65. De rodillas la suelo

65.

Zaira

Sollozaba sin parar, mirando por la pequeña ventanilla del avión. Las luces de la ciudad abajo parecían pequeñas manchas difusas a través de las lágrimas que no dejaban de caer. Sentía que el pecho me ardía, como si alguien lo estuviera aplastando con fuerza, y por más que intentaba tranquilizarme, no podía.

Entonces, un pañuelo apareció frente a mí.

Parpadeé confundida, levanté la cabeza y me encontré con un rostro vagamente familiar.

—Es muy triste ver a una señorita llorar —dijo el hombre con una voz suave, tendiéndome el pañuelo.

Lo miré un par de segundos antes de que mi mente hiciera clic.

—¿Hudson? —pregunté, atónita, mientras le tomaba el pañuelo casi sin pensarlo.

Él sonrió. Era una de esas sonrisas cálidas, que tienen el poder de calmar un poco el caos interno.

—Veo que me recuerdas —respondió con una risita ligera, aunque luego me miró con una ceja levantada, fingiendo molestia—. Pero voy a ofenderme un poco porque no recuerdas dónde nos conocimos.

Fruncí
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