Lo imbécil que había sido

Aris la aferraba a él como una segunda piel mientras corría de vuelta a su manada.

Ignoró las miradas llenas de sorpresa porque llevara a la hembra inconsciente.

La única preocupación que tenía era que Diana estuviera bien.

—¡Llamen a la curandera, ahora! —rugió él con voz de Alfa.

Sentía que en cualquier momento su corazón se saldría de su pecho.

Muchos lobos corrieron para acatar su orden al mismo tiempo que él entraba a la casa.

Bajó su preocupada mirada hacia ella notando la palidez en sus perfectos rasgos.

Su pelo oscuro y abundante caía enmarañado, por su frente había caído un hilo de sangre que lo preocupaba demasiado.

Sabía que ella era una hembra fuerte, pero era su hembra y siempre se preocuparía por ella, Diana era lo mejor que tenía en la vida, incluso aunque no lo admitiera le encantaba su juego de provocación porque ella mantenía siempre sus ojos sobre él.

Y cuando despertara iba a decírselo.

Iba a hacerle a entender lo importante que era para él.

Lo mucho que la necesit
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