28 La cruda verdad

James le dedicó una sonrisita burlona a la secretaria mientras las puertas del elevador se le cerraban justo en la cara.

—¡Listo, James, ya estás aquí! Ahora debes hacer que esto valga la pena y encontrar algo que sea útil — se dijo a si mismo manteniendo la vista baja para eludir a la cámara.

Arriba en presidencia, la hermosísima mujer vestida de rojo cruzaba la puerta de la oficina de Mikerl Wolf.

—Siéntate Isabella, ¿Te apetece un café?

—¿Tienes té? Creo que el tiempo en Londres me hizo amar el té — comentó de forma casi casual, aunque nada de lo que ella pudiera decir o hacer, era casual.

Además, odiaba el té.

—Llamaré a mi secretaria para que prepare uno.

—Mikel, de verdad te estoy muy agradecida, te has portado como todo un caballero de brillante armadura, has sido mi héroe el día de hoy — Dijo zalamera para inflarle un poco el ego y mantenerse como la damisela que no quiebra un plato.

—Nada de eso, Isabella, creo que un hombre siempre debe salir al rescate de una mujer en pelig
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