LIBRO 2 - RISA
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Abrí los ojos bruscamente al resplandor cansino de los rescoldos en el hogar. Afuera era aún noche cerrada. No recordaba el sueño que acababa de despertarme y sabía que era una suerte. Ya bastante me habían torturado mis pesadillas recurrentes en los últimos meses.
Quillan dormía boca abajo contra mi espalda, roncando suavemente, y Sheila apoyaba la frente en mi pecho, tendida de lado como yo, muy cómoda entre mis brazos.
La presencia tibia de los niños era una bendición que no me cansaba de agradecer. A decir verdad, sin ellos no creo que hubiera sido capaz de dormir una sola noche entera de ese invierno eterno. Su compañía me distraía de ese vago malestar insoslayable que me acosaba día y noche desde que Mael regresara al norte. Esa especie de vacío dentro, a veces en el pecho, a veces en el estómago, record&a
Librarme del dolor constante me ayudó a recuperar las fuerzas y aclarar la cabeza, y por primera vez reparé en que el año declinaba. Me di cuenta que allá en el norte ya debía haber llegado la nieve. Y con la nieve no tardarían en llegar los vampiros. Los resultados de la ofensiva los habían tomado por sorpresa el invierno anterior, pero Mael y la reina coincidían en que este invierno vendrían preparados para dar batalla e intentarían recuperar el territorio perdido a toda costa.Con Alfa Eamon al sur, en la Cuna, había sido Alfa Artos quien relevara a Mael en el norte en verano para que pudiéramos regresar al Valle. Y ahora que volvía a estar en condiciones de prestar atención a lo que me rodeaba, pronto advertí el desasosiego de Mael, que se debatía entre su preocupación por mí, y sus deberes como Alfa.Milo viajaría después de N
Bajé las amplias escaleras al nivel principal del castillo, desierto y silencioso, y me encaminé hacia las escaleras del ala oeste. No pude evitar un suspiro al pasar ante la puerta cerrada del estudio de Mael. Una breve punzada, más incómoda que dolorosa, me hizo tocarme el abdomen, por debajo del ombligo.Una vez que las hemorragias terminaron al fin, poco después de regresar al Valle, no volví a experimentar ningún tipo de sangrado. Ninguno.Tea, Tilda y la reina, mis sanadoras de cabecera, aconsejaron que no me apresurara a sacar conclusiones y le diera tiempo a mi cuerpo para que terminara de recuperarse.Era fácil decirlo. La posibilidad de no poder volver a quedar embarazada era un miedo sordo que me corroía las entrañas sin prisa ni pausa.Mael evitaba el tema, y sólo lo tocaba si yo lo hacía primero. Aun así, su respuesta era siempre la misma que la primera
Respiré hondo al descender al nivel inferior del castillo, aspirando con gusto los olores que se mezclaban en el aire. De las dependencias de las sanadoras a mi izquierda llegaba el aroma de hierbas y aceites, que al pie de la escalera se mezclaba con el olor a pan recién hecho que llegaba de la cocina, al final del corredor a mi derecha.Hacia allí me dirigí. Dejaba atrás la lavandería vacía cuando se abrió la puerta del jardín medicinal a mis espaldas. Me detuve y giré sonriendo. En un instante el corredor se llenó de pasos y voces, mientras las mujeres del primer turno de servicio entraban apresuradas, pateando la nieve de sus botas, contentas de dejar fuera el frío.Las mujeres de limpieza se alejaron hacia la escalera de servicio que subía a sus dependencias, las que trabajaban en la lavandería cruzaron la amplia arcada de piedra que yo acababa de pasar, las cocineras se acercaron platicando animadamente. A pesar de lo temprano de la hora, todas ellas se veían lis
—¿Se te ocurre algo para alojar a los demás si son demasiados para recibirlos en el castillo? —me preguntó la esposa de Milo, todavía riendo por lo bajo.—¿La aldea del Bosque Rojo? Sé que es a un día de distancia, pero allí hay lugar de sobra. El clan de Ragnar no ha ocupado más de media docena de casas.—¿Y qué ha ocurrido con el resto? —inquirió la reina con curiosidad.—Han dejado otra media docena, las más cercanas al bosque, para que las osas hibernen y den a luz tranquilas —respondió Fiona—. El resto de las casas permanecen cerradas, pero si siguen vacías pronto comenzarán a sufrir la falta de reparaciones. Los hombres de Ragnar no pueden dedicar todo su tiempo a mantenerlas.—Es una buena alternativa —terció la reina pensativa—. Y estarán a un paso de la prad
Los hijos de Lenora se habían escapado de la guardería unas horas atrás, y Cordelia los había encontrado en los aposentos de la reina, donde solían refugiarse, muy entretenidos jugando con su abuela. Así que no necesitaba preguntar para qué me había llamado la reina.—Necesito tu ayuda, hija —dijo a pesar de todo, frotándose la cadera.Aunque a su edad lo más cómodo y sencillo para ella era permanecer en dos piernas, se empeñaba en cambiar para recibir a sus nietos más pequeños, que aún pasaban casi todo su tiempo en cuatro patas.Pero los lobos están hechos para prosperar al aire libre, andar y correr sobre la tierra y la hierba. Los duros suelos del castillo no eran buenos para sus huesos, especialmente las caderas, que se lo recordaban después de pasar un par de horas con los cachorros.—Por supuesto, Majestad —
Cenamos platicando sobre los meses que pasara en el norte. Había sido un invierno difícil en la frontera, explicó, porque tal como él y la reina esperaban, los vampiros llegaron en números que él jamás viera, y reclutaron más vasallos humanos que nunca antes. Se negó a entrar en detalles sobre los enfrentamientos. Sin embargo, admitió que durante el mes de febrero había temido verse obligado a dar la orden de retroceder, y abandonar el puesto de avanzada de Maddox.—El recodo —aventuré.—Sí. Construyeron un puente móvil para cruzar y eran demasiados para evitar que tomaran el vado. Tuvimos que replegarnos hasta que recibimos refuerzos, y por un momento creímos que perderíamos la posición —explicó con acento grave—. Incluso cuando llegaron Ronan y los hijos de Erwin con los suyos, no estábamos seguros de que p
Era como si hubiera olvidado su sabor exquisito. Quería volver a paladearlo, quería volver a perderme en su efecto embriagador. Lo hundí cuanto pude en mi boca y Mael se estremeció de pies a cabeza con una queja ronca, alzando apenas las caderas.Era obvio que acusaría los largos meses que nuestros cuerpos pasaran separados, y no tardó en derramarse en mi boca. Bebí de él con ansias, paladeando cada gota de miel y madreselva que caía en mi lengua. Cuando tuve a bien apartarme de su ingle, sus brazos me recibieron para que me recostara a su lado, tendida a medias sobre él.—Te amo —murmuré, entregándome con gusto a esa sensación de liviandad que se extendía por todo mi cuerpo, como si fuera a alejarme flotando si él aflojaba su abrazo.—Y yo a ti, amor mío —resolló—. Puedes creerme que no esperaba semejante bienvenid
Una de las cosas que había aprendido cuando regresara al castillo casi dos años atrás, y me integrara por primera vez a la vida cotidiana de los lobos, era la importancia de las jerarquías.Era la clave para una convivencia pacífica, ordenada, en aquel clan tan numeroso, que casi sumaba cien individuos. Cada uno tenía su lugar y sus funciones, trataba con gentileza a quienes estaban por debajo y con respeto a los que estaban por encima. Pero no importaba cuál era tu jerarquía, Omega o Alfa, los humanos estaban más abajo.Y en aquella estricta organización, como siempre me ocurría desde que tenía memoria, yo no encajaba en ningún lado. Porque era humana, así que me correspondía el último escalón. Pero era la compañera del Alfa, lo cual me situaba en lo más alto.Sin embargo, no era Luna, y a Dios gracias no lo sería mientras