127. Oscuridad: el mayor enemigo atacando

El jadeo sorpresivo de Aleida interrumpe el silencio segundo después de la confesión de Gertrudis. Azucena palidece, y una expresión horrorizada se suma al igual que sucede con su abuela.

Gertrudis llora, limpiándose las lágrimas. Matías balbucea en los brazos de su madre, calmándose ligeramente mientras toma la corbata de su padre y se lo lleva a la boca.

Altagracia da un paso hacia atrás, acercándose al cuerpo de Gerardo porque todo su sistema se congela. Cree que está escuchando mal.

En cambio, Gerardo, no dice ni una palabra. Algo distinto sucede dentro de él, y Altagracia teme qué sea algo malo. Pero no lo culpa. Ésta confesión la ha tomado por sorpresa a ella, pero a Gerardo lo ha dejado en el limbo, poco a poco surgiendo un salvajismo que nadie sabrá cómo controlarlo.

—Dios nos ampare —Aleida hace la cruz con rapidez—. Gertrudis, ¿Estás segura de lo que dices?

—Tan segura, señora Aleida. Lo juro —Gertrudis se gira hacia Altagracia—. Perdóneme, señora Altagracia. Perdóneme, se l
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