“Dejaron de sentirse niños cuando, mirándose a los ojos comprendieron, que ese amor que les unía no tenía grabada la palabra eternidad en las pupilas.”Martha Salas¡Nunca podré olvidarte Emma! Aunque pasen los años, siempre serás mi único y gran amor. Desde que te conocí, descubrí que nuestra historia de amor sólo existiría si tú y yo deseábamos escribirla. Sobre tu cuerpo dejé marcadas mis huellas y tú en cambio, me diste de regalo a Fred y Felipe, nuestros dos hijos. El primero, Frederick, fue fruto de nuestra entrega absoluta. Un amor juvenil, desbocado, lleno de pasión y ganas de comernos el mundo, yo tenía veinte años y tú apenas diecisiete. Luego, siete años más tarde nació Felipe; a él lo hicimos con menos premura, pero con el mismo amor, su nacimiento era necesario para que sintieras que te amaba y que nunca había dejado de hacerlo.Aún recuerdo tu mirada de desprecio cuando encontraste a Flavia entre mis brazos, preferiste creer que te estaba engañando y no me creiste. Aún m
“Hay un encanto sobre lo prohibido que hace que sea indescriptiblemente deseable.”Mark Twain—¡Anna! —grita desde la cocina, Michelle.—Voy —responde, mientras deja sobre el mostrador el libro que está leyendo.—Necesito que vayas al supermercado y traigas el mejor café tostado que encuentres.—¿Y el dinero? —pregunta la joven con cierto temor de recibir el habitual regaño que Michelle le ofrece cuando pregunta tontecez—Vé a la caja y saca de allí, ya cuando vuelvas, te doy y lo repones, pero ve volando que ya nos toca abrir en diez minutos.Anna se quita el delantal beige de su uniforme verde oscuro. Sale por la puerta trasera, camina apresurada, entra al supermercado, toma el paquete de café en grano, todo va bien de no ser por la anciana que decidió pagar en monedas sus compras.La joven comienza a impacientarse al ver que pasan los minutos y la señora aún no termina de pagar. Agita sus pie derecho mirando el reloj de pared. Cuando ya faltan cinco minutos, le toca su turno. La ca
“sin embargo/te doy toda mi/autorización/de que en tu cama en/ tu sueño/o en la vida cotidiana/me hagas todo lo que/ tú quieras”Anaïs Abreu D’ArganceAnna escucha un auto detenerse frente a la pensión, su cuarto es uno de los primeros, Doña Cira, es una mujer algo estricta por lo que no le agradan las visitas a altas horas de la noche.La joven astutamente se asoma a la ventana, Arthur le hace señas desde la ventanilla del auto. Ella sala sigilosamente sin hacer ruido. Él está parado frente a la puerta:—Olvidaste esto en mi auto. —Le entrega el libro, ella sonríe y él sonríe también.Sin decir palabras, ella se prende a su cuello y lo besa, Arthur la toma entre sus brazos, ella siente su fuerza, el calor de su cuerpo, lo guía sin dejar de besarlo hasta su habitación, cierra la puerta, empujándola con uno de sus pies.Arthur la acaricia frenéticamente, toca sus delicados senos, ella se estremece, sus besos son ardientes y únicos, nunca sintió unos labios tan suaves pero a la vez apas
“Nada fija tan intensamente un recuerdo como el deseo de olvidarlo.”Michel de Montaigne)Anna se mantiene algo incómoda ante la insistente mirada de aquel chico. Finalmente y de la nada el joven se dirige a ella:—¿Anna Bauer? —sonríe emocionado.—Sí ¿y tú? —pregunta algo sorprendida.—¿No me recuerdas? Soy Otto Schneider.Anna sigue sin recordar a aquel chico que se ve tan feliz de encontrarla.—Estuvimos en el Conservatorio Hoch, ¿recuerdas el chico de lentes, gordito que tocaba la viola?—Ah sí, ya recuerdo. ¿Cómo estás?—Bien, bien. Realmente feliz de verte. Tanto tiempo que ha pasado, no pensé que volvería a verte.—También me alegra verte —responde un tanto recelosa, realmente no lo recordaba, mas él parecía saber mucho de ella.—¿Vives por aquí? —pregunta Otto con curiosidad. Quería saber de ella loa más que pudiera.—Sí, ¿y tú?—Me quedo en la próxima parada. De verdad no puedo creerlo. Anna Bauer, que linda estás. —El bus se detiene y el chico desciende. Agita su mano efusiv
“Nada más peligroso que una persona que te haga estrenar sentimientos”.Benjamín GrissDurante toda la noche Anna estuvo dando vueltas en la cama, no lograba conciliar el sueño, era como si todos sus pensamientos estuviesen en complot para no dejarla dormir. Necesitaba descansar. El día siguiente requería de concentración, foco y sobre todo mucha energía para cumplir con ambas tareas.De pronto, cayó en cuenta que no había preparado el material para comenzar con su trabajo como “profesora de piano” sonaba tan bien decirlo; respiró profundamente y se levantó, tomó la libreta para comenzar a planificar su primera clase.Ya eran más de la 1:00 de la madrugada, se acostó y finalmente se quedó dormida. Sonó la alarma, a diferencia del día anterior que despertó antes, tuvo que correr, ir al baño, ducharse y alistarse para salir. Poco tiempo tuve para arreglarse bien, por ahora solo tenía en mente, cumplir con su trabajo, a fin de cuentas, ya Arthur Venzon había dejado de ser el hombre de su
“Nunca sabes de qué suerte peor te ha salvado tu mala suerte.”Cormac McCarthyAnna sube al bus, solo espera no toparse con Otto, realmente no estaba de ánimos como para escuchar a nadie hablando sandeces cerca de ella. Se sentó al lado de una señora algo mayor, que parecía ajena a su entorno, como si nada a su alrededor existiese.Muchas veces, Anna deseo estar así, con su cuerpo en el presente y su mente ajena a la realidad. Pero eso era casi imposible, siempre la sobornaba alguna de sus preocupaciones y terminaba cediendo, volviendo a la realidad.Repasa mentalmente su día; la clase con Felipe había sido productiva. El adolescente tenía buen oído musical y eso siempre es un agregado en su profesión. ¿Mas por qué se sentía así, melancólica y a la vez irritada?Mira hacia la ventanilla, una pareja se besaba, rubia la chica y él un poco más oscuro. El gatillo mental se dispara en su cabeza. Aún le afectaba haber visto a Arthur con aquella mujer. Sentía celos, celos de una mujer que no
“El amor no se mira, se siente, y aún más cuando ella está junto a ti."Pablo NerudaArthur no podía evitar sentir la tristeza de Anna, dentro de sí, era algo inexplicable. Quizás veía en ella aquella hija que siempre deseo tener con Emma.—¿Quieres que te lleve a tu casa?—No, no se preocupe. Usted debe estar ocupado.—Sí, realmente un poco. Pero soy el dueño de la empresa, digamos que eso me permite tener ciertos privilegios, aunque rara vez los uso.—No se preocupe en verdad. Tengo que despejarme un poco, mejor me voy caminando hasta la parada de buses. Quizás también pueda conseguir otro empleo que me ayude con mis cuentas.—¿Tienes algún problema? ¿Sí necesitas, puedo ayudarte?—No faltaba más. No acostumbro a recibir dinero de ningún hombre.—No te ofendas, puede ser un préstamo. ¿Te parece?—Aún tengo lo que me pagó, solo que la Doña de la pensión aumentó y pues, me descuadra un poco. Pero ya encontraré alguna otra cosa que hacer.—No seas orgullosa. Es un préstamo, si consigue
“Te extraño de formas que las palabras no pueden expresar.”Gemma Troy—Nuevamente en casa, sana y salva.—Muchas gracias Sr. Venzon.—Cuanta formalidad. Me haces sentir como tu abuelo. —un guiño y una sonrisa bastan para que la tarde sea el preludio de una maravillosa noche.—Está bien Arthur, muchas gracias.—Siempre a tu orden Anna.Anna baja del auto. Él aguarda hasta que ella entra. Desde la puerta de la pensión se despide de él. Va hasta su habitación, se desviste, una ducha caliente, una taza de té y el libro que debe terminar de leer para poder crear su obra musical.Toma algunas notas en su cuaderno, se le escapa un bostezo, deja el libro a un lado, sobre la mesa de noche. Se acomoda en la cama y duerme hasta el amanecer. Despierta con el resplandor de luz que se cuela por la rendija de la ventana.Se incorpora, se estira y mira la hora de su reloj. Aún es temprano. Los sábados para Anna son de descanso por el trajín de la semana, pero ya llevaba dos días sin trabajar ¿Qué ha