Un año y medio después...Lucia bajó del avión y la esperaba un auto que la llevaría al hotel donde daría la conferencia y se encontraría con las mujeres afectadas por violencia doméstica. Sacudió su cabello y ajustó su traje de lino.—Bienvenida, señora Aristegui.—Gracias, Claudia, ¿está listo todo?—Sí, podrá reunirse después con las víctimas.—Perfecto —respondió contenta, miró por la ventana de camino al hotel, amaba su vida, su labor, a su esposo, lo que hacían como pareja: él como alcalde y ella como activista, estaba orgullosa de haber podido llevar un paso más allá el trabajo que hacía en la fundación.Sonó su teléfono, era Enrique.—Mi amor, estoy llegando a Mirador. Ya de camino al hotel.—Lucia —dijo nervioso.—¿Qué? ¿Qué pasa?Suspiró hondo.—No revises las redes sociales ahora, regrésate ahora mismo, usarás el avión privado de mi familia, ya van por ti.—¿Qué pasó? ¿Pasó algo con mi padre?—No, no, él está bien, por favor, no mires las redes sociales.Lucia pasó saliva, m
Su casa estaba fuertemente cuidada, la prensa no se acercaría a kilómetros, y fue él quien la recogió del aeropuerto personalmente, fue la primera persona que vio al llegar a la ciudad de vuelta.Él tomó sus manos entre las suyas, sus ojos reflejaban angustia.—Lucia, mi amor, ¿qué pasa? No me gusta verte apagada, hemos pasado ya por cosas similares.—Te acusaron de corrupción, creí en tí, te apoyé, tenías razón y todo quedó al descubierto rápido, pero esto es diferente, si tuviste algo con Rosalía.—Cuando tú y yo no éramos lo que somos ahora.—Te pedí que con ella no.—Ya había pasado, te lo juro, Lucia ¿Por qué querría arruinar lo que teníamos? Siempre me hiciste caso, siempre nos fue bien.Era cierto, pero no dejaba de pensar en su madrastra y en su hermanastra buscándola para contarle algo que ella no dejó que le contaran, que Enrique se encargó de que no contarán, se alejó de ellas para evitarlas porque eran tóxicas y malas con ella.—Cuando ellas me estaban buscando con tanta in
Enrique tenía controlado el escándalo con su equipo, había emitido un comunicado en el que informaba que esas fotos eran anteriores a su relación con su esposa Lucia, quien conocía, además, la relación que él tuvo con su hermanastra.—Listo, señor —dijo una mujer de su equipo —, el comunicado ya fue circulado, y la prensa se está haciendo eco de él.—Me parece bien, es todo lo que necesito.—No se preocupe, ha pasado por peores crisis, esta será superada sin problemas.—Gracias, Marcela.Su hermano Jaime se acercó y se sentó junto a él en el sofá.—¿Qué pasó, Enrique? Te veo demasiado preocupado, no es nada.—¿No es nada? Lucia está mal, la conozco.Su hermano sonrió.—Me da ternura ver como te enamoraste de ella, solo tenías que interpretar un papel, me da gusto que no y que si te enamoraras, ella es una muchacha muy inteligente, y creció con esa bruja de Rosalía, ella sabe como es.—Es lo que me preocupa.—Pero ¿Por qué?—Verás, le mentí a Lucia, después de que acordamos que yo vería
Tres días después.Lucia despertó muy temprano y saltó de la cama, corrió hacia la cocina, allí estaba Gabriel preparando café, con su computadora abierta trabajando. Le sonrió al verla.—Buenos días, Gabriel, creo que es hora de irme, no sé a dónde, pero debo irme.—No seas boba, ¿Qué dices? ¿Qué soñaste?—Llevo tres días aquí, la visita comienza a estorbar después de un tiempo y no es justo que te meta en medio.—Sí, es molesto que Enrique me llame día sí y día también, a toda hora, pero tú no me molestas, estoy feliz de tenerte conmigo, como en los viejos tiempos.Sonrió y lo abrazó.—Eres el mejor.—No, tú eres la mejor, la verdad has cambiado mucho, eres una leona, una mujer muy valiosa, entiendo por qué tu esposo está tan desesperado buscando aclarar las cosas contigo.Lucia bajó la mirada, Enrique rompió su corazón.—Quizás deba volver a esa casa, pero no pienso dormir con él en la misma cama, me siento tan estúpida.Gabriel acarició sus cabellos, le tomó la barbilla con sus ded
Se iba a dar el concierto importante en la arena más grande la ciudad, el concierto los haría recaudar millones de dólares y se esperaba la presencia del alcalde. Lucia lo sabía y hasta había elegido un vestuario para ir.Enrique se acercó a la habitación que ahora ella ocupaba, tocó aún con la puerta abierta, le sonrió de medio lado.—¿Crees que sea conveniente ir? Mi equipo dice que sí, que lo mejor es que nos vean tomados de las manos esta noche.Lucia alzó los hombros.—Me da igual.—A mí no, no haré nada que tú no quieras, mi amor.—No tengo problema en ir —respondió con desdén.—¡Lucia! Mírame, por favor —suplicó. Ella apretó la ropa que revisaba y suspiró, se volvió a verlo.—Estaré lista a la hora apropiada para irnos.—Sé que no actué bien, tenía miedo de perderte, eso quiere ella, alejarnos.—Me voy a bañar, nos vemos ahora —dijo indiferente.Veía la angustia de Enrique, sin embargo, no soportaba haber descubierto sus mentiras, le dolía haber descubierto que su esposo estuvo
Lucia lloraba en la cama. Se había cambiado la ropa elegante por un pijama, y se limpió el rostro con crema para desmaquillar, se peinó el cabello y se metió a su cama a llorar, no quería echarse a la cama acabada y adolorida, no dejaría que la situación se la tragara, si algo había aprendido era a sobreponerse a situaciones adversas, también había descubierto su valor, y de lo que era capaz.No quiso responder a los mensajes de Gabriel, tampoco quiso hablar con su padre o su asistente, se dedicó a llorar diciendo que serían las únicas lágrimas que iba a derramar por su esposo.Enrique entró a su habitación, ella se sobresaltó y se incorporó en la cama con un movimiento brusco.—¡Lucia! ¿Cómo estás?Pasó saliva, se limpió las lágrimas en medio de la oscuridad.—Tratando de dormir —respondió haciéndose la fuerte.—Es una campaña en mi contra, quieren hacerme renunciar, no quieren que aspire a la gobernación.Lucia aspiró aire y lo soltó lentamente, procuraba darse valor.—Qué bueno que
Lucia bajó de un imponente auto de lujo y caminó hacia su casa, la casa en la que creció, pero que desde que se casó no visitó más porque estaba llena de mala vibra, negatividad, toxicidad, envidia, mala voluntad.—Señorita, bueno, señora —dijo una de las empleadas, Lucia la besó en la mejilla y le sonrió con amabilidad, esas eran las únicas personas que siempre la trataron bien en esa casa.—¿Cómo está todo? Quiero ver a Rosa.—Está en el patio exterior trasero tomando sol.—¿Y mi padre?—Sigue de viaje, debe de volver pronto.—Iré con Rosa —anunció y caminó hacia el patio exterior, la mujer bebía de una copa y mantenía los ojos cerrados de cara al sol.—Espero que al menos estés usando protector solar —dijo firme.La mujer escupió lo que bebía y abrió los ojos, la miró de reojo, abrió mucho los ojos y se levantó.—Lucia, hija ¿Qué haces por aquí? No te anunciaste, te habría mandado a preparar un desayuno especial, me imagino que estás destrozada por todo lo que estás pasando, haces b
Lucia se dio cuenta de que necesitaba amigas, gente en quien confiar, solo Gabriel estaba para ella, no tenía con quien desahogar sus penas, estaba rodeada de empleados, nunca antes sintió esa necesidad, pues era profundamente feliz con su marido, ahora su marido no era el más confiable y descubrió lo sola que estaba.No quería procesar su nueva situación, supo que necesitaría hablar con Gabriel.Tocaron a la puerta un par de veces de un modo que la hizo reconocer a la persona que estaba detrás de la puerta: Enrique.—Pasa.La puerta se abrió, cruzaron miradas, limpió su rostro de forma instintiva, había estado llorando toda la noche y le costó dormirse, sabía que se vería fatal, tampoco había querido hacer nada, no le apetecía.—No has comido, te traje esto —dijo enseñado una bolsa de su restaurante favorito —, la pasta que te gusta.—No tengo hambre, no me provoca.—Lucia, debemos hablar. No podemos estar así, somos un equipo, no me consigo sin ti.—Necesito que me creas, necesito qu