En el club Amelia estaba haciendo su trabajo como de costumbre.
—Amelia va a atender a los clientes de la mesa cinco, es el señor Sabater y desea que seas tú el que lo atienda.
—Voy enseguida.
Amelia no sospechó nunca lo que el destino le deparaba, y que todo comenzaría esa misma noche, en aquella mesa, donde vería por primera vez su rostro en otra mujer.
Se acercó a la mesa donde se encontraba el señor Sabater acompañado por una dama, el hombre usaba una chaqueta sin corbata, se veía bastante relajado fumando un cigarrillo. Sin detallar a la mujer que lo acompañaba, Amelia con una voz cordial los saludó.
—Buenas noches señores, bienvenido una vez más señor Sabater.
—Gracias señorita...
—Amelia, estoy para servirles. —La mujer que lo acompañaba usaba un costoso vestido de lentejuelas color negro y tenía un par de lentes que permitían ver sus ojos a través del sus cristales con un tenue color marrón, estos no dejaban detallar las a características de su rostro; ella también estaba fumándose un cigarrillo.
Ordenaron un buen vino.
—Excelente elección, iré a traerlos en seguida.
Amelia se retiró. El hombre tenía una sonrisa y se acercó a Silvia.
—¿Y bien? ¿Qué te pareció? —La mujer se quitó los lentes y estaba impresionada.
—Quedé sorprendida, ¡no puedo creer el parecido que tiene esa mujer conmigo! ¡Es como si me mirara al espejo!
—Ya ves que yo tenía razón.
—¿Cuándo le propondremos que usurpe mi lugar?
—Hoy mismo si tú lo deseas.
—Me gustaría hablar con ella en un lugar más tranquilo.
—¿Entonces estás decidida a huir conmigo?
—Por supuesto que huiré, sea contigo o sola me iré; esta muchacha que es igual a mi es mi oportunidad de escapar de las garras de Marino. —Ernesto la besó y con tono irónico le dijo:
—Eres tan egoísta. —Besó su cuello.
—¿Lo dices por qué deseo escapar?
—Lo digo porque no piensas en mí sino en ti.
—Amorcito, por supuesto que huiré contigo, estoy segura que tendernos una muy buena vida en Europa. —Él le agarró la mano y le dio un delicado beso mirándola fijo los ojos.
—Te prometo que pondré el mundo a tus pies.
Amelia se acercó con la botella de vino y las copas, justo antes que ella pudiera percatarse que en la mesa estaba sentada su doble, Ernesto le acercó los lentes a Silvia.
La joven inconsciente de todo conservaba una linda sonrisa en su rostro.
—Aquí tienen su vino señores. —Puso sus copas frente a cada uno y les sirvió el vino. Amelia notó que ellos estaban muy callados y la miró con detenimiento. Intentó disimular que se había percatado de ello y continuó en lo que estaba; de pronto Ernesto le dijo:
—Señorita Amelia, nos gustaría hablar con usted a solas.
—¡¿A solas?!
—Sí, nos gustaría ofrecerle un empleo donde obtendrá una muy buena remuneración. —Amelia puso un semblante serio, por su mente le pasaron varias ideas de lo que aquel hombre pretendía proponerle.
—Gracias señor Sabater, pero ya tengo este empleo. —Ernesto y la mujer sonrieron.
—Le aseguro —Agregó Ernesto—. Que ganará diez veces más de lo que imagina. —Silvia le dijo a Ernesto:
—Querido la estas asustando, por la forma como lo dices hasta yo estaría asustada. No te preocupes amiga, no se trata de prostitución ni nada aparecido; más bien se trata de actuar, de hacer el papel de una mujer casada con una hija por algunos meses.
—No comprendo.
—deberíamos ir a un lugar más privado, así podría explicarte mejor. —Amelia sintió desconfianza y se negro a ir con ellos a otra parte. Con suprema cortesía les dijo:
—Discúlpenme por favor, pero no iré con ustedes a ningún lado.
—Está bien —Dijo Ernesto—. No te preocupes.
Amelia se retiró dejando atrás al par de extraños. Le contó a su jefe lo sucedido.
—Esas cosas suelen suceder, a este lugar llegan personas que beben licor y hablan muchas falacias cuando se les sube el alcohol a la cabeza, no te preocupes que de ahí no pasará, además tenemos hombres de seguridad.
La supervisora envió a otra chica a atender a la pareja, los cuales no se quejaron por obvias razones.
***
Cuando terminó el turno de Amelia, la pareja ya se había marchado. Ella fue a cambiarse el uniforme, después salió por la puerta de atrás y se dirigió al estacionamiento donde la estaba esperando el transporte de la empresa.
Todo sucedió con normalidad, la camioneta llevó a varios de los empleados del club a sus casas incluyendo a Amelia. Ella se bajó y se despidió de sus compañeros. La camioneta inició su marcha y ella se quedó revisando su bolso buscando las llaves de la casa. No se percató que cerca había un coche negro de lujo y una camioneta; el coche pequeño echó a andar muy despacio, paró cerca de donde ella se encontraba. Amelia al fin se percató y le dio preocupación, era evidente que ese auto tan lujoso no pertenecía a ese barrió.
Se apresuró a abrir la puerta cuando de pronto una mujer bajó del auto, Amelia la reconoció por el vestido negro de lentejuelas que llevaba puesto. Ella se acercó rápido y tenía los lentes puestos. Más atrás apareció el señor Sabater. Como un animalito asustado les gritó:
—¿Qué quieren? Llamaré a la policía. —Ernesto le dijo:
y—Solo queremos charlar contigo y contarte de qué se trata el empleo que te estamos ofreciendo. No hace falta que llames a la policía.
—Ya les dije que no estoy interesada.
—Al menos deberías escucharnos, tal vez te agrade nuestra oferta.
—Váyanse. —Gritó. —Con las manos temblorosas intentó ingresar la llave en la cerradura de la puerta pero se le dificultó. De pronto Silvia la agarró del brazo y la jaló con agresividad y con voz imperante le dijo:
—Vendrás con nosotros quieras o no.
—¿Qué quieren? —Ernesto con una voz serena respondió.
—Que nos escuches —Haciendo un gesto con la mano la invitó a su auto—. Suba y vamos a mi apartamento. —Amelia se percató que llevaban tres guardaespaldas. Comprendió que estaba entre la espada y la pared, no tenía manera de escapar; por las acciones de la pareja asumió que debían ser peligrosos, no podía pedir ayuda porque alguno de los guardaespaldas le dispararía, no le quedaba otra opción que ir con ellos.
La pareja llevó a Amelia al apartamento del hombre que estaba ubicado en una zona lujosa de la ciudad. Amelia aún no se había percatado de su parecido con Silvia, púes en todo momento la mujer escondió su apariencia detrás del par de lentes, además que usaba el cabello rubio y sus labios los tenía pintados en un color rojo atrevido, Amelia no acostumbraba a usar cosas llamativas en su atuendo, y de maquillaje usaba colores tenues. Cuando entraron a la sala Ernesto les dijo:—Siéntese señoritas. —Silvia sonriendo agregó:—Gracias amable caballero. —Él se acercó a la barra.—¿Desean un trago? —Silvia respondió:—Un whisky a las rocas por favor. —Ernesto miró a Amelia.—Y usted señorita Amelia ¿qué desea beber?—No bebo gracias. —Amelia se sent&oacu
Dos semanas despuésErnesto estaba sentado en el sofá recostado contra el espaldar y tenía en su mano una copa de vino. Era viernes por la noche, ya habían pasado dos semanas desde que empezó el entrenamiento y transformación de Amelia, quien en pocos días se convertiría en Silvia de Alcázar y usurparía su lugar.Silvia salió del pasillo del apartamento de Ernesto sonriente como siempre y se sentó al lado del hombre. Él agarró otra copa de vino que tenía en la mesa de centro y se la entregó.—Gracias bebé.—¿Qué tal tu otro yo?—idéntica a mi querido. —Brindaron, habían tenido muy buenos resultados entrenando a la joven usurpadora. Silvia dejó la copa en la mesa y encendió un cigarrillo, fumó y echó humo de forma deliberada. Ernesto se que
Amelia y Silvia tomaron el vuelo de regreso a México. Amelia desde entonces ya había empezado a asumir el lugar de Silvia, iba vestida con un fino conjunto, calzado de diseñador, usaba un delicioso y costoso perfume y su cabello lo llevaba peinado igual que la otra. Cuando llegaron Silvia le dijo:—Bien queridita, bajaras de este avión convertida en la señora Alcázar. No olvides hablar y caminar como yo lo hago. No te vayas a delatar con esa actitud aburrida de mojigata que sueles usar. Deberías aprender estos meses a no ser tan noble y tan tonta; la gente suele pisotear a las que son como tú. Recuerda lo que te dije de la familia de mi esposo, no puedes flaquear ante ellos, a algunos debes pisotearlos, a otros como mi estúpido cuñado debes ignorarlos y caer en sus provocaciones; pero jamás muestres una actitud noble porque te comerán viva; espero que lo hayas entendido.—Sí, lo entendí.—Bien —Sonrió—. Levanta los hombros, camina con elegancia, y no olvides que desde ahora no eres A
—No te permito que le hables así a mi esposa.—¿Acaso aún es tu esposa? ¿Se fue con su amante dos semanas y aun la consideras tu esposa? —No te consta que se haya ido con una amante. —¿De verdad necesitas pruebas? Todo es evidente, tu mujer es una desvergonzada. —Cállate. —Grito Ignacio—. Si no te agrada puedes largarte de esta casa. —No me iré, esta también es mi casa. —Y la mía, así que no te metas en lo que ni te importa. La tía Lucrecia intervino. —Basta de discutir, Diego por favor deja de provocar a tu hermano y respeta a Silvia, les guste o no ella es la señora de esta casa, y si han tenido problemas en su matrimonio, ellos son los que deben resolverlo, tú no te metas. —Pero tía… —Te dije que no te metas. Silvia disculpe que mi sobrino te haya recibido de tan mala manera, aunque sé que eso no te afecta, eres una mujer fuerte. Mejor ven y dame un abrazo hijita, y no te preocupes —La abrazó—. Tú siempre serás bienvenida a esta casa. —Gracias Lucrecia. En el sofá estab
Amelia abrió la maleta y empezó a buscar un atuendo adecuado para bajar a cenar con la familia. Sacó un vestido que le pareció ideal, se acercó al espejo y lo puso delante de ella."Me quedará bien"Se preguntó a sí misma, después cayó en cuenta de que estaba más preocupada de lo debido."Pero qué tonta soy, no debería preocuparme por verme bien. Solo debo fingir ser Silvia. Supongo que este vestido es poca cosa para ella, mejor me pongo otro que sea más acorde a su personalidad."Buscó en otra maleta y sacó un vestido color vino, este era elegante pero modesto. Después se quitó la ropa y se metió a ducharse, al terminar se envolvió en una toalla que la cubría hasta más arriba de las rodillas.Cuando salió del baño Ignacio la sorprendió esperándola sen
Amelia se lavó la cara y se maquilló tratando de disimular que había llorado. Casi todos en la casa estaban en la sala esperando para pasar al comedor.Cuando ella asomó su figura por las escaleras, se veía hermosa y elegante, a pesar que su vestido era sencillo, al menos el diseño, porque era en realidad un vestido costoso.Todos voltearon a verla, tanto los que la querían como los que la odiaban. Ella bajó imitando la forma de Silvia caminar, Diego la observó fijo, detrás de su mirada había odio hacia su cuñada. Pero el hombre de tanto que se fijó notó que había algo diferente en ella. No supo cómo explicar, pero vio a una mujer dulce y hermosa con un brillo especial en sus ojos. Le dio la impresión que observaba a otra igual a Silvia, pero esta mujer tenía luz en su mirada y bondad en la expresión natural de su rostro.Desvi&oac
Amelia se cambió la ropa y se puso una bata de dormir color beige, esta la hacía ver sexi pero conservadora, pues no enseñaba mucho, contrario a lo que solía usar Silvia.Ignacio llamó a la puerta, ella le abrió esperando que fuera una de las empleadas que Silvia le dijo, le subiría todas las noches un té para dormir después de las ocho.En cuanto abrió la puerta vio a Ignacio, este entró sin pedir permiso y tenía el ceño fruncido. Amelia cambió su talante, intentó ser como Silvia e imitó su forma de caminar y de actuar.—¿Qué haces en mi habitación a esta hora?—Vendré siempre que se me venga en gana.—¿Acaso no podré tener privacidad?—Esta es mi casa y yo decido cuándo puedes tener privacidad. —Amelia sintió coraje al ver que él era tan
Ignacio bajó a desayunar y se encontró a Silvia en el comedor con Mariangel; de inmediato su cara cambió y puso un semblante duro. Sus ojos parecían puñales que querían clavarse sobre su esposa. No le dio el saludo, e hizo como que ella no estaba allí, sino que se acercó a la niña y le dio un beso, después con ternura le dijo:—¿Cómo amaneció mi ángel precioso?—Bien papi, mamá está aquí.—Sí, me alegra por ti hija. —Amelia agachó el rostro, odiaba estar en esa situación con el marido de Silvia.La tía Lucrecia llegó a la mesa y más atrás Jr. con el uniforme del colegio. Al igual que su padre casi se come a Amelia con la mirada, pues odiaba a su madrastra. Lucrecia por el contrario saludó con cariño tanto a Ignacio como a Silvia.Amelia se