Simone.Nunca han sido de mi interés las secciones de chismes que hay en las revistas o diarios, me parecen banales, ya que utilizan la privacidad de los demás para su propio veneficio. Tampoco imaginé aparecer en una, que toda una columna se dedicada a mi persona y a suponer aspectos de mi vida. Siento vergüenza, todo es culpa de Edmond y el anuncio que hizo ayer delante de sus trabajadores; para los medios soy una pobretona que se metió en la cama de su jefe. Incluso hay especulaciones sobre la firma del contrato de madre, aunque eso no logran asegurarlo. Hay fotos mías con la niña, con él saliendo de su empresa. Mi nombre completo resalta en letras rojizas, odio que me expongan así, que mi rostro circule por todo la ciudad, tal vez hasta el país; hay personas que no deseo que recuerden mi existencia. «Tengo miedo.»—No te preocupes, este tipo de artículos son normales en el tipo de vida que llevamos —me mantengo en silencio, desde el espectáculo de ayer no le hablo—. ¿Vas a seguir
Edmond.“Arnaud Arômes” es un lugar donde la pulcritud resalta, la decoración es blanca y plateada, los empleados siguen reglas de vestimenta y etiqueta; además de los disímiles olores que rondan cada uno de sus pasillos, esta es mi fortaleza, es mi segundo hogar, por lo que sé reconocer muy bien cuando se ha colado una alimaña. Ese tipo que conversaba con Simone, mi mujer, con tanta familiaridad, se reía de forma sátira, vacilaba su cuerpo con descaro; ¡todo en mi propia cara! Intento tener la paciencia suficiente para que ella me responda; se toma su tiempo, no quiero presionarla, nuestros encuentros no pasan de un momento de tensión a otro.—Era mi exnovio —contesta al fin.No puedo evitar que el enojo recorra mi piel. «¿Qué hace ese bastardo aquí?» Respiro profundo, sé que ella percibe mi estado. Su cuerpo ha cambiado de postura, la noto más pequeña, más indefensa, no quiero que me tema, o me considere un monstruo que podría arremeter contra ella en cualquier momento.—¿Podemos ch
Edmond.Todo a su alrededor está muy turbio, está claro que alguien se tomó muchas molestias para borrar sus huellas; sé que el acto fue premeditado, lo peor es que en este tipo de crímenes siempre se guardan trofeos, estoy seguro de que la evidencia que necesito está más cerca de lo que imagino. Vuelven a llamar a mi móvil, es mi madre; suspiro antes de contestar. Me regaña por mantener mi teléfono siempre ocupado, además por hacer mi compromiso público a la prensa antes que a toda la familia. Los parientes está molestos, por lo que tendremos una fiesta de compromiso mañana en la noche; intento negarme, pero ella vuelve a regañarme por imprudente; no tendremos más opción que asistir; aunque dudo que sea un buen momento para ambos.Simone termina de arreglar su vestido frente al espejo, por más hermosa que se vea, su aspecto carece de ese brillo que me enamoró hace meses; está apagada. Me acerco a su espalda, beso su hombro desnudo sin pedir permiso, y le muestro el collar de oro bla
Edmond.El salón reservado para el evento está en un quinto piso, el suelo de mármol pulido hace que las luces de los candelabros reflejen sobre este. La vista a la noche parisina es exquisita, La Torre Eiffel se alza en todo su esplendor adornando el paisaje. Este tipo de reunión se realiza para que tanto empresarios como inversionistas se familiaricen en un ambiente informal, así ya se van trazando estrategias con futuros socios comerciales. Nunca he tenido que mendigar por la atención de nadie, siempre son ellos los que vienen a mí con sus propuestas de ventas y esparcimiento, sin embargo; hoy planeo arrastrarme frente a los Fontaine; quiero saber qué tipo de personas son, o si conocen a Simone. Observo la multitud, por las fotos que tengo de ellos, no han llegado aún. Al cavo de media hora diviso a una mujer alta y rubia, trae un vestido rojo y largo pegado a su cuerpo, sus ojos se fijan en mí, le sonrío; Estelle Fontaine y su esposo han llegado. Hugo es un hombre cuya edad debe
Edmond.Hemos bebido una botella y media del vino más caro que hay en el hotel. Su perfume se ha tomado la habitación completa, es un Musk de mi última colección. Llevo la noche entera cargando su egocentrismo de halagos, ella ha dejado claro como quiere que termine la velada; lo que no tiene en cuenta es que no estoy aquí para follarla como un salvaje como sugiere sino para llegar al fondo del asco de persona que en realidad es. No sospecha que la estoy grabando.—El imbésil nunca supo que fui yo quien mandó a arruinar su plantación de rosas y claveles, así quité su apellido de la competencia en la producción de perfumes.—Oh, Edmond —ella se carcajea—. Nunca imaginé que estuvieras detrás de la caída de los Morin, eres un diablo.—Ya te digo, soy capaz de hacer lo que sea por eliminar lo que me estorba; ellos eran mi competencia en la ciudad.Miento, acabo de utilizar un dato real del que fui acusado en el pasado; todo para endulzarla, que sienta que puede confiar en mí.—Ya veo porq
Simone.Amanezco en los brazos de Edmond, su calor, su aroma hacen que el día comience como no esperaba. No lo sentí llegar esta madrugada, pensé que pasaría otro día en la convención; sin embargo, aquí está aferrado a mí como si fuera su posesión más valiosa en esta tierra. No pasa desapercibido su aspecto, las ojeras se le marcan debajo de los párpados, se ve trasnochado; además de oler ligeramente a alcohol y a un perfume dulce, femenino. Quito las ideas absurdas de mi mente, intento levantarme, pero su agarre no me lo permite; me pega más a él, en un acto de inconsciencia besa mi frente. —Buenos días, amor —susurra él.—Hola —beso la comisura de sus labios—. No te esperaba.—Tuve que adelantar el viaje —él se incorpora—. Tenemos que hablar, Simone.Lo que parecía el inicio de un día mejor de los que he llevado últimamente, se convierte en gris y sombrío; es como si una tormenta cargada de rayos, centellas y torbellinos se formara en mi mente. Me cuesta asimilar todo lo que ha hec
Simone.Cinco meses después.Limpio las manos arrugadas, manchadas por el tiempo, pálidas por la falta de sol, de vida. Hidrato la piel con su fragancia corporal preferida; coco y vainilla, decía que así se sentía como si estuviera en el Caribe, siempre quiso visitar una de sus islas paradisíacas, deseo que quedó en un sueño mortífero así como ella. Ya no le hablo con frecuencia, no tengo mucho que contar, a veces creo que su silencio me juzga por lo que hice. Tal vez me hubiera regañado y obligado a regresar. Mis dedos tiemblan de solo pensar en lo ocurrido, en mi salida desesperada, en la mirada llena de decepción.La puerta se abre, la señora Delphine asoma con una delicada sonrisa. Supongo que tenga nuevas tareas para mandarme a hacer. He vivido todos estos meses en el asilo, trabajo gratis por un techo, comida y tranquilidad; me he aislado del mundo y considero que no tendría con qué pagar tanta amabilidad y condescendencia. Estos meses han sido difíciles, he intentado olvidar, s
Simone.—Éline, cariño, no vas a saludar a tu mami —dice Agatha suavemente.«Mami…» La palabra hace que mi interior se estremezca, la culpa hace más presión en mi conciencia; me siento el peor ser del mundo. Ella sale detrás de su abuela, está un poco más alta y delgada. Cuando sus ojos dorados chocan con los míos siento que el mundo deja de girar.—¿Es para mí? —pregunta señalando la rosa.—Claro, cariño es tuya —se la ofrezco y ella se acerca a tomarla.—¿Sabías que venía? Abue me dijo que has estado muy enferma, que por eso te fuiste —juega con la flor entre las manos—. No te perdono, aún estoy molesta —sus palabras son como cuchillas contra mi pecho—. Pero si me das un abrazo y vuelves conmigo y con papi puede prometo que me olvidaré de todo.La superioridad con la que habla hace recordarlo a él, a esa forma sin filtro con la que exige lo que quiere. No puedo hacer más que abrir mis brazos para estrecharla entre ellos. Ella no lo devuelve, se deja abrazar. Cierro mis ojos percibie