Simone.Bailo con un hombre al ritmo de la música tradicional de Grasse. El aire huele a jazmines; él pasea la nariz por mi cuello, repite que le encanta la fragancia improvisada que lo adorna. Estoy perdida en el cuerpo de este hombre sin rostro, en sus músculos, en la desnudez que me llena de placer mientras sus labios se pierden entre mis piernas. No sé su nombre, no sé su edad; él se dedica a amarme como mi valentía se lo pide; pero siento miedo, el temor crece en mí, algo no anda bien, él ya no está; no está su cama, no hay jazmines; hay oscuridad; y una luz brillante, son focos de un auto, ¡No! ¡No! Sé lo que se aproxima, ¡Voy a morir! ¡Voy a morir! La sangre brota de mi boca, ahogo mi súplica, no puedo moverme, hay risas, risas de mujer; y un llanto...—¡No! ¡No te la lleves! Grito; estoy sentada en la cama mi respiración es inconstante, mi vista se hace más clara. Toco mi cuerpo, estoy bien, no estoy sangrando. ¡Estoy viva! Miro a mi alrededor, estoy en una habitación, entonc
Simone.Aunque mantuve la esperanza, no creí posible la llegada de este momento. Abrazo a mi abuela con las emociones rebozando mi pecho. Su aroma me alivia, aplaca el dolor, el nerviosismo, el miedo a que esto pueda ser otro sueño. Es como cuando era niña, cada vez que había tormenta ella reconfortaba mis temores, o cuando extrañaba a mi madre; ella cantaba su canción; calmaba mis ansias hacía que se detuviera el tiempo en ese lugar mejor; creado por ella para mí. No teníamos mucho, pero éramos felices; solo las dos; contra todo. Cuando cayó enferma y apenas podíamos pagar su tratamiento, pues los pocos ahorros se gastaron en mi recuperación, una parte de mí quedó inerte con ella. Ahora está aquí, respira por si sola y dice mi nombre con tanta añoranza, como si el letargo en el que estaba le hubiese permitido contar los meses que no estuvo.—No creo que haya pasado tanto tiempo —murmura—. ¿Cómo pude dejarte sola en este mundo tan cruel, hija?—No es tu culpa —me separo de ella y tomo
Edmond.Simone no deja mi mente, la confusión, el rencor, el odio que delató su rostro se entreteje junto a las luces en la carretera. Conduzco como loco, aprieto el volante deseando que fuese el cuello de ese idiota que babeaba sobre ella. "Eres tan ingenua, Simone"; defendiste a un desconocido; sus ojos resplandecen al verla, es repugnante. ¿Cuándo pasó esto? ¿Acaso ese imbécil estará todos los días en su casa? No me agrada, hay algo en él que no me gusta, sin embargo, Hugo parecía conforme; no se quejó cuando el doctor apareció con un ramo de flores; porque sí, !le trajo un maldito regalo! Clavo el pie en el freno; el chirrido retumba en el porche de mi casa. Salgo del auto, como si me llevaran mil demonios, pienso ir directo al despacho hay asuntos que necesitan ser concretados por mí; pero las voces que provienen del salón principal me dejan estático. Suspiro, el aire en mis pulmones se escapa pesado, hastiado; por un momento la olvidé. Hay más personas en el lugar de las que me
Capítulo 1.Grasse, Francia, La Fiesta del Jazmín, hace 5 años.Edmond.La ciudad baila, ríe, agasajada bajo de los jazmines que adornan la plaza. Turistas y pueblerinos disfrutan la fiesta, la música que se mezcla con el aroma de las flores. Este era un acontecimiento local que amaba desde niño, soñaba con ser uno de sus mayores exponentes, y hoy lo soy; los arreglos florales, los aromas que se esparcen como olas por estas callejuelas estrechas y laberínticas son mías, llevan la marca: “Arnaud”, mi apellido, el cual gobierna el mundo del perfume. Sí, siento orgullo, pero no me complace, tengo la necesidad de algo más, mi vida aclama algo nuevo. Tal vez sea la razón por la que me encuentro sentado en uno de los reservados de este palacete, teniendo mi sexta cita con la mujer que se acerca ofreciéndome una amplia sonrisa. Karine Dufour, la hija mayor de una de las familias más influyentes de Francia; hermosa, y ambiciosa, perfecta para reinar a mi lado en el mundo de la perfumería. Ll
Capítulo 2.Simone.Miro hacia varios lados, buscando a quién pertenece la pequeña. No me suelta, parece que me ha confundido, ya que me llama mamá. Su sonrisa es tan dulce que el que tenga los ojos tan parecidos al ogro de Edmond Arnaud me hace dudar que tenga algún parentesco con él. Sin embargo, no encuentro otra solución lógica.—Eres mi mami, hueles rico —vuelve a afirmar y por más pena que me cause tengo que decirle que está equivocada.—Cariño, yo no soy tu ma…—Éline, deja a la señorita Bonnet —su voz vuelve a erizarme la piel.No puedo ocultar el sobresalto que me causa tenerlo cerca, ni siquiera sentí cuándo llegó. Sus iris dorados me analizan, siento que me traspasan, que pueden ver hasta el más íntimo de mis secretos.—Pero, papi, yo la quiero.Él nos sigue observando a ambas, suspira y se acerca a la niña. Logra separarla de mí, a pesar del berrinche que esta forma.—¿Qué te he dicho de subir en el elevador sola? —la regaña—. Tienes que esperarme en el auto. Despediré a e
Edmond.Éline piensa que no siento cuando se escurre de la cama, es una niña demasiado inteligente, supongo que por eso me tiene a sus pies, es mi princesa, haría lo que fuera por verla feliz. Es la principal razón por la que no la regaño cuando se va de hurtadillas al amanecer, quiere que yo y su nueva madre estemos solos. «Simone Bonnet…», la desconocida que de un momento a otro llegó a nuestras vidas. A veces creo que tomé la decisión a la ligera, que me apresuré sin conocer a la chica, pero soy un hombre de instintos, estos nunca me han fallado. Esa mujer tiene algo que me incita a rondar alrededor de ella, a la espera, no sé de qué. Las primeras luces matutinas se cuelan por los cristales de la ventana. Hace más de una hora que ella yace abrazada a mí. Una ligera sonrisa se escurre en mis labios; con lo clara que fue respecto a las relaciones íntimas, lo último que imaginé es que disfrutara de mi cercanía. Sé que lo hace, su respiración es lenta, los cabellos castaños descansan
Capítulo 4.Simone.Sabía que su rostro me era conocido, solo que en las novelas que protagoniza no se ve así; con la malicia adornándole la piel. Edmond Arnaud, el perfumista más reconocido del mundo sale con la actriz más famosa del cine en la actualidad, era de esperarse, el dinero y la belleza se llaman unos a otros. Él nunca estaría con alguien ordinario o de bajos recursos, alguien como yo debe parecerle inmundo e insignificante. Más con el estúpido gesto de asombro que no puedo borrarme de la cara, es iluso creer que un hombre como él iba a estar soltero, «mi novia…» Sus palabras se siguen repitiendo en mi mente, junto a la escena que tuve que presenciar mientras bajaba las escaleras; la forma en que él la besaba, no creí que podría existir tanta pasión en un beso, que alguien de apariencia tan fría pudiera tener ese fuego dentro. El dorado de sus ojos sigue fijo en los míos, siento que la cara me arde, no debí haber violado su privacidad. Ahora mismo quiero salir corriendo ha
Edmond.El resplandor de las luces de disímiles tonos se pasean por su rostro. Los labios se le mueven animados y deja escapar varias sonrisas para los dos hombres que la rodean. No sé porqué dentro de todas las personas que hay en este club mi atención fue directo a ella. ¿Cómo puedo deshacerme de la extraña sensación que me causa si la encuentro en cada lugar? —¿Podrías dejar de ver a la ordinaria de la niñera?La queja de Gísele hace que me gire hacia ella. Sigue molesta por lo de esta mañana, accedí a traerla a este sitio con la intención de que olvidara lo sucedido, pero el hecho de que Simone esté aquí hace que su enojo se acentúe. Me toma del brazo atrayéndome hacia ella con brusquedad. Odio cuando se transforma en una celosa maniática.—No formes una escena, no te conviene, recuerda que hay paparazzis en cualquier parte.—A ti tampoco te conviene que “la madre” de tu hija sea vista como una cualquiera, dejándose seducir por dos hombres, y mira…Vuelvo mi atención a Simone, la