Lucia miró alrededor de la casa donde creció, Rosalía bajaba las escaleras sonriéndole, batió su cabello y se dio una vuelta para que admirara su vestido.—¿Qué tal me veo?—Preciosa, ¿ese vestido lo hizo Gabriel?—No, es de una marca con la que estoy colaborando. Amo a mi hermano, pero siento que a veces me quiere vestir feo.Rosa salió apoyada por un empleado, la sentaron en un sofá con el pie alzado.—Lamento no saludarte apropiadamente, Lucia.—No te preocupes, Rosa, ¿Cómo sigues del esguince?—Me duele, pero pasará.Rosalía la abrazó, Lucia quedó descolocada.—Felicidades por tu embarazo, serás una gran madre.Lucia sonrió con tensión, pasó saliva, la noticia ya era pública.—Gracias.—Seré abuela —gritó Rosa —, y aún soy muy joven.Las tres rieron.—¿Mi papá? ¿Dónde está?Rosa dejó de sonreír.—Trabajando, viajó, vendrá pronto, dijo que te llamaría para felicitarte.Lucia sintió una punzada en el estómago.—¿Está en problemas?—No, bueno, sabes como es. Los negocios a veces falla
Rosalía se despidió de ella fuera del restaurante donde la esperaba Gabriel. Lucia miró al chofer y le pidió que llevará a Rosalía, que ella lo llamaría luego para recogerla.Saludó a las personas que la reconocieron y quisieron acercarse a ella a tomarse fotos y saludarla, vio a Gabriel esperarla de pie, cuando por fin lo alcanzó, él soltó una carcajada.—Lucia la celebridad.—No juegues, es nuevo para mí.—No parece.—Creo que nunca me acostumbraré a ser una figura pública.Se sentaron, él tomó el menú y se lo alcanzó, lo examinó con detenimiento y pidió pasta Alfredo, Gabriel pidió un plato especial con el queso que le gustaba y tomates deshidratados.—Gracias por siempre apoyarme, Gabriel.—Siempre, ¿amiga de Rosalía ahora?—Es la necesidad, después del escándalo, es lo que más conviene.—Amo a mi hermana, pero no soy ciego, sé quién es, ella siempre ha estado enamorada de Enrique, te recomiendo que te andes con cautela.Lucia negó con un gesto.—No cuido hombre, Gabriel, si no me
La puerta se abrió, Enrique corrió a su encuentro, se miraron fijamente, ella desvió la mirada y caminó hacia las escaleras. Él se apresuró a detenerla, le dolía su inferencia, comenzaba a desesperarse ante su negativa a conversar.—¿Dónde estuviste?—Con Rosalía, lo sabías.—¿Solo ella?—Comí con Gabriel, ¿algún problema?—¿A caso quieres dejarme en ridículo? ¿Otra vez Gabriel? ¿Tenías que ir a su casa?Se arrepintió enseguida porque se dejaba en evidencia.Lucia se detuvo, bajó los dos escalones que había subido y lo enfrentó acercándose mucho a él.—¿Me vigilabas?—Tienes protección, es mi deber protegerte.—¿Protegerme o vigilarme?—¿Por qué fuiste a su casa?—Porque hablamos largo y tendido y no podíamos quedarnos más horas en el restaurante, ¿qué no es obvio? ¿O me quieres acusar de infiel para emparejar las cosas?—¿Por qué? ¿Debo preocuparme?—No, él es como mi hermano, ya te lo he dicho, y no soy como tú.—¡Yo no te fui infiel!—No importa, tienes razón, solo soy una esposa po
La sala era amplia, Enrique estaba sentado junto al presidente del partido absorto en sus pensamientos, hacía una semana que había vuelto a la oficina, ya habían pasado más de quince días desde que Lucia le habló por última vez con más de dos frases, aunque fuera discutiendo, desde ese día ella no le dirigió una palabra más allá de las necesarias.Estaba pasando por una ruptura sin que nadie pudiera comprenderlo, porque su esposa estaba a su lado y esperando un hijo.—Enrique, ¿estás de acuerdo?—Disculpa, León —dijo incorporándose en la silla y mirando al hombre canoso.—Decía que tenemos que aprovechar a nuestra estrella, no es momento para un segundo mandato como alcalde, vas directo a la candidatura de la gobernación, no tengo dudas de estas, listo para más.—Gracias por la confianza. No me molestaría un segundo período como alcalde y madurar más el camino hacia la gobernación.—La gente te quiere, y vas a ser padre, tu mujer está embarazada, para cuando la campaña empiece ella est
Seguían durmiendo en cuartos separados, pero desayunaban juntos, uno que otro día, aunque fuera para la prensa, tomaban la comida juntos, y otra cosa que hacían juntos era la parte favorita de Enrique: ir al médico para las evaluaciones de rutina de Lucia, como ese día que esperaban conocer por fin el sexo del bebé.—¿Estás lista? —preguntó recargado del marco de la puerta de la habitación de Lucia. Ella alzó el rostro y asintió.—Sí, estoy nerviosa —admitió tras sonreír.—¿Quieres saber hoy? ¿Lo dejamos para que sea sorpresa? ¿Quieres que yo sepa?Lucia hizo una mueca de fastidio.—Quiero saber de una vez, si necesitas después podemos fingir una revelación de sexo para la prensa.Enrique se echó a reír.—Has aprendido mucho, coincido, ya quiero saber hoy, realmente quiero lo que tú quieras.Ella sonrió y bajó la cabeza.—Vámonos a la cita con nuestro bebé —dijo.Sentados juntos en la parte de atrás del auto se miraron sin decirse nada, Lucia se había vuelto más abierta con él de nuevo
Enrique no podía contener los nervios, tomó su teléfono para llamar a Lucia, cuando vio con asombro como su chófer se desviaba del camino, miró hacia atrás, se alejaban de los escoltas de su familia, quedaba solo con el de la alcaldía a un lado de él.—Dije que a casa, mi esposa está sola —dijo desesperado.—Lo siento, alcalde.—¿Qué es lo que sientes?, obedece ahora —gritó.Sintió un puntazo en el cuello, se llevó una mano allí, empezó a ver borroso, el sonido de un pitido de fondo lo aturdía, solo podía pensar en Lucia, que estaba sola en casa y que la situación era tensa y confusa, se desplomó.Despertó en una habitación de cuatro por cuatro, estaba acostado sobre una cama de cemento, estaba oscuro, apenas una luz tenue se colaba por una ventana alta, se levantó aturdido y recorrió con las manos las paredes hasta que consiguió una puerta.—¿Quién está ahí? ¡Abran esta m*****a puerta ahora! No saben con quién se han metido —gritó.—¡Cállese, alcalde! La persona interesada en hablar c
Lucia apretó la mano de Gabriel, aún no despertaba, sin embargo, dejaron que lo viera, Enrique se mantenía a su lado.—Ya está fuera de peligro, dijo Rosa.Enrique se quedó mirándola de forma fija, apretó la otra mano de Lucia, quien volvió a verlo y le sonrió.—Gracias por esto, gracias por acompañarme.Él la besó en la mejilla.—Mi amor, nunca te dejaría sola.Rosa alzó la vista y le sonrió a Enrique, se limpiaba unas lágrimas.—Rosa, puede venir un momento, por favor —le pidió para conversar afuera, la mujer aceptó, caminaron hacia al final del pasillo antes de que Enrique le dijera algo, pues él no quería que Lucia escuchara algo, lo último que quería era alterarla en su estado.—Gracias Enrique, por todo, sin tu ayuda no sabríamos como actuar.—¿Dónde está Arsenio? ¿Dónde?La mujer abrió los ojos y se echó hacia atrás, se puso seria, su expresión afligida cambió por una de nerviosismo.—No lo sé, es decir, sí, pero está haciendo unos negocios en Puerto Rico.—¿Negocios de qué? No
Después de bañarse, Lucia se sentó a comer en la habitación de hotel con Enrique, quien seguía inquieto por el descubrimiento del paradero de su padrino y padre de su esposa. No había forma de que Rosa, su esposa, estuviera involucrada.—¿Has sabido de tu padre?—No, Rosa me dice que está de viaje por negocios.—¿Eso te dijo?—Sí, es que no he logrado hablar con él, ella me dice que le llama una vez a la semana que no hay mucha señal dónde está.—Ah, ya veo. Supongo que sí está bien entonces.Lucia asintió, bostezó, Enrique se levantó de la silla y la besó en la frente.—Ve a descansar, deberías estar durmiendo, nos tocó comer tarde, pero ya es hora de que duermas.—Métete a la cama conmigo, por favor.—No salgas del hotel, así te llamen Rosa o Rosalía, por favor, quiero que estés aquí.—Sí, pero acuéstate conmigo.Así lo hizo, se acostó con ella, acarició su cabello, su panza y pensaron en posibles nombres para el futuro bebé hasta que ella se quedó dormida.Salió de la habitación de