Simone.La cena transcurre con tranquilidad bajo el resplandor de bombillas colgantes que alumbran el variado menú de mar sobre una mesa enorme. Aunque no logro sonreír, sí siento tranquilidad; la brisa fresca y salada del océano me ayuda, además de la satisfacción que inunda en mi pecho el que Edmond no haya soltado mi mano desde que nos encontramos frente al bar. Se ha dedicado a regalarme cumplidos hermosos, no se ha separado de mi lado ni un minuto. Contarle la verdad fue difícil, pensé que saldría corriendo; que no querría verme la cara, que pensaría que estoy sucia; pero él solo me miraba con un brillo de comprensión y empatía en sus ojos; estuve equivocada al creer que no podía confiar en él. ¡Cuán ciega estaba! Edmond ha sido la única persona que he tenido en mi lado por mucho tiempo; más allá del contrato; de los primeros desacuerdos, del choque de carácter entre ambos, nada de eso pudo separarnos. Hoy siento que mi alma vuelve a vivir mientras sujeto su mano contra la mía.
Edmond.El oficial se lleva al bastardo. Toman mi declaración y luego me dan una cita para ir a la estación de policía. Ingrid se encarga de Simone, los efectos de químico han pasado; le hicieron pruebas; todo indica que el narcótico se lo ingirió con la limonada; ya que entrevistaron al servicio del restaurante que se encargó de la cena esta tarde y un camarero admite que Gísele le dio la bebida para que se la entregara directamente a ella. Otra vez el nombre de esa víbora está presente. No pensé que fuera a hacer algo de forma tan ruin, dijo que se vengaría de mí, pero fue Simone la única perjudicada. Desapareció de un momento a otro, huyó como la alimaña escurridiza que es; siento odio hacia ella, hacia mí por haber permitido que esto sucediera, no medí mis acciones, e hice que la mujer que más me importa reviviera el momento más aterrador de su pasado. —¿Cómo te sientes? —pregunto cuando todos se han ido, solo quedamos los dos en nuestra habitación.—Aún un poco mareada —me sient
Simone.La felicidad huele a rosas, claveles y violetas, todas mezcladas con la fragancia de Edmond, con cada beso cargado de amor. Es dicha lo que recorre mi cuerpo, lo que activa mi mente y me recuerda que a pesar de contarle la verdad, él me eligió; dispuesto a quererme a reparar mis grietas, a amarme como soy. No deseo más en esta vida. Solo a él, y lo que provoca cuando estamos juntos. Rodamos sobre los pétalos, entre besos y caricias, sonreímos como niños, disfrutamos el momento como si este fuera el juramento de hacernos felices por el resto de nuestras vidas, solamente ruego al destino que esta sea mi verdad, que estreteja los hilos al lado de Edmond, que no se escape de mis manos.—Deja que te coloque el anillo —pide él.—Prefiero seguirte besando.Él sonríe, besa mi frente y me ayuda a incorporarme, pone el anillo en mi dedo anular, la piedra resplandece tan roja como los pétalos que yacen en el suelo. Besa la joya, luego mi mano; mi corazón no ha dejado de saltar con vigoro
Simone.Hace meses estuve en estas oficinas, luciendo un traje barato y alquilado, dispuesta a suplicar por el empleo de secretaria; hoy entro por la puerta principal junto al jefe, es de esperar que todos los empleados se fijen en mí. Camino al lado de Edmond, algo en su semblante ha cambiado; si pensaba que no podía ser más serio estaba equivocada, la superioridad emana por encima de su ropa; te obliga a bajar la cabeza mientras esté en tu presencia. Imagino cuán duro tuvo trabajar para ganar el puesto que luce ahora. Tengo entendido que la empresa la fundó su abuelo, luego pasó a Oscar, su padre; pero fue Edmond quien colocó el apellido Arnaud entre los mejores productores de perfumes de Francia y luego del mundo; fue él quien no vio la profesión como un simple pasatiempo comercial; él hizo arte de cada fragancia. No puedo evitar sentirme orgullosa y a la vez insegura de si seré capaz de cumplir sus expectativas. Subimos al elevador, vamos solos; él sostiene mi mano fuertemente; s
Simone.Lavo otra vez el rostro, vuelvo a secarlo, el resultado es el mismo; párpados hinchados, nariz colorada, ojeras negras. Coloco cremas alrededor de las mismas, con esperanzas de mejorar mi aspecto antes de que Éline y Edmond me vean. No cené con ellos, me sentía demasiado indispuesta; no quería que vieran el estado deplorable en el que me encuentro. La primera sesión fue muy dura, contar todo a una completa extraña, lloré, temblé, en ocasiones mi voz ni siquiera salía de la garganta; pero a pesar de todo di el primer paso para recibir ayuda profesional. La doctora admite que el trauma es severo, pero que sin dudas podré superarlo poco a poco si sigo sus consejos. Es lo que más deseo, ser libre de tal terror, poder entregarme sin problemas al placer, a la intimidad junto al hombre que me gusta.Salgo del cuarto de baño, planeo descansar un poco la vista, pero la personita que espera en mi cama precisa que será imposible. Éline me sonríe ampliamente, trae su pijama rosa, y todo s
Simone.Dejo que los besos de Edmond acunen en mi boca, nuestras lenguas pelean por llevar la voz cantante; se siente tan bien, tan excitante sentirme deseada por este hombre. Sus manos se pierden en mis curvas; las mías sueltan los botones de su camisa, me muero por percibir el delicioso calor que desprende su torso musculoso. Hace mucho no teníamos un momento así desde aquel catastrófico viaje a la playa. Todo ha sido trabajo, y citas escalonadas con la psicóloga. Él me estaba dando el tiempo necesario antes de que le permitiera tocarme otra vez. Nunca imaginé que un impulso de celos sería la clave para lanzarme a él con tanta intensidad. Esta vez todo es diferente, y no solo las sensaciones altamente lujuriosas que me causan sus caricias, si no la forma en la que lo veo, ya no es un hombre desconocido, uno que ignoraba la parte gris de mi pasado; no; es mi hombre, mi futuro esposo, quien se ha empeñado a hacerme feliz; quien nunca me haría daño y quien es capaz de encender un fogaj
Simone.Nunca han sido de mi interés las secciones de chismes que hay en las revistas o diarios, me parecen banales, ya que utilizan la privacidad de los demás para su propio veneficio. Tampoco imaginé aparecer en una, que toda una columna se dedicada a mi persona y a suponer aspectos de mi vida. Siento vergüenza, todo es culpa de Edmond y el anuncio que hizo ayer delante de sus trabajadores; para los medios soy una pobretona que se metió en la cama de su jefe. Incluso hay especulaciones sobre la firma del contrato de madre, aunque eso no logran asegurarlo. Hay fotos mías con la niña, con él saliendo de su empresa. Mi nombre completo resalta en letras rojizas, odio que me expongan así, que mi rostro circule por todo la ciudad, tal vez hasta el país; hay personas que no deseo que recuerden mi existencia. «Tengo miedo.»—No te preocupes, este tipo de artículos son normales en el tipo de vida que llevamos —me mantengo en silencio, desde el espectáculo de ayer no le hablo—. ¿Vas a seguir
Edmond.“Arnaud Arômes” es un lugar donde la pulcritud resalta, la decoración es blanca y plateada, los empleados siguen reglas de vestimenta y etiqueta; además de los disímiles olores que rondan cada uno de sus pasillos, esta es mi fortaleza, es mi segundo hogar, por lo que sé reconocer muy bien cuando se ha colado una alimaña. Ese tipo que conversaba con Simone, mi mujer, con tanta familiaridad, se reía de forma sátira, vacilaba su cuerpo con descaro; ¡todo en mi propia cara! Intento tener la paciencia suficiente para que ella me responda; se toma su tiempo, no quiero presionarla, nuestros encuentros no pasan de un momento de tensión a otro.—Era mi exnovio —contesta al fin.No puedo evitar que el enojo recorra mi piel. «¿Qué hace ese bastardo aquí?» Respiro profundo, sé que ella percibe mi estado. Su cuerpo ha cambiado de postura, la noto más pequeña, más indefensa, no quiero que me tema, o me considere un monstruo que podría arremeter contra ella en cualquier momento.—¿Podemos ch