Capítulo 68.

Simone.

Salgo de la sala donde tienen a mi padre, cada paso que doy se siente más ligero, como si el peso de tristezas, amarguras y dolor que cargaba en mi vida fuera una gran tormenta que poco a poco se ha disipado. Sonrío, no puedo parar de hacerlo; pienso en la cena que les haré esta noche, en el nuevo libro que leeré para Éline y los besos que quiero darle a Edmond.

—¡Simone, Simone!

Giro hacia la voz que me llama. Es el mismo doctor que me auxilió ayer. Se acerca a paso apresurado, lo primero que pasa por mi mente es que algo vuelve a estar mal con papá por lo que voy a su encuentro, pero la sonrisa que me regala indica lo contrario.

—Disculpa que te llame de esta forma —el brillo en sus irises destella bajo la lámpara del pasillo—, pero te llamé varias veces y no escuchabas.

—Oh, perdón, es que estaba haciendo notas mentales de algunos quehaceres. ¿Cómo está usted, doctor?

—Justo venía a preguntarte lo mismo. Me quedé preocupado por lo sucedido ayer, y quería chequear tu estad
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