Su casa estaba fuertemente cuidada, la prensa no se acercaría a kilómetros, y fue él quien la recogió del aeropuerto personalmente, fue la primera persona que vio al llegar a la ciudad de vuelta.
Él tomó sus manos entre las suyas, sus ojos reflejaban angustia.
—Lucia, mi amor, ¿qué pasa? No me gusta verte apagada, hemos pasado ya por cosas similares.
—Te acusaron de corrupción, creí en tí, te apoyé, tenías razón y todo quedó al descubierto rápido, pero esto es diferente, sí tuviste algo con Rosalía.
—Cuando tú y yo no éramos lo que somos ahora.
—Te pedí que con ella no.
—Ya había pasado, te lo juro, Lucia ¿Por qué querría arruinar lo que teníamos? Siempre me hiciste caso, siempre nos fue bien.
Era cierto, pero no dejaba de pensar en su madrastra y en su hermanastra buscándola para contarle algo que ella no dejó que le contaran, que Enrique se encargó de que no contarán, se alejó de ellas para evitarlas porque eran tóxicas y malas con ella.
—Cuando ellas me estaban buscando con tanta insistencia...
—Te hacen daño, es la misma razón por la que no hemos vuelto a pasar alguna festividad con tu padre, demasiado veneno, no soportan lo que evolucionaste, y odio ver como te quieren echar a menos.
Pasó saliva. Tenía dudas, amaba a su esposo y quería creer en él, pero algo le decía que él le había mentido. Acarició su rostro y le sonrió para tranquilizarlo.
—Está bien, Enrique, lo siento. No estoy pensando con claridad ahora, ha sido muy complicado oír esto, la gente está segura de que me fuiste infiel, porque lo fuiste, ahora quedaré como que perdoné aquello, es muy complicado —dijo, lloró sobre el pecho de su esposo.
—Diré que las fotos son ciertas, pero que son de una época muy anterior, que nosotros no nos habíamos involucrado aún, eso diré.
—Fue el día que ella se regresó a Europa —dijo con la voz quebrada, los ojos llenos de lágrimas y el corazón roto.
—Y pasó antes también, pero no después, te lo juro, cuando me pediste que no viera a esas mujeres, no las vi más, ni a ellas ni a otras, no volví a estar con nadie, deberías saberlo, no salíamos de la cama —dijo y sonrió nervioso.
—Tendré que salir a la calle mientras todos piensan que mi marido me puso los cuernos, no sé si lo resista.
—Hoy mismo haré un comunicado, tu mantente reina, no digas nada, ignora a todos, sé que es difícil, recuerda como actuaste cuando me acusaron de corrupción, mantuviste la cabeza en alto y no dabas declaraciones, ignorabas la situación, debe ser igual ahora ¿Puedes?
Afirmó.
Enrique besó sus cabellos y la abrazó más a él.
—Me duele igual, Enrique.
—No debería, te prometo que no fue cuando iniciamos esta relación maravillosa que tenemos ahora, mi amor. No llores, no quiero verte así, por favor.
—Te creo, estoy contigo, estoy a tu lado, saldremos de esto como hemos salido antes de otras —dijo queriendo convencerse a sí misma, algo le decía en su corazón que había algo más.
—Gracias, mi amor, eres mi fortaleza y mi compañera, sin ti no podría.
—Una cosa más: ¿Hay alguna otra de la que deba saber?
Negó, sonrió y besó sus labios de forma rápida
—No, Lucia. Te lo prometo, no habrá otra noticia como esta.
Lucia decidió creerle, se fue a la habitación que compartían y tras una ducha que usó para relajarse y despejar su mente, se echó a la cama, no acostumbraba a hacer aquello, habría preferido pasar el resto del día con aquellas mujeres que conoció en la conferencia.
Su teléfono sonó, era Gabriel, atendió enseguida manteniéndose a la expectativa.
—Gabriel.
—Lo siento mucho, que desastre, vi las noticias ¿Estás bien?
—Sí, supongo, Enrique se está ocupando, me asegura que pasó antes de que él y yo...ya sabes.
—¿Le crees?
—Sí, le creo.
—Voy a la ciudad, quiero verte y apoyarte, no quiero que estés sola pasando por esto, y, además no te veo desde tu boda.
—Cierto, me va a encantar verte, pero ¿Qué dirá Rosalía? Es tu hermana, se pondrá celosa y no quiero más problemas de verdad.
—No tiene por qué, voy directo a darle su regaño, y quién sabe cómo se filtró esto, no quiero acusarla de nada, no me extrañaría que haya sido ella quién filtró las fotos.
—Ella quería decirme, lo sé, sin embargo como siempre andaba con mala vibra conmigo, la alejé. Quizás sí fue ella, Enrique lo averiguará.
—Esperemos que sí, quiero verte esta tarde, pasaré por ti y te traeré al hotel dónde me quedaré, conversaremos, no quiero que te apagues.
—Estoy bien, gracias de todos modos, me va a encantar verte.
Colgó la llamada y sonrió pensando que su hermanastro siempre estaba pendiente de ella, tenía casi dos años sin verse en persona porque siempre viaja con Enrique para las festividades en la que Gabriel venía a visitar a la familia, su esposo lo hacía para alejarla de su madrastra y de Rosalía, de la negatividad que vivió antes y ella lo agradecía.
Se levantó de la cama y buscó a Enrique que hablaba con su equipo de relaciones públicas en su despacho, no descansaban y notó que incluso comieron allí mismo trabajando.
—Enrique, amor, iré con Gabriel que viene en camino.
—No, ¿A dónde? No me parece prudente que salgas a la calle, que venga para acá él.
—Necesito salir, estaré en su hotel o dónde se quede, me pondré gorra y capucha, no seré yo.
Enrique sonrió y asintió.
—Te hará bien verlo, me alegra que quiera apoyarte a ti y no a su hermana.
—Gabriel nunca ha sido así, él es muy objetivo, siempre me protegió de Rosalía.
Enrique la besó en los labios.
—Ahora te protejo yo, no lo olvides.
—Claro que no, mi amor.
—Me vestiré para esperar a que venga a pasar por mí.
Enrique la abrazó y la besó en la frente.
—Come algo con él, no te quedes sin comer, te vi desanimada, saldremos de esto, como siempre.
—Lo sé —murmuró y subió a vestirse, se puso ropa deportiva y buscó una gorra, no quería ser reconocida, así que se puso también una peluca roja y la recogió en un moño largo, se puso gafas y esperó a su hermanastro.
La chica de servicio le anunció cuando llegó, salió por la puerta de atrás y se subió a su auto, se abrazaron de inmediato, él se le quedó viendo con una sonrisa boba.
—Estás preciosa, Lucia, no te había visto en persona hacía dos años, que bella estás.
Ella se echó a reír.
—Y eso que visto como una loca porque no quiero que me reconozcan, que bello eres halagándome, como siempre.
La besó en la mejilla con intensidad.
—Ya eres toda una mujer, vamos al apartamento que alquilé, al final lo creí más discreto, me contarás todo lo que ha hecho mi hermana.
Ella suspiró y comenzó a contarle sobre el principio de su relación con Enrique y de cómo su hermana se sintió celosa de ella entonces. Le explicó que siempre le hacía comentarios insinuando que ella y Enrique tuvieron que ver, pero que ella lo supo en todo momento.
Llegaron al apartamento alquilado donde se hospedaría Gabriel. El apartamento era de lujo, el ascensor se abría en el mismo apartamento por lo que pudo evitar a la prensa y a los curiosos, se quitó la gorra y las gafas, Gabriel la miró sonriente y se acercó a ella.
—Has florecido, te ves radiante. Supongo que tu matrimonio con Enrique ha ido viento en popa.
—Sí, hasta ahora ha sido así.
—De corazón espero que todo se aclare, he venido personalmente a impedir que mi madre se meta, imaginé que las dos pelearían y conozco a mi mamá.
—Tan bello, Gabriel, no te preocupes, Enrique se ocupa bien de mí.
Levantó el rostro de Lucia con un par de dedos y la miró a los ojos.
—Estás preciosa y siempre has sido tan buena, espero que no esté jugando contigo y que no te sea infiel de verdad, porque te juro que le voy a partir la cara.
Lucia se echó a reir y se colgó de su cuello abrazándolo.
—Me hace bien que estés aquí, te extrañaba, gracias por venir en mi auxilio, te necesitaba.
Él le sobo la espalda.
—Para eso estamos los hermanos mayores.
Quedaron abrazados en medio de la sala, ella suspiró agradecida de que él volará desde Paris a verla y consolarla porque tenía el corazón como una galleta a punto de quebrarse. Quería confiar en su esposo, al mismo tiempo estaba aterrada de descubrir algo que le rompiera el corazón, solo quería sentirse segura como antes y recuperar su felicidad plena.
Su hermanastro acariciaba sus cabellos y la mecía en sus brazos diciéndole que estaba allí para defenderla y ser justo, que no estaba sola y que no debía temer nada.
—Gracias, Gabriel.
Sintió el beso intenso sobre su cabello, sonrió y se abrazó más a él. Tenía que confiar en Enrique, pero antes se iba a permitir tener miedo y sufrir en un ambiente controlado, en Gabriel podía confiar.
Enrique tenía controlado el escándalo con su equipo, había emitido un comunicado en el que informaba que esas fotos eran anteriores a su relación con su esposa Lucia quien conocía, además la relación que él tuvo con su hermanastra.—Listo, señor —dijo una mujer de su equipo —, el comunicado ya fue circulado, y la prensa se está haciendo eco de el.—Me parece bien, es todo lo que necesito.—No se preocupe, ha pasado por peores crisis, esta será superada sin problemas.—Gracias, Marcela.Su hermano Jaime se acercó y se sentó junto a él en el sofá.—¿Qué pasó, Enrique? Te veo demasiado preocupado, no es nada.—¿No es nada? Lucia está mal, la conozco.Su hermano sonrió.—Me da ternura ver como te enamoraste de ella, solo tenías que interpretar un papel, me da gusto que no y que sí te enamoraras, ella es una muchacha muy inteligente, y creció con esa bruja de Rosalía, ella sabe como es.—Es lo que me preocupa.—Pero ¿Por qué?—Verás, le mentí a Lucia, después de que acordamos que yo vería m
Tres días después.Lucia despertó muy temprano y saltó de la cama, corrió hacia la cocina, allí estaba Gabriel preparando café, con su computadora abierta trabajando. Le sonrió al verla.—Buenos días, Gabriel, creo que es hora de irme, no sé a dónde, pero debo irme.—No seas boba, ¿Qué dices? ¿Qué soñaste?—Llevo tres días aquí, la visita comienza a estorbar después de un tiempo y no es justo que te meta en medio.—Sí, es molesto que Enrique me llame día sí y día también, a toda hora, pero tú no me molestas, estoy feliz de tenerte conmigo, como en los viejos tiempos.Sonrió y lo abrazó.—Eres el mejor.—No, tú eres la mejor, la verdad has cambiado mucho, eres una leona, una mujer muy valiosa, entiendo por qué tu esposo está tan desesperado buscando aclarar las cosas contigo.Lucia bajó la mirada, Enrique rompió su corazón.—Quizás deba volver a esa casa, pero no pienso dormir con él en la misma cama, me siento tan estúpida.Gabriel acarició sus cabellos, le tomó la barbilla con sus ded
Se iba a dar el concierto importante en la arena más grande la ciudad, el concierto los haría recaudar millones de dólares y se esperaba la presencia del alcalde. Lucia lo sabía y hasta había elegido un vestuario para ir.Enrique se acercó a la habitación que ahora ella ocupaba, tocó aún con la puerta abierta, le sonrió de medio lado.—¿Crees que sea conveniente ir? Mi equipo dice que sí, que lo mejor es que nos vean tomados de las manos esta noche.Lucia alzó los hombros.—Me da igual.—A mi no, no haré nada que tu no quieras, mi amor.—No tengo problema en ir —respondió con desdén.—¡Lucia! Miráme, por favor —suplicó. Ella apretó la ropa que revisaba y suspiró, se volvió a verlo.—Estaré lista a la hora apropiada para irnos.—Sé que no actué bien, tenía miedo de perderte, eso quiere ella, alejarnos.—Me voy a bañar, nos vemos ahora —dijo indiferente.Veía la angustia de Enrique, sin embargo, no soportaba haber descubierto sus mentiras, le dolía haber descubierto que su esposo estuvo
Lucia lloraba en la cama. Se había cambiado la ropa elegante por un pijama, y se limpió el rostro con desmaquillante, se peinó el cabello y se metió a su cama a llorar, no quería echarse a la cama acabada y adolorida, no dejaría que la situación se la tragara, si algo había aprendido era a sobreponerse a situaciones adversas, también había descubierto su valor, y de lo que era capaz.No quiso responder a los mensajes de Gabriel, tampoco quiso hablar con su padre o su asistente, se dedicó a llorar diciendo que serían las únicas lágrimas que iba a derramar por su esposo.Enrique entró a su habitación, ella se sobresaltó y se incorporó en la cama con un movimiento brusco.—¡Lucia! ¿Cómo estás?Pasó saliva, se limpió las lágrimas en medio de la oscuridad.—Tratando de dormir —respondió haciéndose la fuerte.—Es una campaña en mi contra, quieren hacerme renunciar, no quieren que aspire a la gobernación.Lucia aspiró aire y lo soltó lentamente, procuraba darse valor.—Qué bueno que nuestro m
Lucia bajó de un imponente auto de lujo y caminó hacia su casa, la casa en la que creció, pero que desde que se casó no visitó más porque estaba llena de mala vibra, negatividad, toxicidad, envidia, mala voluntad.—Señorita, bueno, señora —dijo una de las empleadas, Lucia la besó en la mejilla y le sonrió con amabilidad, esas eran las únicas personas que siempre la trataron bien en esa casa.—¿Cómo está todo? Quiero ver a Rosa.—Está en el patio exterior trasero tomando sol.—¿Y mi padre?—Sigue de viaje, debe de volver pronto.—Iré con Rosa —anunció y caminó hacia el patio exterior, la mujer bebía de una copa y mantenía los ojos cerrados de cara al sol.—Espero que al menos estés usando protector solar —dijo firme.La mujer escupió lo que bebía y abrió los ojos, la miró de reojo, abrió mucho los ojos y se levantó.—Lucia, hija ¿Qué haces por aquí? No te anunciaste, te habría mandado a preparar un desayuno especial, me imagino que estás destrozada por todo lo que estás pasando, haces b
Lucia se dio cuenta de que necesitaba amigas, gente en quien confiar, solo Gabriel estaba para ella, no tenía con quien deshogar sus penas, estaba rodeada de empleados, nunca antes sintió esa necesidad pues era profundamente feliz con su marido, ahora su marido no era el más confiable y descubrió lo sola que estaba.No quería procesar su nueva situación, supo que necesitaría hablar con Gabriel.Tocaron a la puerta un par de veces de un modo que la hizo reconocer a la persona que estaba detrás de la puerta: Enrique.—Pasa.La puerta se abrió, cruzaron miradas, limpió su rostro de forma instintiva, había estado llorando toda la noche y le costó dormirse, sabía que se vería fatal, tampoco había querido hacer nada, no le apatecía.—No has comido, te traje esto —dijo enseñado una bolsa de su restaurante favorito —, la pasta que te gusta.—No tengo hambre, no me provoca.—Lucia, debemos hablar. No podemos estar así, somos un equipo, no me consigo sin ti.—Necesito que me creas, necesito que
Enrique no quería salir de la cama, ducharse o ir al trabajo, estaba en medio de una crisis y era el peor momento para echarse a lamentar la situación, pero continuaba atormentado por lo lejos que dejó llegar los rumores y difamaciones.Marcela tocó la puerta de su habitación gritando su nombre.—¡Por favor! Hay trabajo que hacer.Ella abrió la puerta, él alzó la vista y bajó la mirada de nuevo.—Hoy no, hoy quiero descansar.Sería padre y estaba en la peor situación que pudo imaginar con Lucia. Estaba feliz, pero no se sentía cómodo celebrando.Marcela suspiró varias veces.—Lucia esta lista, está sintiendose mal por los sintomas de embarazo, no deberías hacerla esperar.Él saltó de la cama y sonrió.—¿Bajó? ¿Lo hará?—Sí, le expliqué que esto calmará las aguas y hará que la prensa sea más amable, a ella la respetan mucho, en las redes sociales la defienden y la cuidan, no dejan que hablen mal de ella, todos se cuidan de eso, así que si anuncia que está embarazda, aumentará el compro
Lucia miró alrededor de la casa dónde creció, Rosalía bajaba las escaleras sonriendole, batió su cabello y se dio una vuelta para que admirara su vestido.—¿Qué tal me veo?—Preciosa, ¿ese vestido lo hizo Gabriel?—No, es de una marca con la que estoy colaborando. Amo a mi hermano, pero siento que a veces me quiere vestir feo.Rosa salió apoyada por un empleado, la sentaron en un sofá con él pie alzado.—Lamento no saludarte apropiadamente, Lucia.—No te preocupes, Rosa ¿Cómo sigues del esguince?—Me duele, pero pasará.Rosalía la abrazó, Lucia quedó descolocada.—Felicidades por tu embarazo, serás una gran madre.Lucia sonrió con tensión, pasó saliva, la noticia ya era pública.—Gracias.—Seré abuela —gritó Rosa —, y aún soy muy joven.Las tres rieron.—¿Mi papá? ¿Dónde está?Rosa dejó de sonreír.—Trabajando, viajó, vendrá pronto, dijo que te llamaría para felicitarte.Lucia sintió una punzada en el estómago.—¿Está en problemas?—No, bueno, sabes como es. Los negocios a veces falla