67. Reglas

67

Bishop

Me dieron una habitación en el club para pasar la noche con ella, pero sabía que no me quedaría allí. No soportaba ese lugar. Después de hacer un par de llamadas, ordené a mi chofer que nos recogiera. Ella no dijo nada mientras bajábamos al auto, su silencio era tan abrumador que hasta mis pensamientos parecían ruidosos.

Yo me mantuve ocupado revisando mi celular, navegando sin rumbo por internet, pero mi mente seguía atrapada en lo que acababa de pasar. No podía entender por qué sentía este impulso de protegerla, como si fuera mi responsabilidad arreglar lo que otros habían destrozado.

Cuando llegamos a mi casa, ella bajó del auto a regañadientes, caminando como si estuviera aturdida. Su mirada apenas se fijaba en nada, como si el mundo a su alrededor fuera irreal.

La guié hasta una de las habitaciones de invitados. Ella estaba temblando tanto que por un momento pensé que iba a desplomarse.

—Báñate y descansa —le ordené, esperando que al menos el agua caliente ayudara
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