Ignacio suspendió la agenda del día y viajó a Houston lo antes que le fue posible. Cuando el avión aterrizó y pasó todos los controles del aeropuerto, salió a buscar un taxi que lo condujera al apartamento. Observó el cielo y pensó:"¿De dónde le salió tanta valentía para venir sola a está ciudad tan inmensa; yo jamás lo habría hecho estando en su lugar. Pero Amelia es así, tan frágil y anal vez tan fuerte coló un roble; tal vez por eso jamás podré dejar de amarla. Solo espero que me perdone y me dé otra oportunidad."Tomó un taxi y le dio la dirección al chofer, para que lo llevara al edificio donde sabía que iba a encontrarla.Cuando llegó sacó la llave para abrir la puerta. Iba a introducirla pero se detuvo."No puedo invadirla así de repente, mejor tocó el timbre."Tocó el timbre y esperó un momento, como no hubo respuesta volvió a tocar, pero nadie salió. Se preguntó si tal vez ella no estaba o si no quería abrirle la puerta a nadie; entonces introdujo la llave y abrió la puerta,
Amelia levantó el rostro y miró a Ignacio a los ojos, besó sus labios con ternura.—Te amo con toda mi alma. —Él la sujetó fuerte de la cintura e hizo el intento de cargarla.—No quiero que volvamos a separarnos jamás.—Quiero estar contigo el resto de mi vida. —Quiero que seas mi esposa, y que todos lo sepan; ya no más mentiras ni engaños, y no dejaremos que el pasado nos vuelva a hacer daño. Te amo Amelia Duarte. Como en toda reconciliación, los besos apasionados y las caricias no se hicieron esperar, sus corazones estaban palpitantes de amor y la emoción de estar juntos de nuevo; aunque ahora estaban aún más unidos, porque no había mentiras o verdades ocultas de por medio; ahora eran un par de seres que se amaban a pesar de los problemas que habían atravesado, y se habían perdonado sus errores, porque su amor era aún más grande que la duda y la desconfianza que reinó por un tiempo. Descubrieron que no podían ser felices el uno sin el otro.***Ignacio expuso el caso de Amelia y Pe
Amelia quiso visitar a Rosalía al hospital ese mismo día. Cuando llegó donde ella estaba, Rosalía tenía yesos en sus brazos y en una pierna. En ese momento se encontraba sola, su madre y dos tías que estaban pendientes de ella bajaron a la cafetería. Rosalía estaba cabizbaja, y se sorprendió un poco al ver a Amelia. Se miraron a los ojos.—No esperaba verte llegar.—¿Cómo estás? —Fatal.—Siento mucho lo de tu embarazo. Rosalía volteó levemente su cara hacia otro lado y no respondió nada al respecto. Estaba triste, a la vez avergonzada. Amelia agregó:—Mi tía me contó que Mario era su padre.—Supongo que debes estar muy enojada por eso.—No.—Es tu esposo al fin y al cabo.—Él no me importa, pero tampoco me gustaría que siguieras con él después de lo que te hizo, casi te mata, y mató a su propio hijo antes que naciera… Mario es una mala persona.—Siempre les dije a ti y a Pedro quién era Mario en realidad, y no me creyeron; claro, delante de ti y de tu papá mostraba una cara, y delan
Llegaron a un lindo restaurant. Esa noche Amelia se sintió como una reina, Ignacio se encargó de que todo fuera perfecto. Pidió una copa de vino para él, y para Amelia desde antes había ordenado un cóctel de copa sin alcohol. El mozo sirvió ambas copas, primero le acercó a Amelia la suya, ella la recibió y le dio las gracias con una gran sonrisa, después le entregó a Ignacio la otra. Cuando el mozo se retiró, Ignacio le dijo: —Quiero brindar porque ya soy un hombre libre y porque pronto serás mi esposa. —Con una sonrisa ambos brindaron y bebieron el primer sorbo; luego Amelia le agarró la mano y le dijo: —Yo quiero brindar por ti y por nuestra felicidad. Ahora me siento segura, sin miedos, y sin ninguna duda. Te amo y le doy gracias al cielo porque te pude recuperar —Sus ojos se llenaron de lágrimas —. Creí que nunca estaríamos juntos de nuevo, pero estás aquí, conmigo. —Nunca nos volveremos a separar. —Brindemos. Brindaron y bebieron de sus copas; de pronto Amelia sintió que un
Ignacio entró a la habitación de Amelia lleno de indignación y le dijo:—¿Quién se supone que eres? —La tiró agresivamente sobre la cama, él acababa de descubrir que ella no era en realidad su esposa, sino una usurpadora.—¿De qué hablas?—No te hagas la tonta, ya sé toda la verdad, sé que no eres mi esposa. —Un escalofrío invadió el cuerpo de Amelia.—¡Respóndeme! ¿Quién demonios eres y por qué viniste a llenar mi vida de tantas mentiras? —Amelia se quedó muda y su rostro empalideció.—¿Te vas a quedar callada? ¿Dónde está Silvia? —Ella tomó aire y con una voz temblorosa respondió:—No lo sé, ella me dijo que se iba de vacaciones por un tiempo, pero nunca regresó. —Hubo una paus
Fue inmensa la decepción de Amelia cuando llegó a su casa y encontró a su prometido desnudo en la cama con su hermanastra. Jamás se le pasó por la mente que Mario fuera capaz de traicionarla después de todo lo que habían pasado juntos por años en la capital mientras ejercían sus estudios universitarios. —¿Qué significa esto? —Gritó de la impresión al verlos. Ellos se sobresaltaron. —Podemos explicar. —Dijo Rosalía con suma tranquilidad. —¿Explicar qué? ¿Qué te estás acostando con mi prometido? —Mario ya no será más tu prometido. —Cállate Rosalía —Dijo Mario—. Eso me corresponde a mí decírselo. —¿Decir qué? —Preguntó Amelia, Rosalía le dijo: —Él me ama a mí y nos vamos a casar. Mario y yo vamos a ser padres. —Amelia miró al que hasta hace unos minutos consideraba que era el hombre de su vida, sentía que su corazón se hacía pedazos. —¿Es eso cierto?—Si Amelia, Rosalía está esperando un hijo mío. —¿Y cuándo me lo pensabas decir? —Pensé que llegarías mañana. Te adelantaste. —P
Durante el noviazgo Ignacio y Silvia se lo pasaban en fiestas y restantes caros, él le daba regalos costosos y paseos en yate. Silvia se sentía muy afortunada, al fin había pescado a un millonario que además era un hombre muy divertido. Ignacio se apresuró en casarse con ella sin conocerla, ignoraba que ella era una cazafortunas, que solo le importaba el dinero y tener una vida llena de extravagancias. Pero Silvia no solo era una cazafortunas, ella escondía un pasado que pondría en peligro a Ignacio y a toda su familia. Dos años atrás ella era la mujer de Marino Calavera. Él era jefe de una de las más poderosas familias de la mafia, un narco muy peligroso que lo único que tenía de bueno era su dinero. Marino tenía consigo a un sobrino llamado Henrry, el cual gustaba de Silvia y ella de él. Ellos no tardaron en meterse a la cama y comenzaron una arriesgada relación amorosa, ella se enamoró perdidamente de Henrry. Cuando el gobierno ofreció una jugosa recompensa por Marino, Henrry
Amelia y su padre llegaron a la capital. Rita recibió con alegría a su hermano.—Ya era hora de que te vinieras a vivir aquí.—Bueno, ya llegué, Amelia me convenció.—Ya verás cómo pronto te vas a adaptar.Rita era viuda y tenía una gran casa que con los años convirtió en residencia. También tenía un puesto de quesadillas el cual era atendido por su hija Lupita y algunos de sus nietos.La venta de quesadillas era una tradición en la familia desde que Pedro y Rita tenían uso de razón; Pedro conocía muy bien las recetas de su madre y su abuela, para él era muy terapéutico trabajar junto a su familia en la labor que desde la niñez aprendió a realizar.Amelia comenzó a buscar empleo, había estudiado administración de empresas. Los empleos que antes le ofrecieron ya hab&