¡No puedes hacer eso!

Kian gruñó peligrosamente pero Dana lo ignoró

—¡No puedes hacer eso! —rugió Kian

—Es increíble lo cínico que eres —se carcajeó ella sin humor girando alrededor de su cuerpo—. ¿Crees que tienes algún derecho sobre mí cuando te casaste con otra que ahora mismo está llevando a tu cachorro? No seas absurdo.

—Dana…

—No me interesa escuchar estas estupideces. Estás aquí por otra cosa.

Él trató de calmar su histeria y furor pero eso no era algo sencillo.

No cuando ella acababa de insinuarle que su marca ya no estaría donde pertenecía, sobre su cuello. Y solo había una manera para deshacerse de ella. Por lo visto ya Dana había averiguado cómo hacerlo y eso era si otro macho la mordía sobre su marca reemplazando la suya.

—Tendrás que jodidamente matarme si crees que permitiré eso.

Dana lo empujó abruptamente mientras se enfureció mucho más.

—¡Desde ahora te aviso que no me tiembla el pulso, además de que no tienes ningún derecho sobre mí!

—¡Eres mía!

Dana se rió negando con la cabeza.

—Estás l
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