59GabrielEstaba sentado junto a la cama de mi madre, observando cómo la luz del mediodía se filtraba por las persianas del hospital. Mamá estaba despierta, pero débil. Apenas había abierto los ojos el día anterior después de días de incertidumbre. Mi preocupación era evidente, aunque intentaba mantener una actitud tranquila para no inquietarla.En ese tiempo no quería mencionar a Zaira por miedo a agravar el estado de salud de mi madre con recuerdos y emociones negativas. Aunque sabía que no era una solución a largo plazo.La puerta se abrió de manera suave, y al mirar, vi entrar a Camila Rexton, una joven conocida por su familia tradicional y su aire siempre impecable. Sostenía un tupper de aluminio en sus manos, como si llevara un tesoro.—Señora Anaiza, le traje un rico caldo de pollo con muchas verduras nutritivas —dijo con una sonrisa dulce, deteniéndose junto a la cama.—Hola, muchacha. Pasa, pasa —respondió mi madre con voz débil pero agradecida.Camila se acercó, colo
60ZairaEl hombre que se presentó como Adrián me sacó de aquel lugar caótico y me llevó a un hotel. Intenté disuadirlo, diciendo que no era necesario, pero su insistencia fue inquebrantable.—Descansa. Luego podemos ir a un lugar más seguro —dijo con una mirada compasiva que no esperaba.—Está bien —acepté a regañadientes, aunque agregué en tono firme—, pero le tomaré una foto al hotel y a tu auto.Adrián rio entre dientes.—No hay problema. Haz lo que te haga sentir segura —sus palabras me hicieron sentir segura.Su actitud, aunque ligeramente relajada, resultaba tranquilizadora. Antes de subir a mi habitación, le envié un mensaje a Selena, informándole dónde estaba, quién me acompañaba, y actualizándola sobre lo ocurrido en la acera de su edificio. Me respondió con un simple: “Está bien, cuídate y avísame si pasa algo”Cuando llegué a mi habitación, el cansancio acumulado me venció de inmediato. Era espaciosa, sencilla y, lo más importante, solo yo tenía la llave. Me tumbé e
61Selena Llevar a mi amiga al aeropuerto fue lo más difícil que he tenido que hacer en toda mi vida. Ella es como mi otra mitad, y no tenerla cerca será duro para mí. Traté de no llorar cuando la vi embarcar, pero una vez que desapareció entre la multitud, me derrumbé en una silla cercana, incapaz de contener más las lágrimas.—¿Está bien? —me preguntó una anciana que se sentó a mi lado.Levanté la vista y forcé una sonrisa.—Sí... es que mi amiga se fue de viaje.—Oh, no se preocupe, seguro que es una nueva etapa para ella —dijo con amabilidad mientras sacaba un caramelo del bolsillo de su abrigo—. Tome.Acepté el dulce, más por cortesía que por gusto, y lo metí en mi boca, esperando que el sabor calmara un poco mi ansiedad. La anciana me miró con una sonrisa cálida, y cuando me sentí emocionalmente más tranquila, me levanté para irme. Sin embargo, apenas di unos pasos, un mareo intenso me invadió.Me detuve en seco, tambaleándome mientras intentaba enfocar mi vista. Giré pa
62Selena la miró con ojos desorbitados, pero no respondió. Su corazón latía tan rápido que temía que se detuviera en cualquier momento.—¡Siguiente! —rugió el hombre calvo y tatuado desde el otro lado de la cortina.La primera mujer salió, sosteniendo su cabeza en alto como si estuviera acostumbrada a este tipo de humillaciones. Selena intentó retroceder, pero la mano del guardia en su espalda la mantuvo en su lugar.—Tranquila, princesa, todavía no es tu turno. Eres la penúltima —le susurró con una sonrisa burlona.El tiempo parecía moverse a una velocidad insoportable. Una tras otra, las mujeres desfilaban frente a los ojos hambrientos de los compradores. Los gritos de las pujas resonaban en el salón, mezclándose con las risas y comentarios de los asistentes.Cuando finalmente anunciaron su turno, sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.—¡La penúltima pieza de la noche! —dijo una voz masculina al micrófono, con un tono casi festivo—. Una joya única. Mírala, temblan
63GabrielEl whisky ardía en mi garganta, pero no lo suficiente para silenciar el caos en mi mente. Me había encerrado en mi oficina, refugiándome en el trabajo como un cobarde. Cada vez que cerraba los ojos, la veía a ella: Zaira. Su rostro lleno de lágrimas, su mirada rota, su espalda alejándose de mí.¡Maldición!Intentaba convencerme de que esto era lo mejor. De que alejarme era lo correcto, pero ¿a quién engañaba? Todo en mí quería correr tras ella, buscarla, decirle que…La puerta se abrió de golpe, sacándome de mis pensamientos. Era Adrián, entrando sin esperar permiso.—¿Qué demonios haces aquí? —le solté, más brusco de lo que pretendía. Me levanté de la silla y lo fulminé con la mirada—. Se supone que deberías estar cuidando a Zaira.Adrián no respondió de inmediato. Algo en su expresión me puso en alerta, un nudo empezó a formarse en mi estómago.—Señor… ella escapó —dijo con labios pálidos.Las palabras golpearon como un puñetazo en el pecho. Sentí que el aire me f
64Un pensamiento me golpeó de lleno, helándome la sangre.—¿Y si no se fue por su cuenta? —pregunté en voz alta, mirándolo directamente a los ojos.Adrián frunció el ceño.—Señor, no encontré señales de que algo violento haya ocurrido en la habitación de la señorita Zaira, no sé que la hizo huir. Su habitación estaba en orden, no había nada sospechoso —me explica Adrián.—No me importa lo que no viste. Si alguien la tomó, si alguien está… —Me detuve. La idea era insoportable, pero también posible. Zaira era lo suficientemente hermosa para llamar la atención de personas equivocadas, y yo había visto el tipo de basura que acechaba en las sombras de esta ciudad.Agarré mi chaqueta y me la puse de un tirón.—Prepárate, Adrián. Vamos a revisar cada maldito rincón de esta ciudad si es necesario —exigió, su temperamento fuera de control.—¿Dónde empezamos, señor? —pregunta indeciso.—En el hotel —respondí con firmeza—. Y si no quieren cooperar, encontraremos una forma de hacer que
65.ZairaSollozaba sin parar, mirando por la pequeña ventanilla del avión. Las luces de la ciudad abajo parecían pequeñas manchas difusas a través de las lágrimas que no dejaban de caer. Sentía que el pecho me ardía, como si alguien lo estuviera aplastando con fuerza, y por más que intentaba tranquilizarme, no podía.Entonces, un pañuelo apareció frente a mí.Parpadeé confundida, levanté la cabeza y me encontré con un rostro vagamente familiar.—Es muy triste ver a una señorita llorar —dijo el hombre con una voz suave, tendiéndome el pañuelo.Lo miré un par de segundos antes de que mi mente hiciera clic.—¿Hudson? —pregunté, atónita, mientras le tomaba el pañuelo casi sin pensarlo.Él sonrió. Era una de esas sonrisas cálidas, que tienen el poder de calmar un poco el caos interno.—Veo que me recuerdas —respondió con una risita ligera, aunque luego me miró con una ceja levantada, fingiendo molestia—. Pero voy a ofenderme un poco porque no recuerdas dónde nos conocimos.Fruncí
66Zaira Llamé a Selena en cuanto llegué al aeropuerto de Panamá, donde tenía una escala de dos horas antes de tomar mi vuelo a Alemania. Sin embargo, el teléfono sonaba una y otra vez sin respuesta.—Qué raro… —murmuré para mí misma, sintiendo un nudo de preocupación formarse en mi pecho.Intenté llamarla varias veces más, pero cada intento terminaba igual, con el tono de ocupado devolviendo la misma frustrante respuesta.—¿Todo está bien? —La voz de Hudson interrumpió mis pensamientos. Al voltear, lo vi acercarse con dos vasos de café en las manos.—Mi amiga no responde… —respondí con una mueca, la preocupación evidente en mi rostro.—Bueno, la zona horaria es diferente. Puede que esté dormida, ¿no? —dijo con tranquilidad, encogiéndose de hombros como si fuera lo más lógico del mundo.—Sí, es cierto… Estoy pensando demasiado —dije en voz alta, tratando de convencerme a mí misma de que no era nada grave.—Ten. Un poco de café nos ayudará a pasar esta espera. —Hudson extendió