Dos semanas después
Ernesto estaba sentado en el sofá recostado contra el espaldar y tenía en su mano una copa de vino. Era viernes por la noche, ya habían pasado dos semanas desde que empezó el entrenamiento y transformación de Amelia, quien en pocos días se convertiría en Silvia de Alcázar y usurparía su lugar.
Silvia salió del pasillo del apartamento de Ernesto sonriente como siempre y se sentó al lado del hombre. Él agarró otra copa de vino que tenía en la mesa de centro y se la entregó.
—Gracias bebé.
—¿Qué tal tu otro yo?
—idéntica a mi querido. —Brindaron, habían tenido muy buenos resultados entrenando a la joven usurpadora. Silvia dejó la copa en la mesa y encendió un cigarrillo, fumó y echó humo de forma deliberada. Ernesto se quedó observándola por algunos segundos, ella se percató.
—¿qué?
—¿Cuándo veré a la nueva Silvia de Alcázar?
—Qué curioso eres querido. —Se carcajeó y después dijo en voz alta:
—Amelia, ya puedes presentarte en la sala. —Pocos segundos después se oyó el ruido del par de zapatos altos que Amelia estaba usando, ella no tardó en aparecer frente a Ernesto, los ojos del hombre estaban maravillados con lo que veían. La mujer portaba un sexual vestido negro con corte de corazón y sin tiras. El mismo era largo, pero tenía una atrevida abertura que iniciaba en una zona muy alta del muslo y dejaba ver toda su pierna izquierda. Los zapatos eran muy elegantes, su cabello ahora era rubio y con ondas, su rostro estaba realzado con un estupendo maquillaje nocturno.
—¿Qué te parece? —preguntó Silvia a Ernesto, el hombre se llevó la copa a la boca y bebió un sorbo en medio de una sonrisa.
—Si yo ignorara que se trata de otra me hubieras podido engañar a mí también. Esto me parece genial.
—Lo mejor de todo es que Amelia resultó ser mejor actriz de lo que yo esperaba y aprende muy rápido.
Amelia estaba muda, parecía una muñeca que no emite ningún sonido, en sus adentros se encontraba asustada, le temía al porvenir, cuando Silvia la introdujera en su casa.
—¿Y cuando la pondrás a prueba?
—No la pondré a prueba, ella ya sabe lo que tiene que hacer, se sabe de memoria el rostro de todos en mi casa y conoce los planos de cada habitación y de todos los demás rincones de la mansión Alcázar.
—Eso quiere decir que solo la pondrás a usurpar y ya.
—Sí.
—¿Y cuando lo harás?
—Mañana mismo en la noche —Amelia se sorprendió.
—¡¿Mañana?!
—Sí querida, ya llamé a la mansión y avisé que llegaba mañana en el vuelo de las cuatro. Pedí que me enviaran a un chofer a buscarme al aeropuerto; es que voy a llegar muy exhausta, —Afincó el tono de voz—. O sea, tú llegarás muy exhausta y te encerrarás en mi habitación hasta que se te quite esa cara de susto que pones cuando estas nerviosa.
—Me parece apresurado. —Silvia la miró con dureza y con un tono de voz imperante le dijo:
—Para qué seguir perdiendo el tiempo tonta; mejor empiezas mañana mismo, así yo estaré aquí un semana más pendiente de ti por si se presenta algún inconveniente ¿no crees? —Amelia agachó el rostro, ella tenía un miedo inevitable y abrumador, su ser temblaba solo al imaginarse frente a la familia Alcázar, sobre todo le temía a Ignacio, el esposo de Silvia, quien tal vez podría descubrirla; Amelia temía que eso pudiera suceder, por más que Silvia intentó repetidas veces de convencerla de lo contrario.
***
Por la mañana muy temprano Silvia y Amelia tomaron un vuelo a Miami. La mujer llevó a Amelia a un centro comercial y entraron a varias tiendas y Silvia compró varios atuendos, ropa de lencería, perfumes y calzado costosos.
—Todo esto es tuyo.
—No hacía falta que gastara tanto dinero, con la ropa que dejará es suficiente para mí.
—Tonta, siempre que viajo acostumbro a renovar mi guardarropa, si haces algo distinto pueden sospechar, sobre todo las sirvientas metiches que hay en la casa. Por cierto, saca prendas de mi guardarropa y regálaselas a ellas y también envías a las esposas de los empleados. Las mejores se las das a Lupe, ya sabes que ella es de mi confianza.
Por la tarde fueron al aeropuerto, Amelia regresaría a México sola; convertida en Silvia de Alcázar, la esposa de un importante hombre de negocios en el ramo de las inmobiliarias.
—Buen queridita, hoy inicia tu nueva vida. ¿Estas lista?
—Jamás lo estaré.
—¿Pero a qué le temes? No seas tan cobarde, mejor piensa en todo el dinero que te voy a pagar.
—Tengo miedo de que su esposo me descubra.
—Ya te dije que ese idiota jamás te descubrirá, siempre está ocupado en cosas más importantes para él: sus negocios, el licor, las mujeres. Y los demás miembros de la familia son todos unos ineptos. A excepción de Diego, mi cuñadito adorado que más bien parece mi karma, es una serpiente venenosa.
—¿Y si Diego se da cuenta?
—Tampoco lo notará, siempre y cuando actúes como yo lo hago. No lo olvides, cuando te ataque solo haz que no lo escuchas y aléjate de él. Si se atraviesa en tu camino para no dejarte pasar solo debes bostezar y haz como que estás aburrida y no respondas a sus provocaciones. Él solo busca ocasión para acusarme, pero si lo evado, —O sea, tu—, no tendrá como hacerlo. Y no olvides ignorar también al mocoso, el insoportable hijo de mi marido; solo tiene 9 años, pero ya es un criminal, estoy segura que antes de los 15 irá a la cárcel. En cuanto a mi cuñada y su esposo… esa tonta es una ilusa, no se da cuenta de la clase de marido que tiene, es un perro mujeriego igual al mío. Pero ella solo ve por sus ojos.
—¿No extrañará a su hija?
—Por supuesto, pronto cumplirá 3 años y yo no estaré presente en su fiesta, pero créeme, necesito este viaje de vacaciones. Necesito descansar de todos ellos. Por la fiesta no debes preocuparte, la amorosa tía Lucrecia y la ama de llaves se harán cargo de todo como siempre, tu solo debes hacer acto de presencia y tomarte fotos con la niña y con Ignacio como si fuéramos la familia feliz.
Amelia y Silvia tomaron el vuelo de regreso a México. Amelia desde entonces ya había empezado a asumir el lugar de Silvia, iba vestida con un fino conjunto, calzado de diseñador, usaba un delicioso y costoso perfume y su cabello lo llevaba peinado igual que la otra. Cuando llegaron Silvia le dijo:—Bien queridita, bajaras de este avión convertida en la señora Alcázar. No olvides hablar y caminar como yo lo hago. No te vayas a delatar con esa actitud aburrida de mojigata que sueles usar. Deberías aprender estos meses a no ser tan noble y tan tonta; la gente suele pisotear a las que son como tú. Recuerda lo que te dije de la familia de mi esposo, no puedes flaquear ante ellos, a algunos debes pisotearlos, a otros como mi estúpido cuñado debes ignorarlos y caer en sus provocaciones; pero jamás muestres una actitud noble porque te comerán viva; espero que lo hayas entendido.—Sí, lo entendí.—Bien —Sonrió—. Levanta los hombros, camina con elegancia, y no olvides que desde ahora no eres A
—No te permito que le hables así a mi esposa.—¿Acaso aún es tu esposa? ¿Se fue con su amante dos semanas y aun la consideras tu esposa? —No te consta que se haya ido con una amante. —¿De verdad necesitas pruebas? Todo es evidente, tu mujer es una desvergonzada. —Cállate. —Grito Ignacio—. Si no te agrada puedes largarte de esta casa. —No me iré, esta también es mi casa. —Y la mía, así que no te metas en lo que ni te importa. La tía Lucrecia intervino. —Basta de discutir, Diego por favor deja de provocar a tu hermano y respeta a Silvia, les guste o no ella es la señora de esta casa, y si han tenido problemas en su matrimonio, ellos son los que deben resolverlo, tú no te metas. —Pero tía… —Te dije que no te metas. Silvia disculpe que mi sobrino te haya recibido de tan mala manera, aunque sé que eso no te afecta, eres una mujer fuerte. Mejor ven y dame un abrazo hijita, y no te preocupes —La abrazó—. Tú siempre serás bienvenida a esta casa. —Gracias Lucrecia. En el sofá estab
Amelia abrió la maleta y empezó a buscar un atuendo adecuado para bajar a cenar con la familia. Sacó un vestido que le pareció ideal, se acercó al espejo y lo puso delante de ella."Me quedará bien"Se preguntó a sí misma, después cayó en cuenta de que estaba más preocupada de lo debido."Pero qué tonta soy, no debería preocuparme por verme bien. Solo debo fingir ser Silvia. Supongo que este vestido es poca cosa para ella, mejor me pongo otro que sea más acorde a su personalidad."Buscó en otra maleta y sacó un vestido color vino, este era elegante pero modesto. Después se quitó la ropa y se metió a ducharse, al terminar se envolvió en una toalla que la cubría hasta más arriba de las rodillas.Cuando salió del baño Ignacio la sorprendió esperándola sen
Amelia se lavó la cara y se maquilló tratando de disimular que había llorado. Casi todos en la casa estaban en la sala esperando para pasar al comedor.Cuando ella asomó su figura por las escaleras, se veía hermosa y elegante, a pesar que su vestido era sencillo, al menos el diseño, porque era en realidad un vestido costoso.Todos voltearon a verla, tanto los que la querían como los que la odiaban. Ella bajó imitando la forma de Silvia caminar, Diego la observó fijo, detrás de su mirada había odio hacia su cuñada. Pero el hombre de tanto que se fijó notó que había algo diferente en ella. No supo cómo explicar, pero vio a una mujer dulce y hermosa con un brillo especial en sus ojos. Le dio la impresión que observaba a otra igual a Silvia, pero esta mujer tenía luz en su mirada y bondad en la expresión natural de su rostro.Desvi&oac
Amelia se cambió la ropa y se puso una bata de dormir color beige, esta la hacía ver sexi pero conservadora, pues no enseñaba mucho, contrario a lo que solía usar Silvia.Ignacio llamó a la puerta, ella le abrió esperando que fuera una de las empleadas que Silvia le dijo, le subiría todas las noches un té para dormir después de las ocho.En cuanto abrió la puerta vio a Ignacio, este entró sin pedir permiso y tenía el ceño fruncido. Amelia cambió su talante, intentó ser como Silvia e imitó su forma de caminar y de actuar.—¿Qué haces en mi habitación a esta hora?—Vendré siempre que se me venga en gana.—¿Acaso no podré tener privacidad?—Esta es mi casa y yo decido cuándo puedes tener privacidad. —Amelia sintió coraje al ver que él era tan
Ignacio bajó a desayunar y se encontró a Silvia en el comedor con Mariangel; de inmediato su cara cambió y puso un semblante duro. Sus ojos parecían puñales que querían clavarse sobre su esposa. No le dio el saludo, e hizo como que ella no estaba allí, sino que se acercó a la niña y le dio un beso, después con ternura le dijo:—¿Cómo amaneció mi ángel precioso?—Bien papi, mamá está aquí.—Sí, me alegra por ti hija. —Amelia agachó el rostro, odiaba estar en esa situación con el marido de Silvia.La tía Lucrecia llegó a la mesa y más atrás Jr. con el uniforme del colegio. Al igual que su padre casi se come a Amelia con la mirada, pues odiaba a su madrastra. Lucrecia por el contrario saludó con cariño tanto a Ignacio como a Silvia.Amelia se
Amelia odiaba la rutina que Silvia le había indicado debía llevar todos los días. Debía hacer cosas que le parecían tontas como visitar a supuestas amigas. Una de ellas se llamaba Raiza Salvatierra y la otra era Fanny Montenegro.Ese día ella fue a encontrarse con Fanny en un café. Se puso un vestido sencillo como a ella le gustaba y un par de zapatos de tacón bajo que Silvia usaba cuando iba a acompañar a su esposo al campo de golf.Fanny ya le estaba esperando en la cafetería cuando ella llegó. La mujer parecía una muñeca, era una diva con varias cirugías tanto en su cara como en su cuerpo. Se saludaron con un beso en la mejilla.—¿Cómo has estado amiga? creí que ya no volverías a hablarme. —Amelia intentó poner la voz como la de Silvia.—¿Qué te hizo pensar eso querida?—
Amelia bajó a almorzar porque Mariangel la estaba esperando; ir al comedor donde se encontraba Ignacio era lo último que ella estaba deseando hacer. Sentía que se le caía la cara de vergüenzaIgnacio por dentro estaba consternado, no podía comprender lo que había hecho besando a Silvia como si estuviera loco de amor por ella. La miró, ella tenía el rostro agachado, aparentemente estaba concentrada con la niña y no levantaba la mirada para nada.Casi toda la familia se encontraba allí, Jr. estaba sentado al lado de Lucrecia. Ella le dijo a Ignacio:—Hijo no olvides que mañana es la presentación del musical en el colegio de Jr. a las 7 de la noche.—Está bien tía.—Esta vez Silvia nos va a acompañar. —Ignacio la miró de frente a Silvia, en su expresión seria parecía que había un gran signo d