Capítulo 38
Simone.

La cena transcurre con tranquilidad bajo el resplandor de bombillas colgantes que alumbran el variado menú de mar sobre una mesa enorme. Aunque no logro sonreír, sí siento tranquilidad; la brisa fresca y salada del

océano me ayuda, además de la satisfacción que inunda en mi pecho el que Edmond no haya soltado mi mano desde que nos encontramos frente al bar. Se ha dedicado a regalarme cumplidos hermosos, no se ha separado de mi lado ni un minuto. Contarle la verdad fue difícil, pensé que saldría corriendo; que no querría verme la cara, que pensaría que estoy sucia; pero él solo me miraba con un brillo de comprensión y empatía en sus ojos; estuve equivocada al creer que no podía confiar en él. ¡Cuán ciega estaba! Edmond ha sido la única persona que he tenido en mi lado por mucho tiempo; más allá del contrato; de los primeros desacuerdos, del choque de carácter entre ambos, nada de eso pudo separarnos. Hoy siento que mi alma vuelve a vivir mientras sujeto su mano contra la mía.

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