Edmond.—¡La única zorra eres tú! —grita ella. Gísele le devuelve el golpe.Es más alta que Simone, por lo que en la pelea que comienzan se nota la desventaja. Me voy contra ellas, intento separarlas, pero están prendidas una de la otra. Alguien se mete, echándome a un lado, «¿Pero qué carajos?» Ingrid se une a su amiga contra Gísele, esto es un desastre; no puedo con las tres mujeres que actúan como si estuvieran en un maldito campo de batalla. Las escucho rabiar, blasfemar, insultarse. Ruedan sobre el piso, no sé a quien tomo para separar, solo sé que la fuerza de ellas se ha multiplicado por mil; ¡se me hace imposible detenerlas!. Leonard viene en mi auxilio, toma a su novia de la cintura, se la quita de encima a Gísele. Aprovecho para alejarla de Simone, la cual estaba acostada en el piso defendiéndose contra sus golpes. La pongo de pie, está llorando, las tres lo están. Tiene arañazos, hay sangre en su boca; se la limpia. Siento que el coraje crece en ella cuando ve el daño, inte
Simone.La brisa marina refresca mi rostro, mas no se lleva la culpa que cargo. Estoy sentada en la arena, un poco lejos del bullicio de las personas que festejan alrededor de la fogata. No pude conciliar el sueño, siento el peso de la conciencia sobre la mente, castigando cada acto que realizo como si fuere el peor de los verdugos. «Tenté al diablo»; eso fue lo que hice. Me abrí de piernas sobre Edmond, ofrecí el cuerpo, las ganas, y al final solo logré echarlo a perder. Él fue comprensivo, sí, hurgando en los pensamientos aberrados al recuerdo más triste que tengo en la vida. No fui capaz de contarle. ¿Cómo podría? Un hombre acostumbrado a tomar mujeres hermosas, dispuestas; no querría una porcelana rota en su cama. Sí, porque es lo que soy; un pedazo vacío, con grietas ramificadas en el cuerpo; con lamentos expresados en llanto y terror. Nunca seré capaz de rehacer mi vida, tener una pareja o familia; tendré que ver cómo él se escurre de mis manos; cómo anida en los brazos de otra.
Simone.Miro a Ingrid; parece haber quedado de piedra. Hago lo único que dicta mi mente, voy tras él. Lo llamo, pero me ignora. Entra en la casa; va en dirección a la barra. Choco con varias personas antes de quedar cerca de él. Intento llamarlo; pero otra voz femenina pronuncia su nombre. Gísele se le acerca rabiosa por su izquierda, le grita oprobios; él fija sus iris en mí. Su mirada fría e indiferente hace que detenga el paso. Edmond encara a la actriz, y sin más, la besa; mi alma sucumbe. Él susurra algo en su oído, ella asiente; la toma de la cintura; pasan por mi lado como si fuera un ente invisible. No me salen las palabras, en mí no crece ni un simple reclamo cuando la lleva escaleras arriba rumbo a las habitaciones. Todo queda explícito, y yo, más rota que antes.La arena se entierra en mis pies; el mundo da vueltas, y yo lo hago con él. La garganta me arde; tengo la boca seca, quiero seguir bebiendo. No es la mejor forma de reparar un corazón roto, menos cuando yo misma lo
Edmond.Nunca me había costado tanto desechar a alguien, sacarlo de mi vida sin mirar atrás o importarme sus sentimientos. Por alguna razón no logro desprenderme de esta mujer; a pesar de las decepciones la sigo buscando, queriéndola cerca de mí. No olvido sus palabras de esta madrugada; «ella no confía en mí»; fue capaz de mentirme para hacerme creer lo contrario. De cierta forma me siento usado, es absurdo, lo sé, pero estuve a punto de hacer una locura por tal tenerla para siempre conmigo y Éline, supongo que es una lección de vida el que mis planes se fueran al carajo. He cambiado tanto, hace varios meses no me hubiera importado despedirla, acostarme con Gísele y hacérselo saber; todo para alejarla de mí definitivamente; sin embargo, no fui capaz de hacerlo. Vine con un perro tras su rastro porque sé que mis acciones la estaban haciendo sufrir; y sinceramente, prefiero sé yo quien sufra por el dolor que me causa ella. A pesar del enojo, del desencanto no quiero dejar ir a Simone,
Edmond.»Me había tardado un poco más de lo normal, los animales estaban intranquilos. Cuando tomé el camino un sentimiento extraño me hacía mirar hacia atrás y a los lados, a pesar de que no veía nada algo me decía que no estaba sola. En medio del trayecto me interceptaron por la espalda. Alguien me agarró del cabello y luego colocó un paño con alguna sustancia extraña en mi nariz; juro que aún puedo sentir el aroma. Perdí el conocimiento; cuando desperté todo era muy confuso; estaba amordazada sujeta por ambas extremidades y desnuda —sus manos comienzan a temblar, yo tengo un nudo en la garganta, imagino lo que va a decir a continuación—. Estaba aturdida, tal vez aún por la droga, pero sé que escuché más de una voz en ese lugar. Lo sé, porque… porque… —las lágrimas comienzan a brotarle—. No fue un solo hombre el que se abusó de mí.—Oh, Simone —la abrazo, ella se derrumba en mis brazos—. Lo siento tanto, perdóname por haberte forzado a que me dijeras esto.—Tenía que hacerlo, no qui
Simone.La cena transcurre con tranquilidad bajo el resplandor de bombillas colgantes que alumbran el variado menú de mar sobre una mesa enorme. Aunque no logro sonreír, sí siento tranquilidad; la brisa fresca y salada del océano me ayuda, además de la satisfacción que inunda en mi pecho el que Edmond no haya soltado mi mano desde que nos encontramos frente al bar. Se ha dedicado a regalarme cumplidos hermosos, no se ha separado de mi lado ni un minuto. Contarle la verdad fue difícil, pensé que saldría corriendo; que no querría verme la cara, que pensaría que estoy sucia; pero él solo me miraba con un brillo de comprensión y empatía en sus ojos; estuve equivocada al creer que no podía confiar en él. ¡Cuán ciega estaba! Edmond ha sido la única persona que he tenido en mi lado por mucho tiempo; más allá del contrato; de los primeros desacuerdos, del choque de carácter entre ambos, nada de eso pudo separarnos. Hoy siento que mi alma vuelve a vivir mientras sujeto su mano contra la mía.
Edmond.El oficial se lleva al bastardo. Toman mi declaración y luego me dan una cita para ir a la estación de policía. Ingrid se encarga de Simone, los efectos de químico han pasado; le hicieron pruebas; todo indica que el narcótico se lo ingirió con la limonada; ya que entrevistaron al servicio del restaurante que se encargó de la cena esta tarde y un camarero admite que Gísele le dio la bebida para que se la entregara directamente a ella. Otra vez el nombre de esa víbora está presente. No pensé que fuera a hacer algo de forma tan ruin, dijo que se vengaría de mí, pero fue Simone la única perjudicada. Desapareció de un momento a otro, huyó como la alimaña escurridiza que es; siento odio hacia ella, hacia mí por haber permitido que esto sucediera, no medí mis acciones, e hice que la mujer que más me importa reviviera el momento más aterrador de su pasado. —¿Cómo te sientes? —pregunto cuando todos se han ido, solo quedamos los dos en nuestra habitación.—Aún un poco mareada —me sient
Simone.La felicidad huele a rosas, claveles y violetas, todas mezcladas con la fragancia de Edmond, con cada beso cargado de amor. Es dicha lo que recorre mi cuerpo, lo que activa mi mente y me recuerda que a pesar de contarle la verdad, él me eligió; dispuesto a quererme a reparar mis grietas, a amarme como soy. No deseo más en esta vida. Solo a él, y lo que provoca cuando estamos juntos. Rodamos sobre los pétalos, entre besos y caricias, sonreímos como niños, disfrutamos el momento como si este fuera el juramento de hacernos felices por el resto de nuestras vidas, solamente ruego al destino que esta sea mi verdad, que estreteja los hilos al lado de Edmond, que no se escape de mis manos.—Deja que te coloque el anillo —pide él.—Prefiero seguirte besando.Él sonríe, besa mi frente y me ayuda a incorporarme, pone el anillo en mi dedo anular, la piedra resplandece tan roja como los pétalos que yacen en el suelo. Besa la joya, luego mi mano; mi corazón no ha dejado de saltar con vigoro