Serafín llegó a la residencia y le dijo a Amelia.—Me llamó mi sobrino, me dijo que te llevará de regreso.—Si, Carlitos me iba a llevar.—Mi hermano me llamó por teléfono y me dijo que Mario llegó allá con el niño. —Rita intervino.—Si, se lo llevó sin el permiso de Amelia, está manipulándola para que ella regrese al pueblo.—Mi sobrino está loco. —Dijo que no va a permitir que Amelia lo abandone.—Ay muchacha, no debió casarse con él.Rita agregó:—Amelia ni siquiera recuerda cuándo se casó con ese… mejor me callo.—Bueno,supongo que está afanada por ver al niño.—Si.—Entonces nos vamos.—Voy por mis cosas.—La espero.Fabiola siguió a Amelia a la habitación.—¿Al fin qué piensas hacer? Porque no creo que te vayas a quedar con Mario.—No me voy a quedar con él, voy a escapar de San Pedro y voy a desaparecer. —¿Desaparecer?—Si, no dejaré que Mario me arrebate a mi hijo.—¿Pero a dónde irás?—No lo sé, tía ya me entregó las joyas de mis padres y un dinero que sacó del banco, con e
Amelia buscó un hotel en dónde hospedarse durante el resto de la noche.Ya era de madrugada cuando Mario despertó, vio en su reloj de muñeca que habían pasado varias horas. Por alguna razón sintió curiosidad por saber de Amelia y su hijo durmiendo, entonces fue a la otra habitación, cuando entró se percató que ella y el niño no estaban. Puso una expresión de consternación y asombro, sintió rabia y a la vez se rehusó a creer que ella se había marchado. Buscó el bolso de Amelia en el perchero pero este no estaba allí.—¡Amelia! Gritó y salió al pasillo, continuó gritando su nombre y abrió todas las puertas de las demás habitaciones esperanzado con encontrarla en alguna de estas, pero ella no estaba. Bajó las escaleras, la buscó hasta en la cocina, como no la encontró, salió al patio trasero y comenzó a gritar como loco:—¡Maldita seas Amelia! ¿Dónde te metiste? A donde sea que hayas ido te voy a encontrar.***Ignacio despertó de forma repentina en la madrugada, estaba profundamente d
Ignacio regresó a la oficina, no había pasado mucho tiempo cuando Diego llegó a preguntarle qué quería la policía.—¿Para qué te citó el detective?—Amelia escapó de su casa en San Pedro hace cuatro días y nadie sabe dónde está.—¿Por qué escapó?—No quería estar con Mario, pero él la amenazó con quitarle al niño si lo dejaba. Amelia escapó a media noche de esa casa, ¿te imaginas? sola con Pedrito por ese camino de noche y con frío… después no sé qué habrá hecho para salir de ese pueblo tan tarde, para conseguir un auto —Se consternó —. Ese mismo día me buscó y yo la eché de aquí, no pensé que estuviera tan mal con Mario al punto que deseara huir.—Seguramente estará en casa de algún familiar escondida.—Según el detective todos están muy preocupados por ella.—Por qué no vas y hablas con ellos, tal vez te digan algo. —Ignacio se puso de pie.—Tienes razón, voy a la residencia ahora mismo.***Desde que llegó a Houston, Amelia comenzó a buscar un apartamento para alquilar, y consiguió
Ignacio suspendió la agenda del día y viajó a Houston lo antes que le fue posible. Cuando el avión aterrizó y pasó todos los controles del aeropuerto, salió a buscar un taxi que lo condujera al apartamento. Observó el cielo y pensó:"¿De dónde le salió tanta valentía para venir sola a está ciudad tan inmensa; yo jamás lo habría hecho estando en su lugar. Pero Amelia es así, tan frágil y anal vez tan fuerte coló un roble; tal vez por eso jamás podré dejar de amarla. Solo espero que me perdone y me dé otra oportunidad."Tomó un taxi y le dio la dirección al chofer, para que lo llevara al edificio donde sabía que iba a encontrarla.Cuando llegó sacó la llave para abrir la puerta. Iba a introducirla pero se detuvo."No puedo invadirla así de repente, mejor tocó el timbre."Tocó el timbre y esperó un momento, como no hubo respuesta volvió a tocar, pero nadie salió. Se preguntó si tal vez ella no estaba o si no quería abrirle la puerta a nadie; entonces introdujo la llave y abrió la puerta,
Amelia levantó el rostro y miró a Ignacio a los ojos, besó sus labios con ternura.—Te amo con toda mi alma. —Él la sujetó fuerte de la cintura e hizo el intento de cargarla.—No quiero que volvamos a separarnos jamás.—Quiero estar contigo el resto de mi vida. —Quiero que seas mi esposa, y que todos lo sepan; ya no más mentiras ni engaños, y no dejaremos que el pasado nos vuelva a hacer daño. Te amo Amelia Duarte. Como en toda reconciliación, los besos apasionados y las caricias no se hicieron esperar, sus corazones estaban palpitantes de amor y la emoción de estar juntos de nuevo; aunque ahora estaban aún más unidos, porque no había mentiras o verdades ocultas de por medio; ahora eran un par de seres que se amaban a pesar de los problemas que habían atravesado, y se habían perdonado sus errores, porque su amor era aún más grande que la duda y la desconfianza que reinó por un tiempo. Descubrieron que no podían ser felices el uno sin el otro.***Ignacio expuso el caso de Amelia y Pe
Amelia quiso visitar a Rosalía al hospital ese mismo día. Cuando llegó donde ella estaba, Rosalía tenía yesos en sus brazos y en una pierna. En ese momento se encontraba sola, su madre y dos tías que estaban pendientes de ella bajaron a la cafetería. Rosalía estaba cabizbaja, y se sorprendió un poco al ver a Amelia. Se miraron a los ojos.—No esperaba verte llegar.—¿Cómo estás? —Fatal.—Siento mucho lo de tu embarazo. Rosalía volteó levemente su cara hacia otro lado y no respondió nada al respecto. Estaba triste, a la vez avergonzada. Amelia agregó:—Mi tía me contó que Mario era su padre.—Supongo que debes estar muy enojada por eso.—No.—Es tu esposo al fin y al cabo.—Él no me importa, pero tampoco me gustaría que siguieras con él después de lo que te hizo, casi te mata, y mató a su propio hijo antes que naciera… Mario es una mala persona.—Siempre les dije a ti y a Pedro quién era Mario en realidad, y no me creyeron; claro, delante de ti y de tu papá mostraba una cara, y delan
Llegaron a un lindo restaurant. Esa noche Amelia se sintió como una reina, Ignacio se encargó de que todo fuera perfecto. Pidió una copa de vino para él, y para Amelia desde antes había ordenado un cóctel de copa sin alcohol. El mozo sirvió ambas copas, primero le acercó a Amelia la suya, ella la recibió y le dio las gracias con una gran sonrisa, después le entregó a Ignacio la otra. Cuando el mozo se retiró, Ignacio le dijo: —Quiero brindar porque ya soy un hombre libre y porque pronto serás mi esposa. —Con una sonrisa ambos brindaron y bebieron el primer sorbo; luego Amelia le agarró la mano y le dijo: —Yo quiero brindar por ti y por nuestra felicidad. Ahora me siento segura, sin miedos, y sin ninguna duda. Te amo y le doy gracias al cielo porque te pude recuperar —Sus ojos se llenaron de lágrimas —. Creí que nunca estaríamos juntos de nuevo, pero estás aquí, conmigo. —Nunca nos volveremos a separar. —Brindemos. Brindaron y bebieron de sus copas; de pronto Amelia sintió que un
Ignacio entró a la habitación de Amelia lleno de indignación y le dijo:—¿Quién se supone que eres? —La tiró agresivamente sobre la cama, él acababa de descubrir que ella no era en realidad su esposa, sino una usurpadora.—¿De qué hablas?—No te hagas la tonta, ya sé toda la verdad, sé que no eres mi esposa. —Un escalofrío invadió el cuerpo de Amelia.—¡Respóndeme! ¿Quién demonios eres y por qué viniste a llenar mi vida de tantas mentiras? —Amelia se quedó muda y su rostro empalideció.—¿Te vas a quedar callada? ¿Dónde está Silvia? —Ella tomó aire y con una voz temblorosa respondió:—No lo sé, ella me dijo que se iba de vacaciones por un tiempo, pero nunca regresó. —Hubo una paus