Al otro día Silvia fue encontrarse con Ernesto en su apartamento. El hombre era su amante, pero se había enamorado perdidamente de ella y quería llevársela consigo a vivir juntos el resto de sus vidas en Italia.
Ella irradiando su belleza por donde caminaba alegraba el ambiente del lujoso apartamento de su amante, tenía puesto un pequeño vestido que realzaba su sensual figura. Ernesto le agarró de la mano y la llevó hasta el sofá.
—Estoy muerta por saber qué es eso tan importante que tienes por decirme amor, anoche casi ni dormí.
—Es algo que sé te va a causar mucha impresión. —El hombre se acercó y comenzó a besarla apasionadamente. Ella correspondió por algunos segundos y luego se zafó de él. Riéndose le dijo:
—Ya dime ¿qué es? no me dejes con la incógnita. —Ernesto deslizó su mano por su muslo y la miraba con deseo.
—Quiero comerte, eres un delicioso bombón. —Le besó el cuello.
—Estás muy travieso bebé.
—Quiero que seas solo mía y llevarte conmigo a mi mansión en Italia. —Ella puso el semblante serio.
—Eso solo será posible si la policía atrapa de nuevo a Marino, así podríamos irnos juntos y no regresar jamás. No sabes cuánto anhelo estar contigo y andar libre sin ninguna preocupación. —Él le agarró la mano y se la besó.
—Creo que hallé una solución a mi vida.
—Sabes que nada podrá librarnos de Marino, a donde vayamos él nos va a encontrar.
—Eso si se entera que te has marchado.
—No comprendo.
—¿Qué tal si conseguimos algún modo de marcharnos para siempre sin que él se dé cuenta?
—¿Cómo sería eso posible?
—¿Dejar a otra en tu lugar?
—¿Otra?
—Si bombón, otra, una usurpadora, una mujer que se parezca a ti y ocupe tu lugar. —Silvia se rió.
—¿De dónde sacas tantos disparates?
—No es un disparate, sé en dónde encontrar a una que es idéntica a ti. —La sonrisa de Salvia cambió por una expresión de desconcierto.
—¿Lo dices en serio?
—La conocí ayer —Volvió a besar su mano—. Se parece mucho a ti. Es una muchacha sencilla, con algunos arreglos estoy seguro que se verán idénticas… como si fuera tu gemela.
—¿Es una broma verdad?
—No, hoy mismo te llevaré para que la conozcas.
—¡¿En dónde la conociste?!
—Trabaja en el club de Reina; ya reservé para ir juntos esta noche, quiero que la veas.
—Eso es extraño.
—¿Qué?
—Conocer a otra que es idéntica a mí. ¿Será que tengo una hermana gemela y no lo sabía?
—No, ella tiene 23, es cinco años menor que tú.
—O sea que ya la investigaste.
—Por supuesto, envíe a uno de mis hombres para que me pusiera al tanto de todo.
—¿Qué averiguaste?
—Es administradora, está recién graduada, tiene un empleo provisional en el club, vive con su familia; en fin, nada fuera de lo común, es una chica cualquiera.
—¿Y cómo se llama? —Él se puso de pie y se dirigió a la barra.
—Su nombre es Amelia Hernández. ¿Te apetece una copa?
—Sí, lo de siempre bebé.
—Esta noche quiero que la veas, si te convences podemos ejecutar mi plan.
—¿Y de qué se trata el plan exactamente?
—Voy a ofrecerle una buena cantidad de dinero a cambio de que usurpe tu lugar en la casa de tu marido. Le diremos que será solo por seis meses; le haremos creer que será un viaje de vacaciones. Estoy seguro que aceptará la oferta, con la cantidad de dinero que le pienso ofrecer no se negará. —Silvia puso mal semblante.
—¿Solo seis meses, lo que quiere decir que debo regresar.
—Calma bombón, aún no te he contado la otra parte de mi plan. Ella estaría en tu casa ocupando tu lugar creyendo que en seis meses tú regresarás a continuar con tu vida como siempre; pero eso no va a suceder. Nosotros ayudaremos a Marino a descubrir que sus delatores fueron Henrry y tú.
Silvia se levantó del sofá de la impresión.
—¿Acaso te volviste loco?
—Deja que termine de contarte mi plan. Mi primo Marino se pondrá furioso contigo y te mandará a matar. —Ella abrió sus ojos como platos y sonrió.
—Y la matará a ella en vez de a mí. — Él le entregó la copa y brindaron.
—Exacto. —Silvia le dio un beso.
—¡Eres un genio! si Marino piensa que me asesinó yo estaré tranquila el resto de mi vida.
—Ya nada nos impedirá estar juntos. —Silvia suspiró.
—Y ya no tendré que aguantar más al borracho de mi marido.
—Y Marino también perseguirá a Henry.
—Sin saberlo me hará justicia matando a ese imbécil.
Fabiola vio a Amelia mirándose el vientre frente a un espejo grande en la residencia. Aún no se notaba su embarazo, pero por la forma tan tierna en que se tocaba Fabiola se dio cuenta que estaba embarazada.
—¡¿Estás embarazada?! —Amelia se sobresaltó con la voz de la mujer.
—¡Casi me matas del susto!
—¿Es por eso que no querías bailar en el club?
—No es por eso, no quiero bailar.
—¿Y hasta cuándo vas a ocultar ese embarazo?
—No lo estoy ocultando, solo no se lo he contado algunos.
—¿Tu padre lo sabe?
—No quiero que lo sepa todavía, estoy segura que se lo dirá a Mario.
—¿No quieres que Mario sepa que va a ser padre?
—No Fabiola, no quiero, no deseo que se acerque a mí ni a mi hijo.
—Te entiendo. ¿Y cómo vas a hacer para trabajar en la otra empresa cuando se te note la barriga?
—Ellos ya saben de mi embarazo, la dueña también está esperando; yo cubriré los meses que ella esté de reposo, después ella hará lo mismo conmigo.
—Tuviste suerte. —Amelia sonrió.
—Sí.
En el club Amelia estaba haciendo su trabajo como de costumbre.—Amelia va a atender a los clientes de la mesa cinco, es el señor Sabater y desea que seas tú el que lo atienda.—Voy enseguida.Amelia no sospechó nunca lo que el destino le deparaba, y que todo comenzaría esa misma noche, en aquella mesa, donde vería por primera vez su rostro en otra mujer.Se acercó a la mesa donde se encontraba el señor Sabater acompañado por una dama, el hombre usaba una chaqueta sin corbata, se veía bastante relajado fumando un cigarrillo. Sin detallar a la mujer que lo acompañaba, Amelia con una voz cordial los saludó.—Buenas noches señores, bienvenido una vez más señor Sabater.—Gracias señorita...—Amelia, estoy para servirles. —La mujer que lo acompañaba usaba un costoso vestido de lentejuelas color
La pareja llevó a Amelia al apartamento del hombre que estaba ubicado en una zona lujosa de la ciudad. Amelia aún no se había percatado de su parecido con Silvia, púes en todo momento la mujer escondió su apariencia detrás del par de lentes, además que usaba el cabello rubio y sus labios los tenía pintados en un color rojo atrevido, Amelia no acostumbraba a usar cosas llamativas en su atuendo, y de maquillaje usaba colores tenues. Cuando entraron a la sala Ernesto les dijo:—Siéntese señoritas. —Silvia sonriendo agregó:—Gracias amable caballero. —Él se acercó a la barra.—¿Desean un trago? —Silvia respondió:—Un whisky a las rocas por favor. —Ernesto miró a Amelia.—Y usted señorita Amelia ¿qué desea beber?—No bebo gracias. —Amelia se sent&oacu
Dos semanas despuésErnesto estaba sentado en el sofá recostado contra el espaldar y tenía en su mano una copa de vino. Era viernes por la noche, ya habían pasado dos semanas desde que empezó el entrenamiento y transformación de Amelia, quien en pocos días se convertiría en Silvia de Alcázar y usurparía su lugar.Silvia salió del pasillo del apartamento de Ernesto sonriente como siempre y se sentó al lado del hombre. Él agarró otra copa de vino que tenía en la mesa de centro y se la entregó.—Gracias bebé.—¿Qué tal tu otro yo?—idéntica a mi querido. —Brindaron, habían tenido muy buenos resultados entrenando a la joven usurpadora. Silvia dejó la copa en la mesa y encendió un cigarrillo, fumó y echó humo de forma deliberada. Ernesto se que
Amelia y Silvia tomaron el vuelo de regreso a México. Amelia desde entonces ya había empezado a asumir el lugar de Silvia, iba vestida con un fino conjunto, calzado de diseñador, usaba un delicioso y costoso perfume y su cabello lo llevaba peinado igual que la otra. Cuando llegaron Silvia le dijo:—Bien queridita, bajaras de este avión convertida en la señora Alcázar. No olvides hablar y caminar como yo lo hago. No te vayas a delatar con esa actitud aburrida de mojigata que sueles usar. Deberías aprender estos meses a no ser tan noble y tan tonta; la gente suele pisotear a las que son como tú. Recuerda lo que te dije de la familia de mi esposo, no puedes flaquear ante ellos, a algunos debes pisotearlos, a otros como mi estúpido cuñado debes ignorarlos y caer en sus provocaciones; pero jamás muestres una actitud noble porque te comerán viva; espero que lo hayas entendido.—Sí, lo entendí.—Bien —Sonrió—. Levanta los hombros, camina con elegancia, y no olvides que desde ahora no eres A
—No te permito que le hables así a mi esposa.—¿Acaso aún es tu esposa? ¿Se fue con su amante dos semanas y aun la consideras tu esposa? —No te consta que se haya ido con una amante. —¿De verdad necesitas pruebas? Todo es evidente, tu mujer es una desvergonzada. —Cállate. —Grito Ignacio—. Si no te agrada puedes largarte de esta casa. —No me iré, esta también es mi casa. —Y la mía, así que no te metas en lo que ni te importa. La tía Lucrecia intervino. —Basta de discutir, Diego por favor deja de provocar a tu hermano y respeta a Silvia, les guste o no ella es la señora de esta casa, y si han tenido problemas en su matrimonio, ellos son los que deben resolverlo, tú no te metas. —Pero tía… —Te dije que no te metas. Silvia disculpe que mi sobrino te haya recibido de tan mala manera, aunque sé que eso no te afecta, eres una mujer fuerte. Mejor ven y dame un abrazo hijita, y no te preocupes —La abrazó—. Tú siempre serás bienvenida a esta casa. —Gracias Lucrecia. En el sofá estab
Amelia abrió la maleta y empezó a buscar un atuendo adecuado para bajar a cenar con la familia. Sacó un vestido que le pareció ideal, se acercó al espejo y lo puso delante de ella."Me quedará bien"Se preguntó a sí misma, después cayó en cuenta de que estaba más preocupada de lo debido."Pero qué tonta soy, no debería preocuparme por verme bien. Solo debo fingir ser Silvia. Supongo que este vestido es poca cosa para ella, mejor me pongo otro que sea más acorde a su personalidad."Buscó en otra maleta y sacó un vestido color vino, este era elegante pero modesto. Después se quitó la ropa y se metió a ducharse, al terminar se envolvió en una toalla que la cubría hasta más arriba de las rodillas.Cuando salió del baño Ignacio la sorprendió esperándola sen
Amelia se lavó la cara y se maquilló tratando de disimular que había llorado. Casi todos en la casa estaban en la sala esperando para pasar al comedor.Cuando ella asomó su figura por las escaleras, se veía hermosa y elegante, a pesar que su vestido era sencillo, al menos el diseño, porque era en realidad un vestido costoso.Todos voltearon a verla, tanto los que la querían como los que la odiaban. Ella bajó imitando la forma de Silvia caminar, Diego la observó fijo, detrás de su mirada había odio hacia su cuñada. Pero el hombre de tanto que se fijó notó que había algo diferente en ella. No supo cómo explicar, pero vio a una mujer dulce y hermosa con un brillo especial en sus ojos. Le dio la impresión que observaba a otra igual a Silvia, pero esta mujer tenía luz en su mirada y bondad en la expresión natural de su rostro.Desvi&oac
Amelia se cambió la ropa y se puso una bata de dormir color beige, esta la hacía ver sexi pero conservadora, pues no enseñaba mucho, contrario a lo que solía usar Silvia.Ignacio llamó a la puerta, ella le abrió esperando que fuera una de las empleadas que Silvia le dijo, le subiría todas las noches un té para dormir después de las ocho.En cuanto abrió la puerta vio a Ignacio, este entró sin pedir permiso y tenía el ceño fruncido. Amelia cambió su talante, intentó ser como Silvia e imitó su forma de caminar y de actuar.—¿Qué haces en mi habitación a esta hora?—Vendré siempre que se me venga en gana.—¿Acaso no podré tener privacidad?—Esta es mi casa y yo decido cuándo puedes tener privacidad. —Amelia sintió coraje al ver que él era tan