Simone.Cinco meses después.Limpio las manos arrugadas, manchadas por el tiempo, pálidas por la falta de sol, de vida. Hidrato la piel con su fragancia corporal preferida; coco y vainilla, decía que así se sentía como si estuviera en el Caribe, siempre quiso visitar una de sus islas paradisíacas, deseo que quedó en un sueño mortífero así como ella. Ya no le hablo con frecuencia, no tengo mucho que contar, a veces creo que su silencio me juzga por lo que hice. Tal vez me hubiera regañado y obligado a regresar. Mis dedos tiemblan de solo pensar en lo ocurrido, en mi salida desesperada, en la mirada llena de decepción.La puerta se abre, la señora Delphine asoma con una delicada sonrisa. Supongo que tenga nuevas tareas para mandarme a hacer. He vivido todos estos meses en el asilo, trabajo gratis por un techo, comida y tranquilidad; me he aislado del mundo y considero que no tendría con qué pagar tanta amabilidad y condescendencia. Estos meses han sido difíciles, he intentado olvidar, s
Simone.—Éline, cariño, no vas a saludar a tu mami —dice Agatha suavemente.«Mami…» La palabra hace que mi interior se estremezca, la culpa hace más presión en mi conciencia; me siento el peor ser del mundo. Ella sale detrás de su abuela, está un poco más alta y delgada. Cuando sus ojos dorados chocan con los míos siento que el mundo deja de girar.—¿Es para mí? —pregunta señalando la rosa.—Claro, cariño es tuya —se la ofrezco y ella se acerca a tomarla.—¿Sabías que venía? Abue me dijo que has estado muy enferma, que por eso te fuiste —juega con la flor entre las manos—. No te perdono, aún estoy molesta —sus palabras son como cuchillas contra mi pecho—. Pero si me das un abrazo y vuelves conmigo y con papi puede prometo que me olvidaré de todo.La superioridad con la que habla hace recordarlo a él, a esa forma sin filtro con la que exige lo que quiere. No puedo hacer más que abrir mis brazos para estrecharla entre ellos. Ella no lo devuelve, se deja abrazar. Cierro mis ojos percibie
Edmond.La pantalla de mi celular se ilumina con el mensaje que envía mi madre, “Ya estamos en casa”, son más de las 8 de la noche. Mi hija cenará sola, otra vez. Recuesto la espalda por completo en la silla, miro al techo de concreto blanco dejando que la lámpara encandile mis ojos; «estoy cansado» Necesito comer, darme un baño, rasurar mi rostro, dormir más de tres horas. Necesito muchas cosas, y entre ellas niego la que más creo necesitar. Vuelve a sonar el móvil, otro mensaje, alzo la mano y lo leo; “¿No preguntarás cómo fue todo?” «No necesito preguntar lo que ya sé, madre»La ignoro, no quiero saber nada de ese tema, no quiero saber nada de ella. Me pongo de pie, tomo mi saco, arreglo un poco el cabello para luego salir de la oficina. El tráfico está terrible, el cielo gris, pequeñas gotas de lluvia se pegan el cristal del parabrisas. Demoro más de lo planeado en llegar al restaurante, él espera en el reservado. Sonríe, hace una seña para que tome asiento, y llama al camarero p
Edmond. Llego a casa pasada las dos de la madrugada, estoy ebrio, mi estómago arde, una punzada de dolor incomoda mis sienes. Voy camino a la cocina, al entrar tropiezo con el banquillo que Éline utiliza para alcanzar la encimera, hago un buen estruendo y de paso me lastimo el tobillo «¿Quién carajos dejó esta mierda aquí?» Pateo el maldito banco, voy a la nevera por un poco de agua cuando percibo un aroma familiar. En una cacerola hay sopa de pollo y yerbas, huele… exquisita, mi estómago gruñe. Sin pensarlo mucho la saco para calentarla; hacía mucho que no se me antojaba nada de comer, en realidad, hace mucho dejé de tener varios antojos, y el hecho de que haya rechazado a la mujer que trajo Jerome lo confirma. «He perdido mi toque»El caldo humeante golpea mi nariz, el rugido en el estómago exige que lo engulla. Es delicioso, la como con desespero, como si un hambre insaciable por este tipo de sazón hubiera renacido en mí. Termino el primer plato, voy directo a servirme otro, hecho
Edmond.Karine y yo nos casamos tres meses después de La fiesta del Jazmín; era pleno noviembre, el frío se instalaba en toda Grasse; tanto el ambiente exterior, como interior del templo, donde dijimos nuestros votos, se percibía gélido y no por el recién llegado invierno. Era su familia la que sonreía, era ella quien me mostraba a los medios como un trofeo. Nunca pude disimular la mueca de decepción conmigo mismo que esa unión causó. Fue un maldito error haberla tomado aquella noche en pleno festival; apenas recuerdo lo sucedido, solo tengo su testimonio de que le hice el amor y luego le pedí matrimonio. Dos meses después intenté echar el compromiso atrás, pero mi sorpresa fue rotunda cuando ella mostró un test de embarazo y luego un ultrasonido, llevaba a Éline en su vientre, haciendo que los preparativos de la ceremonia que iba a cancelar se aceleraran. La luna de miel fue corta, sus malestares debido a la gestación no nos permitieron disfrutar nada, para aquella época me esforcé
Edmond.Comienza a abrazarme dándole paso a un llanto cargado de dolor. Sus manos se aferran a mi saco, huele a ese perfume cítrico que tanto le gustaba, no ha cambiado nada, es por eso que no me trago lo que dice, aunque haya atisbos de verdad en su historia; mi abuelo la detestaba a ella y a su familia; se opuso al compromiso aunque después tuvo que aceptarlo debido al embarazo.—Créeme, por favor —continúa—. Todo lo hice por amor a mi familia, por no perjudicarlos a ustedes también con tal escándalo.—¿Por qué no regresaste cuando murió? —pregunto, ella queda en silencio mientras vuelve a acomodarse.—Porque vi que habías rehecho tu vida, primero con la actriz; y luego con esa perfumista que no sé de dónde salió. —No te creo, Karine.—Pregúntale a tu padre, Oscar debe saber algo al respecto; por favor, lo que más deseo en esta vida es ser tu mujer otra vez, dormir entre tus brazos, que me hagas el amor, Edmond —se aproxima buscando mis labios, pero la aparto—. Piensa en Éline, es
Simone.Las hebras negras y sedosas se juntan en mis dedos mientras peino su coleta con caricias, ella hace los deberes, yo superviso cada paso, corrigiendo errores si es necesario y exigiendo una mejor caligrafía. Hago el trabajo de la madre por contrato que soy, sin embargo, no es la firma en papel lo que me mantiene unida a ella; es la necesidad que tengo de sentirla cerca, de escuchar su vocecita caprichosa, de ver cómo sonríe cada vez que me mira. El alivio recorre mi pecho, no sabía cuánta falta me hacía pasar tiempo con ella. Aún no me perdona, pero su trato cada día es más cariñoso; aunque intente demostrar que sigue enojada. Tiene el carácter áspero igual que el padre; el cual se ha dedicado a evitarme fingiendo que no existo. No lo puedo negar, el rechazo duele, es merecido, lo sé; pero la indiferencia detrás de sus iris dorados me taladra el pecho. Él ha olvidado todo lo que vivimos, yo tendré que enterrarlo en mi memoria, la prioridad tiene que ser la pequeña que tengo al
Simone.Se pone de pie de inmediato y viene directo a mí, detalla mi rostro, da dos pasos atrás, y pone la mano en su pecho quedando petrificada como si hubiera visto un fantasma. —¿Está todo bi…?—¿Qué haces aquí? —interrumpe—. ¿Cómo es qué…? ¿Cómo es…?—Soy la madre por contrato de Éline —respondo pues ella no parece encontrar las palabras—. ¿Nos conocemos?Vuelve a mirarme extrañada, pasa las manos por su rostro, y relaja su postura.—No, nunca te había visto en la vida —el tono ahora es cortante, y en su mirada yace un filo calculador—. Me sorprendí porque no pensé que Edmond se hubiese atrevido a traer a una mujer tan corriente como madre Éline.—Y yo nunca creí que una mujer de alta cuna se atreviera a abandonar a su hija.Alza la barbilla, el comentario molesta, pero no lo puedo evitar, hay algo en ella que me hace sentir amenazada, todo mi cuerpo está a la defensiva, el nerviosismo se ha extinguido, siento que tengo que atacarla, que no puedo dejar que se aproxime a mí o a Él