LA MANADA DEL OESTE
—Antes de morir, ¿Cuáles son tus últimas palabras, mi querida sobrina?
Veo ese brillo asesino en sus pupilas mientras levanta sus garras tratando de encajarlas en mi piel para robarme mi último suspiro, como lo hizo con mis padres. Y pronto, una sonrisa maliciosa se extiende por su cara.
—¡Vas a pagar por esto, haré que te arrepientas!
—¿De verdad?
Está burlándose de mí, pero no le respondo. Sin que lo espere, levanto mi pierna golpeándolo fuerte con mi pie justo en la garganta logrando dejarlo sin respiración por unos segundos.
Enseguida ruedo mi cuerpo por la tierra apartándome de él mientras me pongo de pie en el acto sin volver a mirar en su dirección.
Esta puede ser mi última oportunidad y no voy a perderla.
Estás cerca de tu destino, Dana.
—¡Voy a matarte!
El vello se me eriza sabiendo lo cerca que está.
Soy débil en comparación a él. Un Omega que ha ido a la guerra más veces de las que soy capaz de contar mientras que yo ni siquiera tengo a mi loba aún. Sin embargo, yo no dejo de luchar.
Sus dedos se clavan en mi cuero cabelludo tirando del pelo logrando que gimiera de dolor, pronto me patea la pierna tirándome al suelo.
Jadeo sintiendo el sabor a hierro en mi boca partida. Pero no se detiene ahí, no para de golpearme sin piedad, cada parte de mi cuerpo duele por su crueldad, al mismo tiempo que la sangre cae silenciosa hasta el frío suelo empapándolo.
—Eres patética Dana, ¿Cómo creías que podrías gobernar el reino siendo una Omega tan pusilánime? Nadie te quiere en nuestra manada. Eres débil, una verdadera vergüenza para los nuestros. Al morir, todos en la manada se darán por satisfechos al no tenerte como gobernante. No eres más que basura, me desharé de ti.
La niña dentro de mí quiere llorar por la crueldad de mi tío Owen. El mismo que siempre creí era mi segundo padre ahora me maldecía y quería acabar con mi vida por sus ansias de poder.
Pero la hembra adulta que soy no se doblega.
—Mereces morir tanto o más que tus padres.
Sus palabras me llenan de rabia mientras atraviesa con sus garras mi espalda como el traidor que es, marcando mi piel con brutalidad.
Se fuerte, levántate Dana, él te encontrará.
Me aparto de sus garras intentando que la herida no sea más profunda de lo que ya es.
—Nunca serás el gobernante de la manada del Oeste —aseguro con voz temblorosa.
Con las pocas fuerzas que me quedan doy un duro golpe en su entrepierna alejándome una vez más de su agarre y me echo a correr escuchando su aullido de dolor.
No falta mucho.
—¡Ahora sí firmaste tu sentencia de muerte, m*****a. Voy a hacer que te arrepientas por esto!
Ahora mismo solo tengo dos opciones. Morir en sus manos o cruzar los límites de la manada del Norte.
Sé que no me queda demasiado tiempo para llegar pues conozco a la perfección mis tierras.
—¡Detente!
—¡Nunca!
Acelero sin aliento viendo los límites al fin.
Solo un demente se adentraría al reino Norte pues su gobernante es el Alfa más cruel que ha pisado los cuatro reinos. Un asesino a sangre fría que mata por placer. O eso solía decir todo el que se encontraba con aquel macho.
—¡Dana!
De reojo puedo ver como estira su mano en mi dirección probablemente buscando detenerme para matarme él mismo pero yo no le doy esa opción.
Mi visión se nubla ligeramente por la pérdida considerable de sangre que he tenido aunque me las arreglo para acelerar el paso. Mis piernas parecen hechas de gelatina pero agradezco a la diosa luna siempre haber sido tan rápida o ya estaría muerta ahora mismo.
—¡¿Estás loca?!
En el momento que mis pies invaden los límites de la manada del Norte es cuando dejo que mi cuerpo se desplome y experimento una debilidad fatal.
Oh diosa, estoy muriendo.
Las heridas que me provocó Owen son profundas y acabarán mal a menos que pueda combatir el veneno de sus garras rapaces.
Sonrío ladinamente mirando hasta donde estaba parado observándome con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, podía esperarme una muerte segura, pero al menos no moriría en sus traidoras manos.
—Nunca te daré la satisfacción de matarme, seré la causa de tu muerte. Acabaré contigo —prometí como si no estuviera muriéndome.
Él sonríe con maldad pero sin atreverse a dar un paso en mi dirección. Sabía que no lo haría porque un cobarde como él jamás desafiaría al Alfa del Norte entrando a su manada sin permiso.
Mucho menos sin refuerzos.
—Estás muerta.
Veo como huye al escuchar un montón de pasos viniendo en mi dirección.
Mi respiración cada vez se hace más suave, mi visión, borrosa, estoy tan mareada que siento que todo está dando vueltas. Parpadeo intentando mantenerme consciente, probablemente el Alfa del Norte me matará tan pronto como me vea pero aún así mantengo mi esperanza, quizás pueda hacerlo mi aliado.
Los pasos se detienen mientras escucho un gruñido que me pone la piel de gallina.
Algo pareció cambiar aunque no estuve segura de lo que fue pues yo estaba demasiado aturdida. Mi cabeza cae a un lado sin fuerzas, el cabello cubre mi rostro apenas dejándome ver algo.
Necesito ver al Alfa Kian, pedir su ayuda ante la traición cruel de mi tío quien planea apoderarse de mi manada.
En mi campo de visión aparecen un par de botas masculinas provocando que un poco de esperanza creciera.
No puedo ver de quién se trata por lo débil que me siento, estoy segura que fue la adrenalina lo que provocó que antes corriera tan rápido y tuviera la fuerza para seguir.
—P-por fa-avor, ayúdame s-señor.
Me agarré a su bota con mis últimas fuerzas pero entonces todo se volvió oscuridad, sin saber lo que pasaría a continuación pues mi vida estaba a punto de cambiar.
El Alfa completamente tenso por aquel atrevido toque y todos se congelaron mirando las manos que agarraban con fuerza la bota del Alfa.Todos sintieron pena por el atrevido intruso.Pues nadie podía tocar a su peligroso líder, ni siquiera una bota, y mucho menos una mujer.El Beta fue el primero en reaccionar, agachándose para retirar las manos de la mujer y comprobar sus constantes vitales, pero pronto negó con la cabeza.—Alfa, se está muriendo.Alfa Kian bajó los ojos mientras escrutaba fríamente a la intrusa, una mujer moribunda que había cruzado sus límites.Levantó la mano dispuesto a que el Beta se deshiciera de ella, pero con la mano congelada en el aire se quedó inmóvil al notar que aún inconsciente ella se movió y su cabello se apartó de su rostro mostrando sus rasgos femeninos.Los machos que lo acompañaban quedaron paralizados ante la belleza majestuosa de la hembra, pero el Alfa frunció ligeramente el ceño sin apartar aquellos ojos de la intrusa.No era la primera vez que
—Ni siquiera pudiste defenderte de un lobo de clase baja y aún así planeas gobernar —bufa las palabras deslizándose detrás de mí.Después de que me trajera a esta habitación es lo único que ha dicho, estoy frustrada pues sé que tiene algo de razón.La tensión entre nosotros es palpable pero aumenta de nivel al sentirlo rozar la piel de mi espalda. Intento girarme para mirarlo. El siguiente movimiento de su parte me eriza la piel provocando que me detenga en el acto. Rompe mi vestido dejando mi espalda desnuda ante sus ojos.—No te muevas —ordenó con voz de Alfa.Está acostumbrado a mandar y por más que yo sea una Omega no estoy acostumbrada a obedecer pues crecí en la realeza Omega, alejada de los Alfas. Sin embargo, estoy paralizada tal y como si él hubiera puesto un hechizo sobre mí.Siento su poder y es inquietante.La yema de sus dedos roza mi carne vulnerable por el ataque de Owen y luego siento que vierte algo en mis heridas.—¿Alfa? ¿Estás curándome?La sangre de Alfa era curat
Empujo mis manos en su pelaje pero él me gruñe enterrando su húmeda nariz en mi cuello. Contengo un gemido asustada al sentirlo lamer mi piel.—¡No!El lobo no tarda en cambiar a su forma humana quedando completamente desnudo encima de mí.Sin poder evitarlo examino sus abdominales marcados pero me apresuro a subir la mirada a sus orbes las cuales me miran fulminantes.—¿Qué demonios pretendías, Omega?¡¡¡ALFA KIAN!!!—Solo estaba caminando…—¡¿Crees que soy un idiota?! ¡Puedo oler tu malditas feromonas como cualquier macho que esté cerca! ¡Estás provocándonos!Golpea el suelo a mi lado causando que salte jadeando por la sorpresa y nuestros cuerpos se tocan enseguida.El Alfa aprieta la mandíbula, puedo ver un músculo palpitando en esta. Pero lo que me desconcierta es la dureza que siento contra mi vientre. Al darme cuenta de lo que es mis mejillas enrojecen irremediablemente y mis ojos se dirigen a esa zona pero él no me deja mirarlo sosteniendo mi rostro con su inmensa mano.—Jamá
—Alfa Kian ¿Dejarás que me vaya? —susurro acostada a un lado de él.Miro hacia el cielo estrellado y siento que él me observa de una manera tan inquietante pero aún así no me giro a verlo.—Nunca.Su respuesta gélida es algo que ya me esperaba, aún así la odio tanto como a él.O eso es lo que me digo para mantener mi orgullo intacto, sin embargo, es ridículo pensar que me queda algo de orgullo cuando me he convertido en la amante de mi captor.—Vístete, tenemos que irnos.Él ya se había levantado mientras divagaba así que no me quedó otra que obedecer.Ni siquiera sabía cómo actuar a partir de ese momento pero el Alfa me enseñó mi lugar nada más llegar a la manada.—Lidia, dale a mi doncella lo que te pedí.Su doncella.Al menos es un título más honroso que el de amante.Pensé con amargura.La mujer asintió con efusividad pero cuando él se desapareció por el pasillo su expresión cambió. Ya no era la mujer dócil de hace segundos.Las otras mujeres que quedaban en la cocina me miraban y