No tientes tu suerte

Aris entró a su casa sumamente tenso.

Los había seguido a lo lejos dándose cuenta de que Zakiel no había llevado a Diana a su casa sino que la había llevado al Este.

Un instinto posesivo quería apoderarse de él. Próximamente sería su cumpleaños y podría descubrir a su lobo pero estaba casi seguro que era este en su interior intentando llegar a la hembra que siempre había considerado suya.

Se detuvo en seco al escuchar la melodiosa risa que se clavó en su pecho profundamente. Siempre había sido su sonido favorito. De hecho, todo lo que tuviera que ver con Diana lo era, aunque jamás lo dijera en voz alta al considerarlo una debilidad. Sin embargo, no podía evitar sentir envidia cuando era otro quien provocaba su risa. Siempre se había sentido celoso de la conexión de Diana con su hermano.

—Maldita sea, ¿Por qué demonios la trajo aquí?

Echo una furia llegó en dos zancadas a la habitación de su hermano menor y abrió la puerta de golpe encontrándose con la imagen de Diana sentada sobre la
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