Capítulo 6
Este asunto era de suma importancia para Alma, ya que no solo afectaba su ascenso y aumento de salario, sino que también influía directamente en su futuro y en el de su madre. A pesar de estar ya casada con Andrés, no podía dejar de lado su propio desarrollo profesional.

Después de dudarlo un poco, Alma decidió que la relación con Andrés era después de todo irrelevante en este asunto, ¿los clientes al fin y al cabo no pasaban siempre después a ser conocidos? Así que tomo su teléfono y le envió un mensaje:

—¿Estás ocupado? No respondió al instante por lo que podría estarlo.

Al no ver respuesta, media hora después, Alma le envío otro mensaje:

—¿Estás en Tecnologías Smart? —Y adjunto una imagen: su tarjeta de información. Un minuto después, la respuesta de Andrés llego tan concisa como siempre: —¿Qué pasa?

—Iré al grano, quiero saber, ¿cuáles son las preferencias de tu jefe? Que cosas que le gustan o le interesan, — le pregunto Alma directamente.

¿Por qué te interesa tanto mi jefe? —le respondió Andrés.

—Es un cliente importante de la empresa en la que yo trabajo, ¿a quién no le gustaría conocerlo?

Después de un largo minuto, Andrés le respondió: —Quizás no le interesa personas como tú.

Alma quedo desconcertada por un momento. ¿Cómo era que personas como ella? Después de reflexionar, vio el reflejo de una mujer pasar por su ventana y entonces comprendió de inmediato la respuesta de Andrés. Quizás haya sido por el simple hecho de ser… una mujer.

—Entiendo— dijo Alma.

Andrés le respondió con una serie de puntos suspensivos.

—No te preocupes, no diré nada sobre que a tu jefe no le gustan las mujeres, —Alma para asegurarse de que Andrés le creía añadió.

—En la actualidad, la sociedad actual es más abierta en ese sentido. No hay necesidad de preocuparse por esas cosas. — Pero, Andrés no le respondió más. Alma frunció el ceño, él era realmente indiferente y no se tomaba ni un minuto para responderle.

En las oficinas de Tecnologías Smart.

Andrés bajo su teléfono con expresión seria. ¿Qué rayos le pasaba por la cabeza a Alma?, y ¿cómo había llegado a semejante conclusión de que a él le gustaban los hombres?

—Jefe, ¿la reunión continua? — pregunto su secretario Evaristo en voz baja

Andrés regreso a la realidad, había malgastado tres minutos con la conversación sin sentido de Alma. Con una voz sin emociones le respondió a su secretaria: —Continúa.

El supervisor a su izquierda, el señor Gonzales agrego: — Jefe, la compañía de publicidad La Mejor quiere buscar una oportunidad de colaboración con nosotros. Dicen que la próxima semana enviarán un plan para la inauguración.

—¿Compañía de publicidad La Mejor? — Andrés frunció el ceño y recordó las elogiosas palabras de su madre sobre las habilidades de Alma, como ser la estratega estrella de La Mejor. Así que pudo entender la intención de Alma al acercarse a él. Quería aprovecharse de su trabajo en Tecnologías Smart para obtener la colaboración entre La Mejor y su empresa. Las mujeres ambiciosas siempre tenían sus trucos bajo la manga. Sin embargo, le intifada más ver qué tipo de plan Alma podía proponerle.

—Jefe, ¿sucede algún problema? — Le pregunto el supervisor Gonzales con precaución.

—No, continúe por favor con su resumen. — respondió Andrés con un tono serio que los dejo a todos tensos. La reunión termino una hora después. Donde fuese que viera, Andrés solo podía ver hombres en la sala, por lo que recordó la malentendida insinuación de Alma sobre su supuesta preferencia por los hombres.

Toco su frente y luego miro a su secretario. Evaristo se acercó. —Jefe, ¿qué ha pasado?

— Ve por favor a contratar a algunas empleadas, — ordeno Andrés.

—¿Contratar mujeres? ¿No estipulan las reglas de reclutamiento específicamente que nada de mujeres?

—Simplemente reclutas algunas, — le dijo Andrés con indiferencia. Este asunto sorprendió a todos en la sala de reuniones. Quien que comúnmente le disgustaban las mujeres en altos cargos, de repente había cambiado de opinión. Todos agradecieron en coro: —¡Gracias!

......

Alma observó inmóvil la pantalla inmóvil y resignada, lo dejó a un lado. Una vez más, confirmaba para sí misma que confiar en otros nunca era tan efectivo como depender de ella mismo. Así que decidió sumergirse en la búsqueda de información acerca de la compañía, pero esta era la primera vez que abordaba propuestas tecnológicas, y muchos términos especializados la dejaron confusa incluso por más de leerlos varias veces.

Ese día, aparte de escribir las cuatro palabras "Tecnologías Smart", no logró avanzar en nada más. Fue solo cuando su compañera y amiga Laura le recordó que eran casi las cinco de la tarde que se dio cuenta.

Laura se inclinó sobre su escritorio y sorprendida le dijo:

—Alma, ¿aún no tienes nada?

Alma suspiró y respondió: —Nada.

Laura reaccionó exaltada. —¡Alma, no puedes dejar que Carla te gane! Ella siempre va en tu contra. Si logra ser la subdirectora, ¡te hará después la vida imposible!

—¿Por qué tanta prisa? —Alma se levantó para recoger sus cosas.

—Escuché desde la amiga y lacaya de Carla decir que ya obtuvo información interna de Tecnologías Smart.

—¿Tan rápido? — se sorprendió Alma.

—Dicen que su tío conoce a alguien en Tecnologías Smart, es solo cuestión de hacer la conexión. Ahora, todas ellas están buscando restaurantes para celebrar el ascenso de Carla, —susurró Laura.

Al escuchar esto, Alma frunció el ceño, pero preocuparse no ayudaría en nada, pero no se rendiría. — No pienses en eso demasiado, hablemos después de presentar el plan.

—Sí, vamos.

Una vez fuera del ascensor, el teléfono de Alma sonó, y resultó ser Ricardo, todavía esperando que se arrepintiera. Sin embargo, en lugar de responderle bloqueó su número de inmediato. Ya estaba casada, y responderle aun a su exnovio no estaba a la altura del aprecio de doña Manuela. Además, ya había descubierto la hipocresía y las maquinaciones de Ricardo.

Al llegar a la intersección, Alma se despidió de Laura y, para ahorrar tiempo, tomó un taxi hacia el hospital. Allí, pagó todos los gastos médicos pendientes y le quedaron 35,000 en su cuenta, justo lo suficiente para cubrir los gastos de la cirugía de su madre y los cuidados postquirúrgicos. Esto le permitirá finalmente respirar aliviada.

Luego, se reunió en la habitación del hospital con la nueva enfermera y cuidadora. Tenía alrededor de cincuenta años, hablaba con acento, pero su sonrisa era amigable y realizaba las tareas con rapidez. Alma acordó el precio con ella y la dejó a cargo de su madre, mientras ella misma se dirigía a la oficina del médico.

Su madre había tenido un repentino sangrado cerebral y, al llegar, ya estaba inconsciente. Después de los exámenes, se descubrió un tumor en una ubicación delicada de su cerebro. Aunque la cirugía había detenido el sangrado, el tumor seguiría presionando los vasos sanguíneos del cerebro y podría provocar otro sangrado en cualquier momento. La única solución era una cirugía cerebral, pero con tan alto riesgo que tenía solo un tercio de las posibilidades de sobrevivir.

De cualquier manera, si no se realizaba la cirugía, su madre moriría rápidamente con toda seguridad.

Su madre era su única familia, y por más bajas que fuese las posibilidades, ella quería intentarlo.

—Señorita Núñez, la cirugía tiene presenta significantes riesgos, y por más que sea exitosa no sabemos cuándo despertará ella después de la operación. ¿Está segura de querer hacerlo? el médico volvió a confirmar.

—Sí, estoy más que segura que debo hacerlo, — afirmó con determinación Alma.

—Bien, entonces de inmediato programaré la hora de la cirugía.

—Muchas gracias.

Finalmente, la cirugía quedó programada para una semana después. Esto finalmente le daba a Alma una luz de esperanza.

Quizás debido a que ya se sentía algo relajada también comenzó a sentir hambre. Fue entonces cuando recordó que solo había se comido un trozo de pan durante todo el día. Sacó el pan restante de su bolso, pero al morderlo, arrugó la cara y lo escupió directamente.

—Ya está rancio.

Culpa suya, con ese calor, el pan en esa bolsa todo el día. Alma suspiró y arrojó el pan, incluida la bolsa, a la basura. Justo cuando se disponía a ir a una tienda cercana para comprar algo para comer, sonó su teléfono.

Era doña Manuela.

—Doña... mamá, ¿qué pasa?

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