Una semana después.Lucia se miró el conjunto plateado antes de salir de la habitación, sacudió su cabello y salió al encuentro con su esposo, Enrique la besó en los labios y la miró de arriba abajo.—Te ves bellísima.—Gracias, no me tomó nada elegirlo, está muy bonito.—Nos tomarán las fotos y prometo que luego serás libre, podrás ir a la fundación a hacer tus cosas.Lucia se colgó de su cuello y besó sus labios.—Quisiera que hubiésemos estado una semana más de vacaciones.—Yo también lo habría querido, cualquier fin de semana nos escapamos, lo prometo, preciosa.En el acto de juramentación los dos lucieron acaramelados y cariñosos, la familia de ambos estaba entre los presentes, lo que puso nerviosa a Lucia, pues su hermanastra Rosalía no dejaba de acosarla, por petición de Enrique no hablaba con ella.Su padre se acercó.—Padre.—Tanto que lloraste por esto y mírate —dijo sonriendo —, estás bonita, y te ves feliz.—Estoy feliz, pudo ser diferente, pero estoy feliz, padre.Se acerc
Cenaban mientras Enrique le contaba de como había sido su primer día como alcalde, ella pudo darse cuenta de lo mucho que de verdad disfrutaba su vida política.No dejaba de pensar en las palabras de su madrastra. Se había puesto a investigar a Enrique en sitios de chismes en internet: dejaba a una por otra y sin duda andaba con más de una al mismo tiempo, antes, según las fuentes que consultó, pero nada aseguraba que lo hiciera de nuevo.Un rumor en particular la tenía apagada: su hermanastra terminó su compromiso supuestamente por una infidelidad.—¿Desde cuándo conoces a Rosalía? —preguntó.Él se quedó mirándola muy serio, dejó los cubiertos y puso los codos en la mesa.—¿A qué se debe la pregunta? Más o menos desde el mismo tiempo que te conozco a ti y a mi padrino.—¿A mi?—Contigo no hablaba, con ella y Gabriel sí, ¿Por qué la pregunta?Sacudió la cabeza y se encogió de hombros pensando que no le convenía mencionar que su madrastra la fue a ver, no te quería preocupar y parecer u
Un año y medio después...Lucia bajó del avión y la esperaba un auto que la llevaría al hotel donde daría la conferencia y se encontraría con las mujeres afectadas por violencia doméstica. Sacudió su cabello y ajustó su traje de lino.—Bienvenida, señora Aristegui.—Gracias, Claudia, ¿está listo todo?—Sí, podrá reunirse después con las víctimas.—Perfecto —respondió contenta, miró por la ventana de camino al hotel, amaba su vida, su labor, a su esposo, lo que hacían como pareja: él como alcalde y ella como activista, estaba orgullosa de haber podido llevar un paso más allá el trabajo que hacía en la fundación.Sonó su teléfono, era Enrique.—Mi amor, estoy llegando a Mirador. Ya de camino al hotel.—Lucia —dijo nervioso.—¿Qué? ¿Qué pasa?Suspiró hondo.—No revises las redes sociales ahora, regrésate ahora mismo, usarás el avión privado de mi familia, ya van por ti.—¿Qué pasó? ¿Pasó algo con mi padre?—No, no, él está bien, por favor, no mires las redes sociales.Lucia pasó saliva, m
Su casa estaba fuertemente cuidada, la prensa no se acercaría a kilómetros, y fue él quien la recogió del aeropuerto personalmente, fue la primera persona que vio al llegar a la ciudad de vuelta.Él tomó sus manos entre las suyas, sus ojos reflejaban angustia.—Lucia, mi amor, ¿qué pasa? No me gusta verte apagada, hemos pasado ya por cosas similares.—Te acusaron de corrupción, creí en tí, te apoyé, tenías razón y todo quedó al descubierto rápido, pero esto es diferente, si tuviste algo con Rosalía.—Cuando tú y yo no éramos lo que somos ahora.—Te pedí que con ella no.—Ya había pasado, te lo juro, Lucia ¿Por qué querría arruinar lo que teníamos? Siempre me hiciste caso, siempre nos fue bien.Era cierto, pero no dejaba de pensar en su madrastra y en su hermanastra buscándola para contarle algo que ella no dejó que le contaran, que Enrique se encargó de que no contarán, se alejó de ellas para evitarlas porque eran tóxicas y malas con ella.—Cuando ellas me estaban buscando con tanta in
Enrique tenía controlado el escándalo con su equipo, había emitido un comunicado en el que informaba que esas fotos eran anteriores a su relación con su esposa Lucia, quien conocía, además, la relación que él tuvo con su hermanastra.—Listo, señor —dijo una mujer de su equipo —, el comunicado ya fue circulado, y la prensa se está haciendo eco de él.—Me parece bien, es todo lo que necesito.—No se preocupe, ha pasado por peores crisis, esta será superada sin problemas.—Gracias, Marcela.Su hermano Jaime se acercó y se sentó junto a él en el sofá.—¿Qué pasó, Enrique? Te veo demasiado preocupado, no es nada.—¿No es nada? Lucia está mal, la conozco.Su hermano sonrió.—Me da ternura ver como te enamoraste de ella, solo tenías que interpretar un papel, me da gusto que no y que si te enamoraras, ella es una muchacha muy inteligente, y creció con esa bruja de Rosalía, ella sabe como es.—Es lo que me preocupa.—Pero ¿Por qué?—Verás, le mentí a Lucia, después de que acordamos que yo vería
Tres días después.Lucia despertó muy temprano y saltó de la cama, corrió hacia la cocina, allí estaba Gabriel preparando café, con su computadora abierta trabajando. Le sonrió al verla.—Buenos días, Gabriel, creo que es hora de irme, no sé a dónde, pero debo irme.—No seas boba, ¿Qué dices? ¿Qué soñaste?—Llevo tres días aquí, la visita comienza a estorbar después de un tiempo y no es justo que te meta en medio.—Sí, es molesto que Enrique me llame día sí y día también, a toda hora, pero tú no me molestas, estoy feliz de tenerte conmigo, como en los viejos tiempos.Sonrió y lo abrazó.—Eres el mejor.—No, tú eres la mejor, la verdad has cambiado mucho, eres una leona, una mujer muy valiosa, entiendo por qué tu esposo está tan desesperado buscando aclarar las cosas contigo.Lucia bajó la mirada, Enrique rompió su corazón.—Quizás deba volver a esa casa, pero no pienso dormir con él en la misma cama, me siento tan estúpida.Gabriel acarició sus cabellos, le tomó la barbilla con sus ded
Se iba a dar el concierto importante en la arena más grande la ciudad, el concierto los haría recaudar millones de dólares y se esperaba la presencia del alcalde. Lucia lo sabía y hasta había elegido un vestuario para ir.Enrique se acercó a la habitación que ahora ella ocupaba, tocó aún con la puerta abierta, le sonrió de medio lado.—¿Crees que sea conveniente ir? Mi equipo dice que sí, que lo mejor es que nos vean tomados de las manos esta noche.Lucia alzó los hombros.—Me da igual.—A mí no, no haré nada que tú no quieras, mi amor.—No tengo problema en ir —respondió con desdén.—¡Lucia! Mírame, por favor —suplicó. Ella apretó la ropa que revisaba y suspiró, se volvió a verlo.—Estaré lista a la hora apropiada para irnos.—Sé que no actué bien, tenía miedo de perderte, eso quiere ella, alejarnos.—Me voy a bañar, nos vemos ahora —dijo indiferente.Veía la angustia de Enrique, sin embargo, no soportaba haber descubierto sus mentiras, le dolía haber descubierto que su esposo estuvo
Lucia lloraba en la cama. Se había cambiado la ropa elegante por un pijama, y se limpió el rostro con crema para desmaquillar, se peinó el cabello y se metió a su cama a llorar, no quería echarse a la cama acabada y adolorida, no dejaría que la situación se la tragara, si algo había aprendido era a sobreponerse a situaciones adversas, también había descubierto su valor, y de lo que era capaz.No quiso responder a los mensajes de Gabriel, tampoco quiso hablar con su padre o su asistente, se dedicó a llorar diciendo que serían las únicas lágrimas que iba a derramar por su esposo.Enrique entró a su habitación, ella se sobresaltó y se incorporó en la cama con un movimiento brusco.—¡Lucia! ¿Cómo estás?Pasó saliva, se limpió las lágrimas en medio de la oscuridad.—Tratando de dormir —respondió haciéndose la fuerte.—Es una campaña en mi contra, quieren hacerme renunciar, no quieren que aspire a la gobernación.Lucia aspiró aire y lo soltó lentamente, procuraba darse valor.—Qué bueno que