Capítulo 53.

Edmond.

Llego a casa pasada las dos de la madrugada, estoy ebrio, mi estómago arde, una punzada de dolor incomoda mis sienes. Voy camino a la cocina, al entrar tropiezo con el banquillo que Éline utiliza para alcanzar la encimera, hago un buen estruendo y de paso me lastimo el tobillo «¿Quién carajos dejó esta mierda aquí?» Pateo el maldito banco, voy a la nevera por un poco de agua cuando percibo un aroma familiar. En una cacerola hay sopa de pollo y yerbas, huele… exquisita, mi estómago gruñe. Sin pensarlo mucho la saco para calentarla; hacía mucho que no se me antojaba nada de comer, en realidad, hace mucho dejé de tener varios antojos, y el hecho de que haya rechazado a la mujer que trajo Jerome lo confirma. «He perdido mi toque»

El caldo humeante golpea mi nariz, el rugido en el estómago exige que lo engulla. Es delicioso, la como con desespero, como si un hambre insaciable por este tipo de sazón hubiera renacido en mí. Termino el primer plato, voy directo a servirme otro, hecho
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