haré esta noche, en el nuevo libro que leeré para Éline y los besos que quiero darle a Edmond. —¡Simone, Simone! Giro hacia la voz que me llama. Es el mismo doctor que me auxilió ayer. Se acerca a paso apresurado, lo primero que pasa por mi mente es que algo vuelve a estar mal con papá por lo que voy a su encuentro, pero la sonrisa que me regala indica lo contrario.—Disculpa que te llame de esta forma —el brillo en sus irises destella bajo la lámpara del pasillo—, pero te llamé varias veces y no escuchabas.—Oh, perdón, es que estaba haciendo notas mentales de algunos quehaceres. ¿Cómo está usted, doctor?—Justo venía a preguntarte lo mismo. Me quedé preocupado por lo sucedido ayer, y quería chequear tu estad
Simone.La voz de esa mujer hace eco en mi cabeza, la impotencia se expande por mi cuerpo al punto de querer sacarla de aquí, alejarla de Éline, pero son las risas de esta las que me hacen entrar en razón, desde la cocina las veo; se está divirtiendo con ella, con su madre. Lágrimas ruedan por mis mejillas, me agacho y comienzo a recoger los cristales esparcidos sobre el suelo, es por lo que estoy aquí, para limpiar, arreglar lo que está roto a pesar de no ser responsable. El contrato lo estipula, y en el momento que este se cancele... ¡No quiero pensar en ello! No ahora, Edmond y yo estamos tan bien, por fin podemos amarnos libres de rencores o traumas. He de ser fuerte y continuar, no me dejaré derrotar por ella.La cena que tenía planeada consta con un nuevo ingrediente; celos, creo que nunca había sentido tantos en mi vida como en este momento. Si a Éline le molestara, si hiciera una pequeña muestra o gesto de disgusto, pero no, está tan contenta que apenas voltea a verme desde su
Edmond.Mi mano se aferra al pomo de la puerta de la habitación de Simone. Acabo de cerrarla, el corazón grita que vuelva a abrirla, que le cuente todo lo que me está ocurriendo en estos momentos, y juntos lo resolvamos, pero no lo escucho; debo hacer caso a la razón, a la realidad; y esa la carga la mujer que sale del cuarto de mi hija. Karine lleva una sonrisa triunfante, viene hacia mí, no quiero hablar nada más con ella, por lo que bajo las escaleras, voy a la sala, tomo su bolso y se lo ofrezco con todo el desagrado que ella me causa. Ella sigue sonriendo; la detesto tanto.—¿No íbamos a cenar juntos, amor?—Deja de decir estupideces y lárgate de una vez, Karine —replico entre dientes. Tiro el bolso contra su pecho; lo agarra con una mueca—. ¡Lárgate de una vez!—Acabas de agredirme, le diré a la policía, también a la niña. Adoré cómo me defendió de ti hoy; ella todavía ama a su mami —su tono es calmado, tintes de triunfo se pasean por él—. Me quiere de vuelta, lo confesó; y le c
Simone.¿Cuántas veces me he despedido en esta vida? ¿Cuántas veces me han dejado atrás? Sola.¿Cuántas veces las personas que he amado terminaron abandonándome? Cuatro. Han sido cuatro veces; primero mi madre; falleció cuando era niña, fue la primera vez que el destino arremetió cruelmente contra mí. Luego; mi padre me echó de su vida mientras lloraba la pérdida de mamá. La siguiente; mi abuela, creí que esa sería la última, pues no tenía más nada, estaría completamente sola hasta que mi fin llegara; mas, otra vez el destino volvió con su juego despiadado donde me hace amar y termina arrebatándome todo. En esta ocasión tampoco pude despedirme; aunque lo sabía, mi cobardía fue inmensa a la hora de enfrentar la realidad. Cuando escuché a Edmond hablando con Karine; supuse que él no lo haría que no echaría a perder lo que tanto nos había costado construir. También en la mañana, cuando Éline preguntó qué haría si su mami volviera; le pregunté si quería que me quedara, ella dijo que sí
Simone.Bailo con un hombre al ritmo de la música tradicional de Grasse. El aire huele a jazmines; él pasea la nariz por mi cuello, repite que le encanta la fragancia improvisada que lo adorna. Estoy perdida en el cuerpo de este hombre sin rostro, en sus músculos, en la desnudez que me llena de placer mientras sus labios se pierden entre mis piernas. No sé su nombre, no sé su edad; él se dedica a amarme como mi valentía se lo pide; pero siento miedo, el temor crece en mí, algo no anda bien, él ya no está; no está su cama, no hay jazmines; hay oscuridad; y una luz brillante, son focos de un auto, ¡No! ¡No! Sé lo que se aproxima, ¡Voy a morir! ¡Voy a morir! La sangre brota de mi boca, ahogo mi súplica, no puedo moverme, hay risas, risas de mujer; y un llanto...—¡No! ¡No te la lleves! Grito; estoy sentada en la cama mi respiración es inconstante, mi vista se hace más clara. Toco mi cuerpo, estoy bien, no estoy sangrando. ¡Estoy viva! Miro a mi alrededor, estoy en una habitación, entonc
Simone.Aunque mantuve la esperanza, no creí posible la llegada de este momento. Abrazo a mi abuela con las emociones rebozando mi pecho. Su aroma me alivia, aplaca el dolor, el nerviosismo, el miedo a que esto pueda ser otro sueño. Es como cuando era niña, cada vez que había tormenta ella reconfortaba mis temores, o cuando extrañaba a mi madre; ella cantaba su canción; calmaba mis ansias hacía que se detuviera el tiempo en ese lugar mejor; creado por ella para mí. No teníamos mucho, pero éramos felices; solo las dos; contra todo. Cuando cayó enferma y apenas podíamos pagar su tratamiento, pues los pocos ahorros se gastaron en mi recuperación, una parte de mí quedó inerte con ella. Ahora está aquí, respira por si sola y dice mi nombre con tanta añoranza, como si el letargo en el que estaba le hubiese permitido contar los meses que no estuvo.—No creo que haya pasado tanto tiempo —murmura—. ¿Cómo pude dejarte sola en este mundo tan cruel, hija?—No es tu culpa —me separo de ella y tomo
Edmond.Simone no deja mi mente, la confusión, el rencor, el odio que delató su rostro se entreteje junto a las luces en la carretera. Conduzco como loco, aprieto el volante deseando que fuese el cuello de ese idiota que babeaba sobre ella. "Eres tan ingenua, Simone"; defendiste a un desconocido; sus ojos resplandecen al verla, es repugnante. ¿Cuándo pasó esto? ¿Acaso ese imbécil estará todos los días en su casa? No me agrada, hay algo en él que no me gusta, sin embargo, Hugo parecía conforme; no se quejó cuando el doctor apareció con un ramo de flores; porque sí, !le trajo un maldito regalo! Clavo el pie en el freno; el chirrido retumba en el porche de mi casa. Salgo del auto, como si me llevaran mil demonios, pienso ir directo al despacho hay asuntos que necesitan ser concretados por mí; pero las voces que provienen del salón principal me dejan estático. Suspiro, el aire en mis pulmones se escapa pesado, hastiado; por un momento la olvidé. Hay más personas en el lugar de las que me
Simone.Es una bebé hermosa, perfecta, toda mía, un mundo nuevo se refleja en esos iris claros, aún no se definen, pero sé que los tendrá del mismo color de los de él; más no debe saberlo, nadie debe, fue un error, pero es sin duda lo mejor que me ha pasado. Mi bella, eres solo mía, eres el regalo a tanto sufrimiento, a tanto desamparo; te cuidaré y te amaré siempre; Flavia.Al despertar no hay sobresalto, no hay gritos, son lágrimas suaves surcando mis mejillas; tengo la mano en el vientre; siento un vacío tan ridículo, como esta situación. Hace días sueño lo mismo, tengo una bebé, tan hermosa como el nombre del perfume; me colma de tal felicidad, que al despertarme y notar que se ha esfumado, la tristeza; es como un pozo hambriento devorando lo que un simple sueño me hace sentir; también hay atisbos de un temor mudo, cuyas raíces se esparcen en mi pecho, es un instinto que me grita que no debo contarle a nadie. Estoy tan desorientada, tan cansada, que apenas puedo levantarme de la c