Capítulo 8
Andrés le daba la sensación de ser distante, frío y su vida y cosas siempre cubiertas con una capa impenetrable de niebla, haciendo difícil conocerlo realmente.

Pero después de todo, era una buena persona y al menos no la había dejado sola en el hospital. Ella también recordaba una vez mientras estaba trabajando hasta tarde en un proyecto y su estómago le dolía, no se atrevió a decirles a sus padres, así que llamó a Ricardo para que la llevara al hospital. Pero cuando llegaron al hospital, Ricardo dijo que tenía que ir a ver a un cliente y la dejó sola allí.

Más tarde descubrió que el supuesto cliente era solo su amigo, y habían estado jugando solo a las cartas durante toda la tarde. Le pidió explicaciones, pero Ricardo solo le salió con que tenía que cultivar sus amistades porque estas podían ayudarle a conseguir clientes. Entendía las ambiciones de Ricardo de avanzar en su carrera y lo apoyaba, por ese no discutió con él en ese momento

Pero al recordarlo, se dio dé cuenta de que Ricardo al parecer nunca se había preocupado por su bienestar. Por suerte, ella se había dado de cuenta a tiempo.

El timbre sonó, sacándola de su ensimismamiento. Una enfermera retiró la aguja de la niñita de la cama de enfrente, y madre e hija se despidieron. Alma les devolvió el saludo y miró hacia la puerta, preguntándose dónde habría ido Andrés.

En ese momento su teléfono sonó en el borde de la cama. Alma vio que era un número desconocido, preocupada de que fuera un nuevo cliente, lo contestó de inmediato.

—Bueno, ¿quién es?

—¿Quién eres?" una voz de mujer sonó indecisa.

—No, ¿no eres tú la que necesita decir quién es? Yo soy...

Antes de que Alma pudiera terminar la frase, el teléfono fue arrebatado y colgado con fuerza. Andrés sostenía furioso el teléfono.

—Andrés, por favor, aclaremos esto de una buena vez. Casarme contigo fue solo para hacer feliz a tu madre y ayudar la mía, no interfieras en mis asuntos personales, dijo él con voz helada, haciendo que Alma sintiera un frío excepcional a su alrededor.

—No, yo…

—Estas son las llaves del auto, este está en el estacionamiento. Regresa sola, yo volveré a la oficina.

Con un chasquido, las llaves del auto y un tazón de sopa fueron dejados en la mesa. El corazón de Alma se estremeció, pero después de recuperarse, comenzó a buscar su bolso. Le costó encontrar su propio teléfono, suspiró.

—Esto es un malentendido, de verdad que no sabía que ambos tenemos celulares idénticos, pensaba que era algún cliente… mire.

Mientras intentaba explicarse, encontró que Andrés ya se había ido.

Miró su teléfono y suspiró, realmente era el mismo. Era su culpa por dejar su celular por ahí tirado. ¿Quién le hizo no decirle? Pero ¿quién era esa mujer?, y, ¿por qué se enfadó tanto cuando oyó su voz? No se molestó en pensar más en ello, porque olía a sopa y estaba muriendo de hambre. Mejor comic primero y luego seguir pensando en si Andrés estaba enojado o no.

Andrés regresó a la empresa en taxi, y su secretario Evaristo se le acercó rápidamente. — Jefe, los documentos que usted pidió como programador ya están listos.

—Bien, dígales a los otros empleados allí que no revelen mi identidad, y ve a buscar a algunos para que vayan a mi casa.

—¿A la finca?

—No, a mi pequeño departamento que hemos rentado. busca a unas cuantas personas para que encuentren la manera de hacerlo inhabitable.

Evaristo se sorprendió un momento y preguntó: —Jefe, ¿por qué?

—No te preocupes. Solo hazlo, — dijo Andrés, y entró en su oficina, encendiendo un cigarrillo junto a la ventana.

Con el humo de cigarrillo cubriéndolo, sus ojos oscuros brillaban entre estos. Pensando en la intrusión de Alma a su vida, una peligrosa luz parpadeó en sus ojos. No permitiría que una mujer así viviera con él, esperaba que Alma tuviera algo de sensatez y se retirara a tiempo de su vida.

De repente, el sonido de su teléfono interrumpió sus pensamientos.

—Hace un momento quería preguntarte algunas cosas técnicas, pero una mujer contestó el teléfono, ¿te lo han robado? — Era una pregunta exploratoria, cada palabra parecía cuidadosamente considerada, íntima y cautelosa.

—¿Qué tipo de cosas técnicas? — Andrés mantuvo una actitud profesional y fue directo al grano.

—No importa, ya lo he resuelto.

—Muy bien.

Andrés colgó su teléfono, poniendo fin directamente a la conversación. En la pantalla, la otra persona seguía escribiendo, pero al final no envió nada.

Alma terminó su sopa y esperó media hora más, finalmente el goteo de la intravenosa se completó. Con un algodón en la mano, bajó las escaleras. La noche de inicio de verano estaba fresca, encogió el cuello y corrió hacia el estacionamiento, usando las llaves del auto para encontrarlo.

Con su localización, llego al complejo de apartamentos de Andrés, sorprendiéndose un poco al ver el lujoso vecindario. ¿Todos los programadores ganaban acaso tal cantidad de dinero?

A pesar de no encontrarse en la zona más costosa de ciudad del Faro, el área ofrecía una conveniente accesibilidad y sus instalaciones eran impecables, proporcionando un ambiente alejado del bullicio. La propiedad de Andrés en ese vecindario era de lujo y el apartamento se notaba bastante espacioso. ¿Cuánto podría costar todo eso?

Antes de que Alma pudiera calcular el precio en su mente, el guardia de seguridad ya estaba golpeando la ventana para preguntarle quien era y levantó la barrera después de explicar.

Siguiendo el carril de entrada, ingresó al estacionamiento subterráneo y encontró la ubicación de estacionamiento del edificio 8 según las indicaciones.

Después de estacionar su auto, tomó su equipaje y se dirigió al ascensor, luego usó la tarjeta para subir al piso 12.

Con el ascensor subiendo, su corazón también latía más rápido. ¿Estaba realmente casada? ¿Realmente estaría viviendo con un hombre? Mientras más lo pensaba, más nerviosa se ponía, apretando involuntariamente la manija de su equipaje.

Las puertas del ascensor se abrieron. Alma, ansiosa, encontró la puerta de su nuevo hogar. Con cuidado, sacó las llaves y abrió la puerta, sin tener idea de cómo sería por dentro tan lujosa propiedad.

Pero después de abrir la puerta, se quedó estupefacta. ¿Ese lugar era habitable?

Andrés siempre parecía tener un trastorno obsesivo compulsivo, ¿por qué su casa parecía un verdadero basurero? Un basurero, era demasiado halagador para la porquería que era el lugar.

En la entrada, zapatos, medias, chancletas que parecían estar pegadas al suelo por sudor, nadie se había molestado en ordenar. La basura era la norma y estaba esparcida por todo el lugar; el sofá no tenía un lugar para sentarse, estaba lleno de objetos y hasta ropa interior había por el lugar.

Alma, con los ojos bien abiertos, miró a su alrededor. No podía relacionar ese entorno sucio y desordenado con el Andrés frío y serio que conocía.

¿Cómo iba a vivir así? ¿Debería encontrar entonces una excusa para volver a casa? Después de todo, Andrés no parecía siquiera pensar en ella.

Pero explicárselo a doña Manuela sería difícil; ya le había dado una buena cantidad de dinero para que se casara con su hijo, y el vivir por separado seria complicado de justificar.

Suspiró.

Las puertas del ascensor se abrieron, y Andrés llegó a la puerta de su casa. Levantó la mano para mirar su reloj. Ya habían pasado tres horas desde que se separó de Alma. Si todo iba según lo planeado, ella debería haber ya tenido la suficiente sensatez de haberse marchado.

Su secretaria había enviado a alguien para que dejara la casa echa un chiquero. Una mujer tan materialista como Alma no soportaría vivir en esas condiciones. Solo estaba buscando una mujer para tranquilizar a su madre; ambos obtendrían lo que necesitaban. Una vez que la novedad pasara para su madre, le daría a Alma una buena suma de dinero y terminarían limpiamente su trato.

En cuanto al resto, que ni se le ocurriera. Pero cuando Andrés abrió su puerta se quedó sorprendido.

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