64. Obedeciendo

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Un pensamiento me golpeó de lleno, helándome la sangre.

—¿Y si no se fue por su cuenta? —pregunté en voz alta, mirándolo directamente a los ojos.

Adrián frunció el ceño.

—Señor, no encontré señales de que algo violento haya ocurrido en la habitación de la señorita Zaira, no sé que la hizo huir. Su habitación estaba en orden, no había nada sospechoso —me explica Adrián.

—No me importa lo que no viste. Si alguien la tomó, si alguien está… —Me detuve. La idea era insoportable, pero también posible. Zaira era lo suficientemente hermosa para llamar la atención de personas equivocadas, y yo había visto el tipo de basura que acechaba en las sombras de esta ciudad.

Agarré mi chaqueta y me la puse de un tirón.

—Prepárate, Adrián. Vamos a revisar cada maldito rincón de esta ciudad si es necesario —exigió, su temperamento fuera de control.

—¿Dónde empezamos, señor? —pregunta indeciso.

—En el hotel —respondí con firmeza—. Y si no quieren cooperar, encontraremos una forma de hacer que
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