130. A salvo

—Maribel, ven aquí.

Cuando Ignacio abre la boca, lo primero que observa tras el arco del pasillo es a esa mujer. Altagracia abraza más a su hijo, sorprendida de que Maribel esté aquí. ¿Así que siempre trabajó para Ignacio? ¿Ella y su hermana?

Maribel la observa en silencio, acercándose por las órdenes de Ignacio, quedándose justo a su lado. Cuando Ignacio la mira de vuelta, la sonrisa sigue ahí.

—Maribel nos hará el favor. Pero sólo después de que nos casemos —Ignacio habla en su tono más normal, como si no la tuviese secuestrada aquí y en contra de su voluntad haciendo lo qué él pide—. Llévala de nuevo al cuarto, y prepárala para mañana —se dirige a Maribel—. Ahora.

—Sí, señor —Maribel da un vistazo rápido a Altagracia antes de suspirar, y moverse hacia ella. Hace el intento de tocarla—. Por aquí, señora.

—No me toques —gruñe Altagracia con impotencia.

Ignacio se echa a reír.

—No te olvides que debes hacer exactamente lo qué mi mujer dice —Ignacio enfatiza con un empedern
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