Capítulo 2
Sin tiempo para preguntar el porqué, Alma bajó apresuradamente del metro, tomó un taxi y llegó a la dirección que la doña Manuela le había enviado: un lujoso restaurante. Grandes lámparas de cristal, paredes hermosamente decoradas con flores, música de fondo y tranquila, todo emanaba lujo y romanticismo. En la entrada del vestíbulo, se encontraba un letrero vertical que decía "Club de Citas ".

¿Qué tipo de ayuda ella necesitaba en un sitio de ese estilo?

La mente de Alma se inundó de signos de interrogación. Recordó que doña Manuela le había mencionado una vez que se había divorciado hace mucho tiempo. ¿Podría ser que estuviera en busca de un nuevo romance?

Doña Manuela se cuidaba muy bien y se mantenía en forma con más de cincuenta años, siempre luciendo 10 años menos, siempre vistiendo con elegancia, entonces encontrar un compañero no debería ser difícil.

Pero ¿buscarla para qué?

Justo cuando su cabeza hacia más preguntas, una mano la llevó detrás de la vegetación.

—Alma, finalmente llegaste.

—¿Doña Manuela? ¿Por qué estás afuera? ¿Has venido aquí para una cita? preguntó Alma.

Doña Manuela se quitó las gafas de sol y rio suavemente.

—A mi edad, no quiero que ningún hombre me cause problemas. Es mi hijo quien está en una ha venido aquí para una cita. Resulta que vino una sin vergüenza, mi hijo la ignoró y ella empezó a denigrarlo. Ya me ha costado bastante esfuerzo convencer a mi hijo para que viniera hasta aquí, y no quiero que ella lo arruine. ¿Puedes ayudarme s resolver esta situación?

—Doña Manuela, no te preocupes. ¿Quién es tu hijo? — Alma tranquilizó a la mujer, quien lucía evidentemente preocupada.

—Está en la segunda mesa junto a la ventana, viste de camisa negra. Su nombre es Andrés Ballart, tiene treinta años, lo reconocerás porque es alto, mide casi uno con noventa metros, de temperamento calmado y bien parecido, y además es…

—Espera, lo he visto. No necesitas ahondar en tantos detalles. —Ella no estaba ahí para una cita.

Alma apartó las flores frente a ella y vio al muchacho de espaldas junto a la ventana.

Aunque no podía ver su rostro, la figura erguida le daba una sensación de desespero.

Sus manos de jade blanco descansaban sobre la copa de champán, moviéndose con elegancia. Su sombra profunda y serena de su perfil se reflejaba en la ventana.

En contraste, el rostro de la mujer que llevaba puesto vestido de un solo hombro frente a él no era tan bueno. La mujer tenía buen aspecto, pero sus ojos destilaban desprecio, y de vez levantando continuamente las cejas con las palabras del hombre, pareciendo un poco mezquina.

Al ver esto, doña Manuela empujó a Alma.

—Alma, cuento contigo.

—Bien, pero… — Alma señaló a las personas en el salón, — ¿puedo de veras entrar a esta elegante reunión?

—No te preocupes, ya lo tengo preparado para ti. — Doña Manuela le entregó una tarjeta con una orquídea impresa.

—Si alguien te detiene, solo muéstrales esta tarjeta y ellos te dejarán pasar de inmediato.

—Está bien.

Alma dudó un poco sin entrar o no, pero finalmente aceptó.

Sosteniendo la tarjeta, entró en el salón. Un camarero la bloqueo cortésmente.

—Señorita, me puede por favor dejar ver su invitación.

Alma sacó la tarjeta de orquídea; el camarero parpadeó y luego asintiendo dijo respetuosamente.

—Señorita, por favor, sea bienvenida.

—Muchas gracias.

Alma observó detenidamente la tarjeta en sus manos y se preguntó qué tarjeta tan bonita. Pero ¿doña Manuela habría pagado una membresía para que su hijo pudiese tener una cita allí? ¡Pobre tierno corazón de madre!

Alma guardó cuidadosamente la tarjeta en su bolso, temiendo perderla, y luego se dirigió directamente hacia donde estaba el muchacho. Pero, antes de poder decir una palabra, escuchó la voz chillona de la mujer que le acompañaba.

—¿En serio te crees especial? ¿Quién de los presentes hoy aquí no generan millones? Eres un programador con un salario de tres mil, conduciendo un coche decrepito. Si no fuera por tu apariencia decente y por no rechazar la invitación a tomar algo, ¿no apreciarías? Te digo, si no te disculpas conmigo hoy, veré quien se atreve a venir a comunicarse contigo, será una pérdida de tiempo y dinero para ti pagar tantas cuotas para ligar aquí.

La mujer terminó de hablar con un gruñido, pero sus ojos codiciosos se mantenían fijos en el rostro del muchacho, y sus dedos jugueteaban sensualmente con mechones de cabello en su pecho.

Alma sintió que la mujer hablaba con demasiada altivez y desprecio, así que se acercó rápidamente y se colocó frente a la mesa.

—Yo…

—Yo estoy saliendo con él. Si esta señorita no está interesada, por favor, no malgaste nuestro tiempo.

Mientras Alma hablaba, giró la cabeza hacia Andrés, pero las palabras se atascaron en su garganta cuando aprecio el rostro del muchacho. De excepcional belleza sus ojos se estrellaron con los ojos de él, si ella no lo encontraba atractivo, ¿a quién podría encontrar atractivo?

La pupila, oscura como tinta, la suave mirada de un firmamento lleno de estrellas, enganchaban en colisión y sentimientos a cualquiera que los mirase.

Era realmente guapo y emanaba virilidad. Su mirada era fría y tímida, con solo un ligero fruncimiento que imponía un aire de presión.

Andrés miró de reojo a Alma, sus ojos ligeramente oscuros. Qué coincidencia, la muchacha del escándalo del auto.

¿Acababa de terminar la relación con su novio y ya de nuevo lista para ligar?

Alma se sintió incómoda bajo su mirada. ¿Acaso se conocían? ¿Por qué entonces la miraba así?

La otra mujer notó de inmediato la mirada de Andrés hacia Alma, se enfadó y se levantó.

—Mírala tan pobretona y viniendo hasta aquí. Otra que solo está aparentando. ¿Qué tiene de bueno tanta apariencia?

—Al menos su cara es real, y no de plástico.

Andrés se inclinó ligeramente, encendió un cigarrillo con calma, y el humo blanco cubrió su rostro, agregando un toque distendido de peligro.

La mujer se puso pálida y se levantó de un salto.

—Seguro, un pobre colgado que no sabe apreciar nada.

La mujer dio un gruñido y dio dos zancadas alejándose con rabia de Alma, la miró ferozmente y la apartó del camino.

Con tal fuerza que a Alma le dolió un poco el hombro, y su pie reaccionó rápidamente para apartarse. Pero los tacones de la mujer la hicieron se doblaron en el suelo y la hicieron tambalearse en ese momento.

Alma fingió estar un poco nerviosa y dijo: —Señorita, me parece que la nariz se te ha torcido un poco.

La mujer se cubrió la nariz al tropezar y salió corriendo.

Apretó Alma los labios para contener la risa, notó la mirada de Andrés y rápidamente se contuvo. Justo cuando iba a explicarle, escuchó una voz que sonaba muy familiar detrás de ella.

—¿Alma? ¿Qué carajos estás haciendo aquí? ¿En serio te has atrevido a traicionarme?

Era de verdad semejante coincidencia de la vida el encontrarse a Ricardo allí. Pero ¿no era todo esto una reunión de citas? Era la misma persona que estaba hablando de casarse y ahora también participando en un exclusivo evento de citas. ¿Qué derecho tenía entonces a criticarla?

Alma se dio media vuelta y miró fríamente a Ricardo: —Si tú tienes el derecho de estar aquí, ¿Por qué acaso yo no puedo? Además, no me vengas a hablar de traición, cuando entre nosotros ya no hay nada.

Los ojos de Ricardo se tiñeron de ira y rápidamente le ordenó: —Es mejor que nos vayamos pronto, éste no es lugar para que vengas.

Alma no se molestó en prestarle ni un poco de atención a esas órdenes y en cambio se sentó directamente enfrente de Andrés.

—Señor Ballart, no le prestes atención, sigamos.

Andrés no dijo nada, se ocupó en vez de finalizarse de fumar su Carrillo ignorando completamente la presencia de Ricardo.

Ricardo sintió este gesto como una falta de respeto hacia su persona. Miró la tarjeta de información de Andrés en la mesa y no pudo evitar reírse.

—Alma, ¿en serio con esto me vas a reemplazar? ¿Un pobre programador? ¿Puede cumplir con lo que tu requieres?

—Ricardo, no te metas en mis asuntos. — Alma lo miró advirtiéndole.

Pero Ricardo, quien finalmente tomó así la oportunidad para recuperar lo poco que le quedaba de dignidad, a la que no estaba dispuesto a renunciar. Con las manos apoyadas en la mesa se acercó altivamente a Andrés.

—Caballero, no es que sea malo con lo que voy a decirle, pero temo que usted está también siendo engañado. Ella acaba hace poco más de una hora de estar conmigo, y ahora te está viene en busca de usted como mejor dador. No sabes lo grande que es su apetito.

Al escuchar esto, Alma apretó fuerte su mano debajo de la mesa. Después de tres años de relación, siempre pensó que, aunque terminaran las cosas, deberían mantener dignidad, pero nunca pensó que él la veía y dijera cosas de esa manera tan degradante. Dio un suspiro, agarró la copa de vino frente a Andrés y arrojó el contenido en la cara de Ricardo.

—¿Has despertado? ¿Por qué no le hechas un vistazo a tu propia tarjeta de información? ¿Director de departamento? ¿Cuándo ascendiste? ¿Medio millón al año? ¿Trabajas en tu sueño? ¿Tienes acaso el derecho de hablar sobre los demás?

—¡Alma!

Ricardo miró estupefacto a Alma. Nunca pensó que la muchacha obediente y comprensiva se rebelaría ante él de semejante manera. Debido a las palabras de Alma, la gente a su alrededor le señalaba y murmuraban, lo que lo hacía sentir vergüenza y rabia. Quiso golpear a Alma, pero Andrés lo detuvo agarrándole la muñeca y presionándola sobre la mesa, haciéndolo retorcerse de dolor, haciéndolo pasar aun una mayor vergüenza.

Andrés sin mostrar ninguna emoción y aun saboreando el humo del cigarrillo le dijo fríamente: —Falso reloj, falso collar, falso atuendo, y una falsa identidad. La cuota aquí no es barata por eso si no quieres que te saquen a patadas de aquí en público, desaparece inmediatamente de mi vista.

—Usted...

Los ojos de Ricardo temblaron. Había comprado todas las imitaciones de la mejor calidad, ¿cómo podría un simple programador darse cuenta?

—Tres, dos… — Andrés contó en voz baja.

—No es necesario, ya me voy. — Ricardo se soltó, sacudió su abrigo con disgusto, y miró molesto a Alma y añadió: — No pasará mucho tiempo antes de que esta sea mi verdadero yo. Sé muy bien que me amas mucho, por eso te daré la oportunidad de arrepentirte.

—Vete de una vez por todas. — Alma sintió que cada palabra de él le herían sus oídos.

Ricardo se marchó y Alma miró agradecida a Andrés. Antes de que pudiera expresar su gratitud, otra figura se sentó a su lado.

—Alma, de verdad felicitaciones por terminar las cosas con ese hombre. Hace un mes, él ya estaba asistiendo a eventos similares para ligar mujeres.

Era doña Manuela.

Resultó que ella la había buscado a propósito para que viera claramente la naturaleza de Ricardo. Hace un mes que su madre había caído enferma en cama, pero la supuesta devoción de Ricardo era solo una farsa. Él la veía como una opción mientras buscaba una salida mejor.

—Doña Manuela, de corazón muchas gracias. — Alma dijo con alivio.

—De nada. Pero volviendo al asunto, ¿Qué te parecería considerar a mi hijo para matrimonio?

—¿Cómo?

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