La fortuna después de un matrimonio exprés
La fortuna después de un matrimonio exprés
Por: Flora
Capítulo 1
Faltando tres minutos para las cinco, Alma Núñez como de costumbre, ordenaba su escritorio para prepararse para terminar su jornada laboral e irse a casa, sin molestarse de ninguna manera con el constante timbre de su teléfono.

Era su novio, Ricardo Ortiz, probablemente la estaba llamando por el compromiso de ambos que se había desmoronado la noche anterior.

A las 5 en punto, Alma cogió el móvil y se dispuso a fichar su salida, justo cuando apareció en este un mensaje:

[Señora Sabater, este mensaje es para recordarle que tiene una deuda pendiente en el hospital por una suma de 21,914 dólares. Por favor, le agradecemos realizar el respectivo pago lo antes posible en la sala del edificio 3. Si tiene alguna pregunta, por favor comuníquese con nosotros al número 87*****].

Alma apretó su teléfono con mucha rabia e impotencia. No era que no quisiera responder por este dinero, era simplemente que no lo tenía.

Los 100 dólares que costaban al día la unidad de cuidados intensivos habían vaciado completamente todos los ahorros de su familia. Pero muy al pesar de todos los esfuerzos, la enfermedad de su madre no tenía cura y su muerte era inevitable.

Alma, quien había sido abandonada al nacer y había tenido el privilegio de tener una mejor vida proporcionada por padres adoptivos, ahora estaba cumpliendo con el último deseo de uno de ellos, cuidar bien de su madre adoptiva.

Por eso mismo, ¿cómo podría dejar que su madre muriera sin hacer nada al respecto?

Ante la gravedad de la situación, solo podía recurrir a su novio, Ricardo, quien la rechazó tajantemente argumentando no tener esa cantidad de dinero. Sin embargo, ella no se atrevía a insistirle, después de todo Ricardo solo se le había declarado y propuesto matrimonio, pero aún ninguna unión formal había sucedido.

Pero por otro lado en redes sociales, él pretensioso ostentaba el nuevo coche por valor de más de 50,000 dólares que acaba de adquirir.

Al ver esto, Alma lo llamó. Pero él en vez de explicar, habló largo y tendido:

—Alma, este auto lo compre para casarme contigo. El dinero que he pagado considera que lo he gastado en ti. Di solo una tercera parte del valor del auto y la otra la diferí a cuotas. Por eso pienso que después que nos casemos, venderemos la pequeña casa de tus padres y abonaremos con ese dinero para comprar una casa más grande. Mis padres siempre han vivido en la parte rural, ya es hora de que disfruten de también de la comodidad de la vida en la gran ciudad. Para ellos criarme no ha sido tampoco nada fácil, por eso como futura nuera, deberías entenderme y ayudarme.

—Por cierto, mirando los precios de vivienda en ciudad del Faro están por las nubes. Usaré mi salario para pagar la hipoteca, y tu salario será para los gastos familiares. ¿Qué te parece la idea?, esta buena, ¿verdad? De todos modos, no tienes como tal una familia. Al casarte conmigo, serás parte de nuestra familia, los Ortiz. Como mi futura mujer debes ser comprensiva y no pensarlo tanto.

Al escuchar esto, Alma tembló de rabia. Ricardo podía negarse a prestarle dinero, ¡pero no a meterse con su madre quien no había siquiera muerto, ya quería adueñarse de todo, y ya todos lo sabían!

Después de tomar unos minutos para calmarse ante semejante propuesta, Alma rechazó tajantemente a Ricardo y a su propuesta de “matrimonio colaborativo”.

Después de tres años de noviazgo, evidentemente esto le dolía, pero ella no era una estúpida ni mucho menos. Era mejor terminar todo así de repente, por el momento su mente estaba ocupada pensando como obtendría el dinero para pagar los gastos médicos de su madre y no tenía tiempo para discutir con Ricardo.

Como tratando de alejar esos desagradables pensamientos de su mente, Alma sacudió la cabeza mientras salía del edificio, solo para darse cuenta de que sus colegas la miraban extraño.

Fue entonces allí cuando escuchó la voz de Ricardo desde el otro lado.

—Alma, te recogeré después del trabajo.

Alma escuchó la voz y volteo a mirar. Ricardo estaba galantemente vestido de traje y corbata, sosteniendo un ramo de rosas apoyado en su nuevo coche. Ese era el por qué sus colegas la miraban con extrañeza, la miraban con envidia.

Sin embargo, ella no encontró con mucho agrado la vista del coche, este era una burla a sus más de tres años de relación que se estaban echando al traste por eses simple automóvil. Pero, Ricardo se acercó sonriendo y entregó las flores frente a Alma, lo cual provocó un murmullo entre los empleados que estaban afuera en ese momento.

—Ricardo, es realmente romántico. ¿Cómo una soltera podría contenerse ante sus encantos?

Él era vanidoso y egocéntrico, por eso su rostro se iluminó aún más al escuchar esos halagos de las muchachas de alrededor.

—Alma, estas flores son para ti. Déjame mostraste el coche que te he recién comprado. A partir de ahora, podré venir a recogerte todos los días, sin importar el clima.

Algunos murmullos se escucharon alrededor.

—¡Madre mía Alma sí que eres suertuda! Ricardo te ha comprado un coche. Espero que mi futuro novio también me trate así.

—Eso es lo mínimo que podía hacer por mi amorcito Alma. Aunque la cara de Ricardo estaba llena de ternura, su mirada le daba a entender a Alma que debía que tomar rápido las flores y no pasar más vergüenza en público.

Alma no dijo una palabra. Aparte de su enojo, no sabía qué más decir. Su madre siempre había simpatizado con Ricardo, quien al ser un venido de afuera, no le exigía que le diera algo material a su hija y más considerando las dificultades que enfrentaba en ciudad del Faro. Solo le pedía que la tratara bien.

¡Pero Ricardo sabía que su madre estaba gravemente enferma, y ante esto ni siquiera le había preguntado por ella, pero estaba dispuesto a sacar provecho de la situación!

Ahora venía a mostrar su profundo amor con un coche de 50,000 dólares. Si otros se enteraran de su ruptura, la juzgarían por no reconocer una buena situación.

Al principio, él insistió en casarse con ella después de que su madre enfermara, y ella pensó que era afortunada por haber conocido a un hombre de tan buen corazón. Pero ahora sólo se odiaba a sí misma por haber estado ciega y no haber visto antes sus intenciones.

Echó un vistazo a las flores que tenía delante y le preguntó:

—Ricardo, ¿de verdad has comprado este coche para mí?

Ricardo pensó que ya ella estaba cediendo y se rio: —Por supuesto, a partir de ahora seré tu chófer, te recogeré y te dejaré llueve, truene o relampaguee.

Mientras los ojos de las muchachas de alrededor centellaban, eso fue para Alma como un baldado de agua fría.

—Entonces déjame ver los documentos de propiedad del auto para mostrarle a todo el mundo bajo que nombre este coche ha sido registrado.

Ricardo frunció el ceño y no habló.

La gente que les rodeaba notó la diferencia e insistieron: —Ricardo, ¿no fue que compraste el coche para Alma? Déjanos ver los documentos.

Al instante, la cara de Ricardo se puso azul de la vergüenza.

Alma tranquilamente añadió: —Obviamente, compraste el coche fue para ti, pero tienes que pretenciosamente decir que lo hiciste para mí, si es así vamos mañana y hagamos la transferencia a mi nombre. ¿qué te parece?

A medida que las palabras caían, todo el mundo también entendió, y la forma en que lo miraban cambió.

Pero Ricardo seguía insistiendo en no dejarse avergonzar y sonrió torpemente.

—Sólo bromeaba, tuvimos un pequeño conflicto, y ella está solo un poco temperamental.

Después de decir eso, frunció el ceño y miró fijamente a Alma.

Ligeramente advirtiendo susurró:

—Alma no vayas demasiado lejos, además de mí, ¿quién más se atrevería a casarse con una botella de rastre como lo eres tú.

Alma apretó los dientes, sus ojos almendrados se cubrieron con una capa de frialdad.

—Eso es lo que menos te debe que preocupar, no me casaré contigo, aunque lo tenga que hacer con cualquiera nunca será contigo. Ya no tienes por que fingir.

—Tú…

Sin esperar a que Ricardo abriera otra vez la boca, Alma se giró para mirar a sus colegas.

—Todos, Ricardo y yo hemos terminado.

Sin prestar atención al chismorreo de su alrededor, Alma pasó junto a Ricardo. Él intentando mantener una sonrisa, agarró la muñeca de Alma con fuerza.

—Alma, por favor no te hagas la difícil. Hoy he venido a disculparme personalmente. No alargues más las cosas. Hay mucha gente mirando, ¿no te da vergüenza hacer algún escándalo en público?

En lugar de hablar, Alma, hizo caso omiso de la insinuación y esquivó a Ricardo, quien enfadado la siguió, llevándola al estacionamiento al lado.

—¡Alma! ¿Solo porque no te di los 25,000 quieres terminar nuestra relación? ¿Qué pasa con todos estos tres años?

—Sí, es por ese dinero. Sin eso, no me casaré contigo. —Alma, apurada por ir al hospital a ver a su madre, no quería discutir más con él y simplemente le seguía la corriente.

Ricardo estaba a punto de contradecirla cuando un automóvil cercano tocó la bocina. El conductor bajó la ventanilla y se asomó.

—Lo siento, pero ya nos vamos. ¿Podrían ustedes dos moverse?

—Nosotros? — Alma, a través de las oscuras ventanas del automóvil, vio una figura alta en el asiento trasero, pero las ventanas estaban tratadas para no revelar su apariencia. El conductor tocó la bocina nuevamente, y ella rápidamente les dio paso. Cuando el automóvil se fue, ella pudo ver claramente el automóvil y su placa.

Un lujoso automóvil, algo extraño en ese lugar. ¿Quién podría permitirse un automóvil así? Ricardo también estaba atraído por ese coche tan caro. Alma aprovechó la oportunidad para dar media vuelta y dirigirse a la estación de metro.

Pero Ricardo la alcanzó, agarrando fuertemente la mano de Alma e intentando convencerla con todas sus fuerzas.

—Alma, sé muy bien que no te avisé a tiempo sobre el coche, pero podrías también usarlo en el futuro.

Alma lo encontró ridículo y se liberó bruscamente. —¿Usar? ¿No dijiste que lo compraste para mí? ¿Por qué cambias de opinión tan rápido? ¿Realmente crees que estoy terminando nuestra relación solo por dinero? Es porque estás calculando en mi contra. No quieres prestarme dinero, está bien, es tu dinero, pero no necesitas poner el costo del automóvil sobre mí. No te hagas el bueno frente a los otros, sabiendo que nos hemos separado, te maldecirán por no reconocerme.

Las palabras de Alma dejaron a Ricardo aún más enfadado.

—Veo que mi mamá tenía razón, solo querías egoístamente mi dinero para ayudar a la tuya. Alma, ¿no puedes pensar un poco más haya? La enfermedad de tu madre solo te arrastrará con ella, sería mejor que muriera ahora. De cualquier forma, en el futuro, mis padres serán los tuyos, trátalos bien y te considerarán también como su propia hija.

Al escuchar esto, Alma apretó los puños, conteniendo las náuseas, y lo miró fijamente.

—¡Cállate! ¡Si alguien debe morir, ve tú! ¡Mi madre no morirá! Nunca te obligué a casarte conmigo, fuiste tú quien se me declaró. Si piensas que mi madre es una carga, podríamos haber terminado esto de una buena vez, te habría respetado por ser honesto. Pero no tenías por qué decir una cosa por detrás y otra diferente en público. ¿No recuerdas acaso cómo mi madre siempre te trató? Te dio la bienvenida con los brazos abiertos, no pidió ni un centavo de tu familia cuando hablamos de matrimonio, y tú, por otro lado, estás tratando de proteger tus propios intereses mientras planeas por debajo de cuerda cómo apoderarte de su casa. ¿Quieres dejarla sin nada? ¡Qué desagradable son ustedes entonces!

—Alma, tu madre me trata bien porque sabe muy bien que soy un buen hombre y altamente capaz, ¿qué clase de buen hombre puedes encontrar allí afuera?

—No te molestes en pensar en eso— Alma ni siquiera se molestó en mirarle.

—Tú… Ya olvidémoslo, sé que estás furiosa, cálmate primero, y hablemos una vez estas calmada para disculparte, si renuncias a mí, ¡nunca volverás a encontrar un hombre mejor que yo!

Ignorando las burlas, Alma pasó junto a Ricardo. Él la siguió enfadado y le entregó las flores a la fuerza, diciendo que sería mejor si se calmara, de lo contrario, se perdería a un buen hombre.

Dejando que el viento fresco rozando su rostro la despertara, Alma arrojó las flores a la papelera y corrió hacia la estación de metro.

En el camino al hospital, su único pensamiento era como pagaría la factura de su madre. Justo cuando no sabía más qué hacer, sonó su teléfono.

Era su amiga de hace mucho tiempo, doña Manuela. La conocía desde una vez en el metro cuando la ayudó.

Las dos habían intercambiado números de teléfono y no esperaba que se hicieran tan intimas, de vez en cuando también cuando iban de compras, la gente a menudo creía erróneamente que eran madre e hija, de hecho, doña Manuela también la trataba como a una hija.

Por lo que Alma contestó al teléfono, pero antes de que pudiera hablar, oyó la voz urgente de la anciana:

—Alma, necesito tu ayuda.

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