25 ¡Ya te dije que no!

La nana se quedó helada, comprendiendo la insinuación de la señora de la casa y temiendo que involucrara al niño en semejante tontería.

Astrid siempre buscaba la forma de amargarle la existencia al pobre pequeño, ella misma había tenido que limpiar sus lágrimas durante años por culpa de las injusticias a las que Astrid lo sometía constantemente, y lo peor era que el señor Mikel no lo notaba, era como si la mujer tuviera el poder de vendarle los ojos para que no se diera cuenta de lo cruel que podía ser con Mat.

La nana apretó los puños e inspiró hondo, quería a Maty, lo había cuidado desde que nació, y le dolía que lo trataran como si fuera un estorbo.

—A ver, mocoso. Cuéntale a tu mamá cómo estuvo eso de conocer a tu nueva amiga — le dijo encarando al pequeño.

—Tú no eres mi mamá — Mat dijo, levantando la barbilla y mirándola a los ojos. La mirada azul profundo del niño le recordó a Astrid los ojos de Elisa.

« ¡Maldita Elisa! Me dejó a su engendro para que me hiciera la vida un puré
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