La compañera secreta del Alfa: ¡los cachorros son míos!
La compañera secreta del Alfa: ¡los cachorros son míos!
Por: PayperLee
Tu destino

LA MANADA DEL OESTE

—Antes de morir, ¿Cuáles son tus últimas palabras, mi querida sobrina?

Veo ese brillo asesino en sus pupilas mientras levanta sus garras tratando de encajarlas en mi piel para robarme mi último suspiro, como lo hizo con mis padres. Y pronto, una sonrisa maliciosa se extiende por su cara.

—¡Vas a pagar por esto, haré que te arrepientas!

—¿De verdad?

Está burlándose de mí, pero no le respondo. Sin que lo espere, levanto mi pierna golpeándolo fuerte con mi pie justo en la garganta logrando dejarlo sin respiración por unos segundos. 

Enseguida ruedo mi cuerpo por la tierra apartándome de él mientras me pongo de pie en el acto sin volver a mirar en su dirección.

Esta puede ser mi última oportunidad y no voy a perderla.

Estás cerca de tu destino, Dana.

—¡Voy a matarte!

El vello se me eriza sabiendo lo cerca que está.

Soy débil en comparación a él. Un Omega que ha ido a la guerra más veces de las que soy capaz de contar mientras que yo ni siquiera tengo a mi loba aún. Sin embargo, yo no dejo de luchar. 

Sus dedos se clavan en mi cuero cabelludo tirando del pelo logrando que gimiera de dolor, pronto me patea la pierna tirándome al suelo. 

Jadeo sintiendo el sabor a hierro en mi boca partida. Pero no se detiene ahí, no para de golpearme sin piedad, cada parte de mi cuerpo duele por su crueldad, al mismo tiempo que la sangre cae silenciosa hasta el frío suelo empapándolo.

—Eres patética Dana, ¿Cómo creías que podrías gobernar el reino siendo una Omega tan pusilánime? Nadie te quiere en nuestra manada. Eres débil, una verdadera vergüenza para los nuestros. Al morir, todos en la manada se darán por satisfechos al no tenerte como gobernante. No eres más que basura, me desharé de ti.

La niña dentro de mí quiere llorar por la crueldad de mi tío Owen. El mismo que siempre creí era mi segundo padre ahora me maldecía y quería acabar con mi vida por sus ansias de poder.

Pero la hembra adulta que soy no se doblega.

—Mereces morir tanto o más que tus padres.

Sus palabras me llenan de rabia mientras atraviesa con sus garras mi espalda como el traidor que es, marcando mi piel con brutalidad.

Se fuerte, levántate Dana, él te encontrará.

Me aparto de sus garras intentando que la herida no sea más profunda de lo que ya es.

—Nunca serás el gobernante de la manada del Oeste —aseguro con voz temblorosa.

Con las pocas fuerzas que me quedan doy un duro golpe en su entrepierna alejándome una vez más de su agarre y me echo a correr escuchando su aullido de dolor.

No falta mucho.

—¡Ahora sí firmaste tu sentencia de muerte, m*****a. Voy a hacer que te arrepientas por esto!

Ahora mismo solo tengo dos opciones. Morir en sus manos o cruzar los límites de la manada del Norte.

Sé que no me queda demasiado tiempo para llegar pues conozco a la perfección mis tierras.

—¡Detente!

—¡Nunca!

Acelero sin aliento viendo los límites al fin.

Solo un demente se adentraría al reino Norte pues su gobernante es el Alfa más cruel que ha pisado los cuatro reinos. Un asesino a sangre fría que mata por placer. O eso solía decir todo el que se encontraba con aquel macho.

—¡Dana!

De reojo puedo ver como estira su mano en mi dirección probablemente buscando detenerme para matarme él mismo pero yo no le doy esa opción.

Mi visión se nubla ligeramente por la pérdida considerable de sangre que he tenido aunque me las arreglo para acelerar el paso. Mis piernas parecen hechas de gelatina pero agradezco a la diosa luna siempre haber sido tan rápida o ya estaría muerta ahora mismo.

—¡¿Estás loca?!

En el momento que mis pies invaden los límites de la manada del Norte es cuando dejo que mi cuerpo se desplome y experimento una debilidad fatal.

Oh diosa, estoy muriendo.

Las heridas que me provocó Owen son profundas y acabarán mal a menos que pueda combatir el veneno de sus garras rapaces.

Sonrío ladinamente mirando hasta donde estaba parado observándome con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, podía esperarme una muerte segura, pero al menos no moriría en sus traidoras manos.

—Nunca te daré la satisfacción de matarme, seré la causa de tu muerte. Acabaré contigo —prometí como si no estuviera muriéndome.

Él sonríe con maldad pero sin atreverse a dar un paso en mi dirección. Sabía que no lo haría porque un cobarde como él jamás desafiaría al Alfa del Norte entrando a su manada sin permiso.

Mucho menos sin refuerzos.

—Estás muerta.

Veo como huye al escuchar un montón de pasos viniendo en mi dirección. 

Mi respiración cada vez se hace más suave, mi visión, borrosa, estoy tan mareada que siento que todo está dando vueltas. Parpadeo intentando mantenerme consciente, probablemente el Alfa del Norte me matará tan pronto como me vea pero aún así mantengo mi esperanza, quizás pueda hacerlo mi aliado.

Los pasos se detienen mientras escucho un gruñido que me pone la piel de gallina.

Algo pareció cambiar aunque no estuve segura de lo que fue pues yo estaba demasiado aturdida. Mi cabeza cae a un lado sin fuerzas, el cabello cubre mi rostro apenas dejándome ver algo.

Necesito ver al Alfa Kian, pedir su ayuda ante la traición cruel de mi tío quien planea apoderarse de mi manada.

En mi campo de visión aparecen un par de botas masculinas provocando que un poco de esperanza creciera.

No puedo ver de quién se trata por lo débil que me siento, estoy segura que fue la adrenalina lo que provocó que antes corriera tan rápido y tuviera la fuerza para seguir.

—P-por fa-avor, ayúdame s-señor.

Me agarré a su bota con mis últimas fuerzas pero entonces todo se volvió oscuridad, sin saber lo que pasaría a continuación pues mi vida estaba a punto de cambiar.

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