Durante el noviazgo Ignacio y Silvia se lo pasaban en fiestas y restantes caros, él le daba regalos costosos y paseos en yate. Silvia se sentía muy afortunada, al fin había pescado a un millonario que además era un hombre muy divertido.
Ignacio se apresuró en casarse con ella sin conocerla, ignoraba que ella era una cazafortunas, que solo le importaba el dinero y tener una vida llena de extravagancias.
Pero Silvia no solo era una cazafortunas, ella escondía un pasado que pondría en peligro a Ignacio y a toda su familia.
Dos años atrás ella era la mujer de Marino Calavera. Él era jefe de una de las más poderosas familias de la mafia, un narco muy peligroso que lo único que tenía de bueno era su dinero.
Marino tenía consigo a un sobrino llamado Henrry, el cual gustaba de Silvia y ella de él. Ellos no tardaron en meterse a la cama y comenzaron una arriesgada relación amorosa, ella se enamoró perdidamente de Henrry.
Cuando el gobierno ofreció una jugosa recompensa por Marino, Henrry y Silvia planearon entregarlo para recibir esa fortuna. Con ese dinero planeaban huir del país y desaparecer del mapa para siempre, sobre todo para que Marino no los pudiera encontrar.
Llevaron a cabo el plan, Silvia fue la que prácticamente hizo todo para entregar a Marino; como su mujer favorita se le hizo fácil tenderle la trampa.
Henrry cobró la recompensa e hizo lo planeado, huyó del país con el dinero, pero no se llevó a Silvia.
La mujer se quedó sola sintiéndose traicionada y además sin un centavo, salvo el apartamento y el auto que Marino puso a su nombre. Para conseguir dinero seducía a viejos millonarios a los que casi siempre los desecha cuando la aburrían, solo le gustó algunos.
Pero Ignacio era joven, apuesto, muy rico y estaba soltero. Además era un hombre muy divertido que siempre tenía algo estupendo para mostrarle.
El día de su boda su prima le ayudó a ponerse el velo. Mientras lo hacía le dijo:
—¿No te da miedo con Marino?
—¿Por qué habría de tener miedo?
—Podría salir de la cárcel y matarte por casarte con otro.
—No lo creo, Marino jamás saldrá de ese encierro, pronto será extraditado a Estados Unidos, jamás lo volveré a ver.
El día de la boda, José Andrés Altamira, un amigo e hijo de los socios de la familia, reconoció a la novia y la recordó, Silvia había sido su amante, le había sacado mucho dinero. Él se lo contó a Diego, el hermano de Ignacio.
Él quiso ir a decirle la verdad a Ignacio pero ya era tarde, la boda había iniciado, él no tenía acceso a su hermano.
Más tarde en la fiesta Diego tenía mal semblante, le costaba disimular el enojo y fue a la mesa donde se encontraba su prima Jimena con su esposo y les contó todo.
Después Diego se acercó a los nuevos esposos.
—¿Hermano me permite bailar con tu esposa?
—¡Por supuesto! —Dijo Ignacio sonriendo. Diego la tomó de la mano y la llevó a la pista, cuando empezaron a bailar él le dijo:
—Hay algo que te quiero decir. —Ella estaba muy sonriente.
—Dime querido cuñadito, soy todo oído. —Él tenía el ceño fruncido y se acercó a ella para hablar en voz baja, y le dijo en tono amenazante:
—Quiero que me escuches muy bien. Ya comprobé la clase de alimaña que eres, sé que eres una ramera oportunista que te acuestas con los hombres para sacarles el dinero.
—¡Diego!
—¡Cállate y déjame hablar! desde ya te digo que no voy a permitir que te burles de mi hermano, ¿me entendió? —La gran sonrisa que Silvia tenía se apagó en ese instante.
—No comprendo de qué habla.
—No te hagas, sé que eres una zorra. —Ella fingió ser una víctima.
—Eso es una vil mentira, el que te dijo eso lo hizo para perjudicarme.
—Mismo José Andrés me lo contó todo —Silvia se ruborizó—. Y más te vale que no intentes burlarte de mi hermano porque soy capaz de cualquier cosa.
Después la soltó y la miró fijamente y con un rostro duro. Entonces ella con los ojos aguados le dijo:
—Ya veo que voy a tener un enemigo en la familia.
—Sí, soy tu enemigo, y todos los demás lo serán cuando lo sepan. —Él se fue de la pista y la dejó sola, ella para disimular se acercó a uno de los tíos de Ignacio y lo invitó a bailar.
Amelia y su padre llegaron a la capital. Rita recibió con alegría a su hermano.—Ya era hora de que te vinieras a vivir aquí.—Bueno, ya llegué, Amelia me convenció.—Ya verás cómo pronto te vas a adaptar.Rita era viuda y tenía una gran casa que con los años convirtió en residencia. También tenía un puesto de quesadillas el cual era atendido por su hija Lupita y algunos de sus nietos.La venta de quesadillas era una tradición en la familia desde que Pedro y Rita tenían uso de razón; Pedro conocía muy bien las recetas de su madre y su abuela, para él era muy terapéutico trabajar junto a su familia en la labor que desde la niñez aprendió a realizar.Amelia comenzó a buscar empleo, había estudiado administración de empresas. Los empleos que antes le ofrecieron ya hab&
Al otro día Silvia fue encontrarse con Ernesto en su apartamento. El hombre era su amante, pero se había enamorado perdidamente de ella y quería llevársela consigo a vivir juntos el resto de sus vidas en Italia.Ella irradiando su belleza por donde caminaba alegraba el ambiente del lujoso apartamento de su amante, tenía puesto un pequeño vestido que realzaba su sensual figura. Ernesto le agarró de la mano y la llevó hasta el sofá.—Estoy muerta por saber qué es eso tan importante que tienes por decirme amor, anoche casi ni dormí.—Es algo que sé te va a causar mucha impresión. —El hombre se acercó y comenzó a besarla apasionadamente. Ella correspondió por algunos segundos y luego se zafó de él. Riéndose le dijo:—Ya dime ¿qué es? no me dejes con la incógnita. —Ernesto
En el club Amelia estaba haciendo su trabajo como de costumbre.—Amelia va a atender a los clientes de la mesa cinco, es el señor Sabater y desea que seas tú el que lo atienda.—Voy enseguida.Amelia no sospechó nunca lo que el destino le deparaba, y que todo comenzaría esa misma noche, en aquella mesa, donde vería por primera vez su rostro en otra mujer.Se acercó a la mesa donde se encontraba el señor Sabater acompañado por una dama, el hombre usaba una chaqueta sin corbata, se veía bastante relajado fumando un cigarrillo. Sin detallar a la mujer que lo acompañaba, Amelia con una voz cordial los saludó.—Buenas noches señores, bienvenido una vez más señor Sabater.—Gracias señorita...—Amelia, estoy para servirles. —La mujer que lo acompañaba usaba un costoso vestido de lentejuelas color
La pareja llevó a Amelia al apartamento del hombre que estaba ubicado en una zona lujosa de la ciudad. Amelia aún no se había percatado de su parecido con Silvia, púes en todo momento la mujer escondió su apariencia detrás del par de lentes, además que usaba el cabello rubio y sus labios los tenía pintados en un color rojo atrevido, Amelia no acostumbraba a usar cosas llamativas en su atuendo, y de maquillaje usaba colores tenues. Cuando entraron a la sala Ernesto les dijo:—Siéntese señoritas. —Silvia sonriendo agregó:—Gracias amable caballero. —Él se acercó a la barra.—¿Desean un trago? —Silvia respondió:—Un whisky a las rocas por favor. —Ernesto miró a Amelia.—Y usted señorita Amelia ¿qué desea beber?—No bebo gracias. —Amelia se sent&oacu
Dos semanas despuésErnesto estaba sentado en el sofá recostado contra el espaldar y tenía en su mano una copa de vino. Era viernes por la noche, ya habían pasado dos semanas desde que empezó el entrenamiento y transformación de Amelia, quien en pocos días se convertiría en Silvia de Alcázar y usurparía su lugar.Silvia salió del pasillo del apartamento de Ernesto sonriente como siempre y se sentó al lado del hombre. Él agarró otra copa de vino que tenía en la mesa de centro y se la entregó.—Gracias bebé.—¿Qué tal tu otro yo?—idéntica a mi querido. —Brindaron, habían tenido muy buenos resultados entrenando a la joven usurpadora. Silvia dejó la copa en la mesa y encendió un cigarrillo, fumó y echó humo de forma deliberada. Ernesto se que
Amelia y Silvia tomaron el vuelo de regreso a México. Amelia desde entonces ya había empezado a asumir el lugar de Silvia, iba vestida con un fino conjunto, calzado de diseñador, usaba un delicioso y costoso perfume y su cabello lo llevaba peinado igual que la otra. Cuando llegaron Silvia le dijo:—Bien queridita, bajaras de este avión convertida en la señora Alcázar. No olvides hablar y caminar como yo lo hago. No te vayas a delatar con esa actitud aburrida de mojigata que sueles usar. Deberías aprender estos meses a no ser tan noble y tan tonta; la gente suele pisotear a las que son como tú. Recuerda lo que te dije de la familia de mi esposo, no puedes flaquear ante ellos, a algunos debes pisotearlos, a otros como mi estúpido cuñado debes ignorarlos y caer en sus provocaciones; pero jamás muestres una actitud noble porque te comerán viva; espero que lo hayas entendido.—Sí, lo entendí.—Bien —Sonrió—. Levanta los hombros, camina con elegancia, y no olvides que desde ahora no eres A
—No te permito que le hables así a mi esposa.—¿Acaso aún es tu esposa? ¿Se fue con su amante dos semanas y aun la consideras tu esposa? —No te consta que se haya ido con una amante. —¿De verdad necesitas pruebas? Todo es evidente, tu mujer es una desvergonzada. —Cállate. —Grito Ignacio—. Si no te agrada puedes largarte de esta casa. —No me iré, esta también es mi casa. —Y la mía, así que no te metas en lo que ni te importa. La tía Lucrecia intervino. —Basta de discutir, Diego por favor deja de provocar a tu hermano y respeta a Silvia, les guste o no ella es la señora de esta casa, y si han tenido problemas en su matrimonio, ellos son los que deben resolverlo, tú no te metas. —Pero tía… —Te dije que no te metas. Silvia disculpe que mi sobrino te haya recibido de tan mala manera, aunque sé que eso no te afecta, eres una mujer fuerte. Mejor ven y dame un abrazo hijita, y no te preocupes —La abrazó—. Tú siempre serás bienvenida a esta casa. —Gracias Lucrecia. En el sofá estab
Amelia abrió la maleta y empezó a buscar un atuendo adecuado para bajar a cenar con la familia. Sacó un vestido que le pareció ideal, se acercó al espejo y lo puso delante de ella."Me quedará bien"Se preguntó a sí misma, después cayó en cuenta de que estaba más preocupada de lo debido."Pero qué tonta soy, no debería preocuparme por verme bien. Solo debo fingir ser Silvia. Supongo que este vestido es poca cosa para ella, mejor me pongo otro que sea más acorde a su personalidad."Buscó en otra maleta y sacó un vestido color vino, este era elegante pero modesto. Después se quitó la ropa y se metió a ducharse, al terminar se envolvió en una toalla que la cubría hasta más arriba de las rodillas.Cuando salió del baño Ignacio la sorprendió esperándola sen