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La reacción de Mendel al recibir la noticia fue darme un abrazo largo y estrecho. Me sostuvo en silencio, permitiéndome dar rienda suelta a mi miedo y mi dolor hasta que fui capaz de rehacerme un poco.

—Preparemos todo para trasladar a Risa —dijo entonces—. Lo mejor es mantenernos ocupados hasta que sepamos de ella.

Los hijos de Mora regresaban de una patrulla por la parte sur de la aldea, y se ofrecieron de inmediato a preparar el transporte para Risa. Por fortuna, ellos y Mendel mantenían la cabeza más clara que yo, porque me resultaba imposible prestar atención a nada, todos mis pensamientos en lo que estaría pasando en casa de Hazel.

—Enyd necesitará ayuda —señaló mi hermano—. ¿A quién te llevarás? ¿Hay aquí otra sanadora además de Hazel?

Amanecía y estábamos a las puertas de nuestros establos, donde mis sobrinos sacaran una carreta para montar un armazón de madera sobre la caja.

—¿A qué te refieres? —pregunté distraído.

—Precisas una o

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