Capitulo XLIII

Pasaron los días, el sr. Serutti realizó un par de viajes más dentro del mismo País, Camila se encargó de hacer las invitaciones, pidió ayuda a varias de sus amigas para bridarle apoyo con la boda, le hubiese gustado una gran fiesta, lamentablemente, los ánimos no estaban para tanto alboroto.

—Querida, ¿has hablado con el párroco de la iglesia? —Preguntó Ascanio.

—Sí amor, ya lo hice, fui a la iglesia del padre Rivera, el cual, a pesar de tener varias bodas, posee la disponibilidad de casarnos el día sábado, esta misma semana. ¿estás de acuerdo?

—¿Visitaste otras capillas?

—Sí, en cambio, los cupos para matrimonios están completos.

—¡Caray! a las personas les agrada casarse.

—Y a nosotros también, cielito—expresó Camila a la vez que alzaba una ceja.

—A propósito, Cami, ¿cómo te has sentido estas últimas semanas?

—Horrible, devuelvo los alimentos que consumo, me duele la cabeza constantemente y no me provoca hacer absolutamente nada.

—Entonces es fuerte, aunque, según tengo entendido,
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