Capítulo 10
La puerta se entreabrió, pero Alma solo extendió su mano para empujar hacia afuera para devolverle su parte del acuerdo.

—El abrigo se mojó con mi cabello, yo lo lavo mañana y te lo devuelvo.

—También la ropa que dejaste tirada el sofá ya debería estar lavada, pero ponlas tú mismo a secar. Ah, y si tienes algún otro problema difícil de contarle a los demás, solo dime, solía organizar eventos para el hospital y conocí a muchos médicos allí. Puedo presentarte a alguno para que te ayuden.

Andrés dudó por un momento. ¿A qué se refería con otro tipo de problemas difíciles de contar? ¿Parecía acaso ese tipo de personas? Justo cuando estaba a punto de preguntar, la puerta de Alma ya se había cerrado. De cualquier manera, realmente no tenía que explicarle lo que había querido decir.

Andrés se dio la vuelta y fue al cuarto de lavado en el balcón. Abrió la lavadora y encontró el manojo de ropa vieja que Evaristo había comprado para causar problemas. Sacó las ropas con disgusto, y un sucio bóxe
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