Se iba a dar el concierto importante en la arena más grande la ciudad, el concierto los haría recaudar millones de dólares y se esperaba la presencia del alcalde. Lucia lo sabía y hasta había elegido un vestuario para ir.Enrique se acercó a la habitación que ahora ella ocupaba, tocó aún con la puerta abierta, le sonrió de medio lado.—¿Crees que sea conveniente ir? Mi equipo dice que sí, que lo mejor es que nos vean tomados de las manos esta noche.Lucia alzó los hombros.—Me da igual.—A mí no, no haré nada que tú no quieras, mi amor.—No tengo problema en ir —respondió con desdén.—¡Lucia! Mírame, por favor —suplicó. Ella apretó la ropa que revisaba y suspiró, se volvió a verlo.—Estaré lista a la hora apropiada para irnos.—Sé que no actué bien, tenía miedo de perderte, eso quiere ella, alejarnos.—Me voy a bañar, nos vemos ahora —dijo indiferente.Veía la angustia de Enrique, sin embargo, no soportaba haber descubierto sus mentiras, le dolía haber descubierto que su esposo estuvo
Lucia lloraba en la cama. Se había cambiado la ropa elegante por un pijama, y se limpió el rostro con crema para desmaquillar, se peinó el cabello y se metió a su cama a llorar, no quería echarse a la cama acabada y adolorida, no dejaría que la situación se la tragara, si algo había aprendido era a sobreponerse a situaciones adversas, también había descubierto su valor, y de lo que era capaz.No quiso responder a los mensajes de Gabriel, tampoco quiso hablar con su padre o su asistente, se dedicó a llorar diciendo que serían las únicas lágrimas que iba a derramar por su esposo.Enrique entró a su habitación, ella se sobresaltó y se incorporó en la cama con un movimiento brusco.—¡Lucia! ¿Cómo estás?Pasó saliva, se limpió las lágrimas en medio de la oscuridad.—Tratando de dormir —respondió haciéndose la fuerte.—Es una campaña en mi contra, quieren hacerme renunciar, no quieren que aspire a la gobernación.Lucia aspiró aire y lo soltó lentamente, procuraba darse valor.—Qué bueno que
Lucia bajó de un imponente auto de lujo y caminó hacia su casa, la casa en la que creció, pero que desde que se casó no visitó más porque estaba llena de mala vibra, negatividad, toxicidad, envidia, mala voluntad.—Señorita, bueno, señora —dijo una de las empleadas, Lucia la besó en la mejilla y le sonrió con amabilidad, esas eran las únicas personas que siempre la trataron bien en esa casa.—¿Cómo está todo? Quiero ver a Rosa.—Está en el patio exterior trasero tomando sol.—¿Y mi padre?—Sigue de viaje, debe de volver pronto.—Iré con Rosa —anunció y caminó hacia el patio exterior, la mujer bebía de una copa y mantenía los ojos cerrados de cara al sol.—Espero que al menos estés usando protector solar —dijo firme.La mujer escupió lo que bebía y abrió los ojos, la miró de reojo, abrió mucho los ojos y se levantó.—Lucia, hija ¿Qué haces por aquí? No te anunciaste, te habría mandado a preparar un desayuno especial, me imagino que estás destrozada por todo lo que estás pasando, haces b
Lucia se dio cuenta de que necesitaba amigas, gente en quien confiar, solo Gabriel estaba para ella, no tenía con quien desahogar sus penas, estaba rodeada de empleados, nunca antes sintió esa necesidad, pues era profundamente feliz con su marido, ahora su marido no era el más confiable y descubrió lo sola que estaba.No quería procesar su nueva situación, supo que necesitaría hablar con Gabriel.Tocaron a la puerta un par de veces de un modo que la hizo reconocer a la persona que estaba detrás de la puerta: Enrique.—Pasa.La puerta se abrió, cruzaron miradas, limpió su rostro de forma instintiva, había estado llorando toda la noche y le costó dormirse, sabía que se vería fatal, tampoco había querido hacer nada, no le apetecía.—No has comido, te traje esto —dijo enseñado una bolsa de su restaurante favorito —, la pasta que te gusta.—No tengo hambre, no me provoca.—Lucia, debemos hablar. No podemos estar así, somos un equipo, no me consigo sin ti.—Necesito que me creas, necesito qu
Enrique no quería salir de la cama, ducharse o ir al trabajo, estaba en medio de una crisis y era el peor momento para echarse a lamentar la situación, pero continuaba atormentado por lo lejos que dejó llegar los rumores y difamaciones.Marcela tocó la puerta de su habitación gritando su nombre.—¡Por favor! Hay trabajo que hacer.Ella abrió la puerta, él alzó la vista y bajó la mirada de nuevo.—Hoy no, hoy quiero descansar.Sería padre y estaba en la peor situación que pudo imaginar con Lucia. Estaba feliz, pero no se sentía cómodo celebrando.Marcela suspiró varias veces.—Lucia, esta lista, está sintiéndose mal por los síntomas de embarazo, no deberías hacerla esperar.Él saltó de la cama y sonrió.—¿Bajó? ¿Lo hará?—Sí, le expliqué que esto calmará las aguas y hará que la prensa sea más amable, a ella la respetan mucho, en las redes sociales la defienden y la cuidan, no dejan que hablen mal de ella, todos se cuidan de eso, así que si anuncia que está embarazada, aumentará el compr
Lucia miró alrededor de la casa donde creció, Rosalía bajaba las escaleras sonriéndole, batió su cabello y se dio una vuelta para que admirara su vestido.—¿Qué tal me veo?—Preciosa, ¿ese vestido lo hizo Gabriel?—No, es de una marca con la que estoy colaborando. Amo a mi hermano, pero siento que a veces me quiere vestir feo.Rosa salió apoyada por un empleado, la sentaron en un sofá con el pie alzado.—Lamento no saludarte apropiadamente, Lucia.—No te preocupes, Rosa, ¿Cómo sigues del esguince?—Me duele, pero pasará.Rosalía la abrazó, Lucia quedó descolocada.—Felicidades por tu embarazo, serás una gran madre.Lucia sonrió con tensión, pasó saliva, la noticia ya era pública.—Gracias.—Seré abuela —gritó Rosa —, y aún soy muy joven.Las tres rieron.—¿Mi papá? ¿Dónde está?Rosa dejó de sonreír.—Trabajando, viajó, vendrá pronto, dijo que te llamaría para felicitarte.Lucia sintió una punzada en el estómago.—¿Está en problemas?—No, bueno, sabes como es. Los negocios a veces falla
Rosalía se despidió de ella fuera del restaurante donde la esperaba Gabriel. Lucia miró al chofer y le pidió que llevará a Rosalía, que ella lo llamaría luego para recogerla.Saludó a las personas que la reconocieron y quisieron acercarse a ella a tomarse fotos y saludarla, vio a Gabriel esperarla de pie, cuando por fin lo alcanzó, él soltó una carcajada.—Lucia la celebridad.—No juegues, es nuevo para mí.—No parece.—Creo que nunca me acostumbraré a ser una figura pública.Se sentaron, él tomó el menú y se lo alcanzó, lo examinó con detenimiento y pidió pasta Alfredo, Gabriel pidió un plato especial con el queso que le gustaba y tomates deshidratados.—Gracias por siempre apoyarme, Gabriel.—Siempre, ¿amiga de Rosalía ahora?—Es la necesidad, después del escándalo, es lo que más conviene.—Amo a mi hermana, pero no soy ciego, sé quién es, ella siempre ha estado enamorada de Enrique, te recomiendo que te andes con cautela.Lucia negó con un gesto.—No cuido hombre, Gabriel, si no me
La puerta se abrió, Enrique corrió a su encuentro, se miraron fijamente, ella desvió la mirada y caminó hacia las escaleras. Él se apresuró a detenerla, le dolía su inferencia, comenzaba a desesperarse ante su negativa a conversar.—¿Dónde estuviste?—Con Rosalía, lo sabías.—¿Solo ella?—Comí con Gabriel, ¿algún problema?—¿A caso quieres dejarme en ridículo? ¿Otra vez Gabriel? ¿Tenías que ir a su casa?Se arrepintió enseguida porque se dejaba en evidencia.Lucia se detuvo, bajó los dos escalones que había subido y lo enfrentó acercándose mucho a él.—¿Me vigilabas?—Tienes protección, es mi deber protegerte.—¿Protegerme o vigilarme?—¿Por qué fuiste a su casa?—Porque hablamos largo y tendido y no podíamos quedarnos más horas en el restaurante, ¿qué no es obvio? ¿O me quieres acusar de infiel para emparejar las cosas?—¿Por qué? ¿Debo preocuparme?—No, él es como mi hermano, ya te lo he dicho, y no soy como tú.—¡Yo no te fui infiel!—No importa, tienes razón, solo soy una esposa po