Edmond.Simone no deja mi mente, la confusión, el rencor, el odio que delató su rostro se entreteje junto a las luces en la carretera. Conduzco como loco, aprieto el volante deseando que fuese el cuello de ese idiota que babeaba sobre ella. "Eres tan ingenua, Simone"; defendiste a un desconocido; sus ojos resplandecen al verla, es repugnante. ¿Cuándo pasó esto? ¿Acaso ese imbécil estará todos los días en su casa? No me agrada, hay algo en él que no me gusta, sin embargo, Hugo parecía conforme; no se quejó cuando el doctor apareció con un ramo de flores; porque sí, !le trajo un maldito regalo! Clavo el pie en el freno; el chirrido retumba en el porche de mi casa. Salgo del auto, como si me llevaran mil demonios, pienso ir directo al despacho hay asuntos que necesitan ser concretados por mí; pero las voces que provienen del salón principal me dejan estático. Suspiro, el aire en mis pulmones se escapa pesado, hastiado; por un momento la olvidé. Hay más personas en el lugar de las que me
Simone.Es una bebé hermosa, perfecta, toda mía, un mundo nuevo se refleja en esos iris claros, aún no se definen, pero sé que los tendrá del mismo color de los de él; más no debe saberlo, nadie debe, fue un error, pero es sin duda lo mejor que me ha pasado. Mi bella, eres solo mía, eres el regalo a tanto sufrimiento, a tanto desamparo; te cuidaré y te amaré siempre; Flavia.Al despertar no hay sobresalto, no hay gritos, son lágrimas suaves surcando mis mejillas; tengo la mano en el vientre; siento un vacío tan ridículo, como esta situación. Hace días sueño lo mismo, tengo una bebé, tan hermosa como el nombre del perfume; me colma de tal felicidad, que al despertarme y notar que se ha esfumado, la tristeza; es como un pozo hambriento devorando lo que un simple sueño me hace sentir; también hay atisbos de un temor mudo, cuyas raíces se esparcen en mi pecho, es un instinto que me grita que no debo contarle a nadie. Estoy tan desorientada, tan cansada, que apenas puedo levantarme de la c
Simone.El dorado en sus ojos encandila, un fulgor filoso, cuesta descifrarlo; bajo la vista a los labios serios, desprovistos de cualquier emoción así como el estoicismo de su semblante. Lo imito, no quiero delatar lo que me afecta su presencia; el anhelo oculto que obligo a que mi corazón reprima. Puedo extrañar a la niña, pero no a él, aunque Éline es menos mía de lo que Edmond un día fue.—Debemos discutir los detalles del lanzamiento del perfume; y pensé que traerla a verte la alegraría.Asiento, Richard se marcha al ver la afirmación. Estamos solo los tres; la pequeña aferrada a mi cuello, su cabeza descansa en mi hombro, el cabello enmarañado acaricia mi piel; su olor a manzanas me encanta. Él se aproxima, sobre la mesa pone la mochila de la niña y una carpeta, luego su atención recae en mí. —¿Cómo has estado?—Bien —respondo al instante; siendo consiente que debo interactuar con él como si nada me afectara—. ¿Qué hay de ti? —me acerco a la mesa.—Todo en orden —noto sus iris
Simone.Por mi mente pasea esa melodía suave que era costumbre es mis noches; el timbre de voz de mamá era dulce, sencillo, cargado de amor. Es una canción de cuna antigua; todas las mujeres en mi familia la conocen y la cantan a sus hijos, lo hice con Éline una vez ella me la recordó. Me choca el suceso que acaba de ocurrir con el retrato, la niña nunca ha visto a mi madre; ¿cómo es posible? Niego con mi cabeza, es una coincidencia, ella estaba dormida. —¿No estás de acuerdo? Mi atención vuelve a Kemish, quien se nota confundido; ha estado hablando que encontró una psiquiatra especializada en pérdida de memoria bajo terapia de hipnosis. Ha dado detalles, incluso se tomó la libertad de concertarme una cita para mañana. —Sé que la terapia no es nada barata, pero necesitas respuestas a esos recuerdos.—Sí, estoy de acuerdo en asistir. Disculpa que esté tan dispersa —miro las gafas de Éline que quedaron en mis manos.—Edmond Arnaud y su hija no te hacen bien, perdona mi sinceridad —el
Simone.Entro a casa de mi padre como si el demonio llevara mi alma, y tal vez quiero que lo haga que se lleve esta verdad y esta maldita incertidumbre hasta el mismo infierno si mis sospechas son ciertas. Estoy en negación, necesito que ella lo aclare, que me ayude a entender, o a definir de una vez por todas si estoy loca. El recuerdo de él esa noche del jazmín se hace cada vez más palpable, decidí salir, había superado el abuso, me sentía capaz de hablar con las personas sin miedo o vergüenza. Y entonces lo vi a él; nunca había conocido a un hombre tan apuesto; me gustó todo en él desde el primer momento; su sonrisa, su picardía, el hipnótico color de sus ojos. ¡Dios mío! ¡No estoy inventando nada, yo en realidad estuve con Edmond esa noche! El corazón quiere salirse de mi pecho, no tengo que esforzarme por hallarla, pues ella y mi padre han hecho costumbre sentarse debajo del retrato de mamá, allí toman té y platican; hoy no es la excepción. —Cariño, cómo fue...—¡Júrame por la
Edmond.Han pasado más de veinte días, hoy es el lanzamiento del perfume, he preparado todo a la altura de una obra arte como la que hemos creado; es mi forma de decirle a Simone lo mucho que me importa; lo agradecido que estoy porque me haya dado la oportunidad de hacer esto juntos. Una experiencia de perfume a de ser memorable y atractiva para los clientes; es necesario generarles una impresión duradera. Es más que oler una simple fragancia; es un viaje sensorial que evoca emociones, recuerdos y asociaciones. Deseo ofrecer una experiencia refinada y exclusiva, a la altura de la herencia y la calidad de la marca Arnaud Aromes. Arreglo mi corbata frente al espejo; su reflejo muestra una pequeña silueta detrás de mí. Éline se aproxima, las manitas se aferran a mi pantalón; su tierno rostro se ve cansado, somnoliento; entonces noto que trae sus pijamas.—¿Qué pasa, cariño? ¿Por qué no te has puesto el vestido que te compré?—Tengo mucho sueño —dice mientras la cargo—. No puedo ir a la
Simone.Una semana antes del lanzamiento del perfume.Mi mundo nunca estuvo tan sumido en las sombras; lo que antes representaba alegría o dicha perdió significado alguno. Dejé de dar gracias a la vida por presentarme nuevas oportunidades; es una hipócrita; únicamente estaba restregándome en la cara lo que es mío. Tengo una hija, una niña hermosa que llama mamá a la mujer que la arrebató de mis brazos. Salió de mí, no se suponía que debía conocer a su padre, él nunca podría saber de ella, pero quien terminó olvidándola fui yo. El coraje recorre mi cuerpo; llevo días pensando qué hacer, cómo recuperar a Éline; cómo contarle a Edmond lo que en realidad sucedió cuando su verdad es tan clara. ¿Me creerá? Honestamente, me importa poco, el único deseo recorriendo mis venas es recuperar a mi hija. Llevarla conmigo, alejarme de todo y de todos. Ese sentimiento de pertenencia hacia ella siempre fue cierto, desde el primer momento en que abrazó mis piernas en la oficina de Arnaud Aromes y me ll
Simone.Mis dedos se pasean por el forro satinado de la caja. El gesto estoico no deja mi rostro mientras la observo; sonríe a todos pegada al brazo de Edmond, como si esto también fuera una victoria de ella gracias a mí. Quiero arrancársela de los labios, arrebatarle ese resplandor, esa falsa elegancia; dejar al descubierto su realidad; la podredumbre que lleva por dentro. Papá intenta llamar mi atención, sé que la estoy mirando demasiado, pero es algo que no puedo controlar. Él mismo me advirtió que tuviera cuidado, que no delatara lo que sabíamos, aún no hay elementos claros, y en el peor de los casos podría perder a Éline. Prometí no actuar desmesuradamente; contenerme, pero el hecho de estar aquí y que no hayan traído a la niña que es la única en estos momentos que podría darme un poco de tranquilidad, hace que el odio en mi interior crezca. Edmond, por su parte; tampoco muestra mucho agrado, busca mis ojos, pero no quiero verlo; suficiente tengo con soñar con él a diario, con pe