“Nada más peligroso que una persona que te haga estrenar sentimientos”.
Benjamín Griss
Durante toda la noche Anna estuvo dando vueltas en la cama, no lograba conciliar el sueño, era como si todos sus pensamientos estuviesen en complot para no dejarla dormir. Necesitaba descansar. El día siguiente requería de concentración, foco y sobre todo mucha energía para cumplir con ambas tareas.
De pronto, cayó en cuenta que no había preparado el material para comenzar con su trabajo como “profesora de piano” sonaba tan bien decirlo; respiró profundamente y se levantó, tomó la libreta para comenzar a planificar su primera clase.
Ya eran más de la 1:00 de la madrugada, se acostó y finalmente se quedó dormida. Sonó la alarma, a diferencia del día anterior que despertó antes, tuvo que correr, ir al baño, ducharse y alistarse para salir. Poco tiempo tuve para arreglarse bien, por ahora solo tenía en mente, cumplir con su trabajo, a fin de cuentas, ya Arthur Venzon había dejado de ser el hombre de sus sueños para convertirse en su nuevo jefe.
Tomó el bus, iba distraida viendo por la ventanilla, sintió que alguien se sentó a su lado más no prestó mucha atención.
—Si esto no es suerte ¿no sé como puedo llamarlo? —refirió la voz masculina, ella volteó a verlo —Buen día Anna Bauer —dijo Otto sonriendo con un brillo increíble en sus ojos.
—Hola —respondió ella sin ser muy emotiva. Podía percibir como el chico la miraba.
—¿Vas a tu trabajo? —pregunta con interés de mantener una conversación más extensa con la joven.
—¡Sí! —respondió parcamente.
Viendo que no lograba atraer su atención, Otto sacó el libro de su bolso y se ocupó en leer. Ella miró de reojos y pudo ver el título del libro, a diferencia de ella, él leía historias de amor, “Las cuitas del joven Wether” de Goethe.
Era realmente muy sensible, pensó ella. El tiempo parecía estar detenido, Anna mira constantemente el reloj. Aún era temprano, pero por algún motivo, el tiempo pasaba lento.
Cuando vio que se aproxima su parada, amaga para levantarse. Otto se levanta para cederle el paso. Ella le agradece el gesto con una sonrisa.
—¡Qué tengas un maravilloso día, Anna!
—¡Gracias! —igualmente Otto. Cuídate.
El joven se arregló la camisa, se sentó nuevamente, sonrió como quien se gana la lotería y siguió leyendo. Otto estaba enamorado de Anna, siempre lo estuvo, desde que la vio llegar por primera vez al Conservatorio. Ella quizás no se fijó nunca en él. Otto en cambio se deleitaba viendo como ella tocaba el piano en los ensayos y suspiraba como Wether escribiendo sus cartas de amor.
Anna entró al restaurante, se cambió el uniforme y arregló el mostrador, encendió la máquina de los cafes, dejó todo preparado antes de que Michelle le llamase la atención. Levantó las cortinas de las ventanas y volteó el cartel de la puerta. Entraron los clientes y se dispuso a atenderlos.
Pronto terminó de atenderlos pero Arthur no aparecía. Necesitaba estar segura que todo estaría sucediendo de acuerdo a lo planeado. Ver que él no aparece, le llena de angustia. Para no sentirse más ansiosa de lo que ya estaba, tomó su libro y continuó leyendo. Escuchó que la puerta se abrió, levantó la cabeza. Efectivamente era el, su corazón comenzó a latir apresuradamente, sus manos comenzaron a sudar, se secó rápidamente del delantal t se puso de pie.
—Buenos días Anna, ¿Cómo estás?
—Buen día Sr. Venzon. Bien ¿y usted?
—Excelente. —metió sus manos en el bolsillo y sacó el fajo de euros. Contó el monto y se los entregó a Anna— Allí tienes, es tu pago adelantado de todo el mes.
—No era necesario, sólo esperaba la mitad. —aclaró ella.
—Soy una persona que le gusta confiar en los demás. Así que confío en que cumplirás tu mes de trabajo sin ningún inconveniente.
—Sí, así será. Soy responsable en todo lo que hago. Eso le aprendí de mi madre.
—Que bueno saberlo. ¿Me preparas dos cafés para llevar? Uno expresso y otro látex.
—En seguida se los preparo.
Anna sirve los dos vasos. Lo más seguro era que uno fuese para él y el otro para la rubia. Ella estaba celosa, estaba celosa de un hombre que no le pertenecía y que quizás ni siquiera se sentía atraido por ella.
Le entrega los dos vasos. Él le paga y ella le entrega el vuelto.
—¡Gracias Anna! Te estaré enviando la dirección por GPS. Aunque es bastante sencillo llegar allí, mejor no correr riesgos y que te pierdas.
—Sí, es mejor que esté segura de a donde voy.
—Bien, hasta pronto. —toma la caja de portavasos. Sube a su auto.
Anna lo observa desde el mostrador, ¿Cómo aquel hombre desconocido para ella, era capaz de provocar en ella tantas sensaciones con tan solo mirarla?
Ella sentía la sangre arderle y un fuego que iniciaba en sus mejillas, se expandía por su cuello, pecho y abdomen hasta llegar al centro de sus entrepiernas e inmediatamente comenzaban sus contracciones vaginales.
El resto de la mañana transcurrió tan veloz que Anna fue hasta la cocina para avisarle a Michelle que ya debía irse.
—Michelle, ya debo irme.
—¿Tan apurada estás? No ves que aún no llega Cloe. Capaz y le da por faltar hoy.
—Esta vez es imposible que pueda cubrir su turno. Desde hoy estaré dando clases de piano.
—¡Vaya te felicito! Eso siempre pasa, uno les ayuda cuando lo necesitan y luego no cuentas con ellos para nada.
—Siento no poder apoyarte, pero necesito ganar más dinero. El pago de la pensión aumentó y no me da para pagarla.
—Sí, conozco esa excusa. De verdad espero que tengas mucha suerte en tu nuevo trabajo.
Anna notó que se le hacia tarde, si continuaba discutiendo con Michelle, no solo iba a llegar tarde sino que terminaría sintiéndose la peor de las personas, con todo lo que su jefa le estaba diciendo.
Se cambió el uniforme, se puso un jeans oscuro, una blusa blanca de estampado floreado carmín y sandalias rojas no muy altas finalmente salió del restaurante. Por suerte al hacerlo, se topó con Cloe.
—¡Hola Anna! Disculpa por llegar un par de minutos tarde.
—No te preocupes por mí. Trata de amansar a la leona que está dentro.
Por ser su primer día de trabajo, para no llegar tarde y para ver el recorrido, prefiere irse en Uber. Aún guardaba la propina que Arthur le había dado, con ello podia pagar sin tocar el dinero de su pago. Pidió el taxi, un minuto después estaba yendo a la casa de Arthur Venzon.
El auto se detiene, Anna paga. Aquel lugar era sencillamente hermoso, la mansión era de tres pisos, con una estructura bastante clásica y elegante, el enorme jardín rodeado de arbustos delicadamente podados, del otro lado un garaje donde cabrían por lo menos cinco autos y la entrada, una puerta de cedro rojizo de algunos dos metros y medios de altura.
Anna toca el timbre. Aguarda a que se abra la puerta. Está algo nerviosa. Por segunda vez toca el timbre y la puerta se abre. La recibe la ama de llaves.
—¿Srta. Anna Bauer?
—Sí, soy yo.
—Pase adelante —Anna entra, la mujer rubia de algunos cincuenta años la invita a seguirla. —Venga por aquí, por favor.
Es inevitable que Anna se entretenga viendo la decoración de aquella mansión. Aunque su familia no era del todo humilde, jamás había visto tantos muebles y cuadros en un solo espacio. Se sentía como en un museo de arte.
La mujer volteó a verla, se detuvo a esperarla y hizo un ruido con su garganta carraspeando para que la chica volviera a la realidad.
—Señorita, puede pasar. En seguida el joven Felipe estará aquí.
Al entrar a aquel lugar, el piano de cola acústico negro marca Yamaha. Anna estaba impactada, ella solo había visto algo parecido en el Conservatorio Hoch. Aquello era un sueño para ella, poder interpretar algún tema de sus preferidos en aquel maravilloso y lujoso piano.
Sintió que alguien entraba y se volteó a verlo.
—¿Quién es usted? —preguntó asombrado de ver aquella chica allí.
—Hola, soy Anna. ¿Eres Felipe? —dijo ella y él asintió— Soy tu profesora de piano —extendió la mano para saludarlo.— Un placer Felipe.
El adolescente apretó su mano con fuerza. Nunca había estado frente a una mujer tan amable y bonita. Pensó por un momento que sería alguna anciana o una mujer de cincuenta años como Elvira, la ama de llaves.
—Igualmente —sonrió a medias.
Felipe no parecía ser muy extrovertido, a pesar de ser un joven muy guapo. Sus cabellos rubios como el oro y sus ojos verdiazules daban a su rostro un porte de príncipe real. Anna se sentía así, como en un cuento medieval, de reinas y príncipes.
—Comenzamos —lo invitó a dar inicio con la clase.
Aunque Anna era muy joven y amable, ella debía representar autoridad para él.
Ella inicia tocando un tema de Elton Jhon para que Felipe se sienta en ambiente y pierda un poco la timidez que lo caracteriza a pesar de ser un adolescente.
—Elthon Jhon —dijo sonriendo.
—Sí, ¿te gusta ese tema?
—¡Wow! Sí.
Anna había logrado su cometido, cautivarlo e ir conociendo un poco de su nuevo alumno. El chico se sienta en la misma banqueta y observa los movimientos de sus dedos finos y largos.
Ya después de romper el iceberg que tenía frente a ella, todo sería más sencillo y agradable para ambos. El adolescente muestra entusiasmo, la forma de Anna enseñarle era muy diferente a la que había imaginado y visto en su colegio.
Transcurren las dos horas, ya son las 5:00pm de la tarde. Por un momento Anna pensó que coincidiría con Arthur en su primer día de clase, pero no fue así. Le dejó un ejercicio a Felipe y se despidió del joven.
Elvira la acompaña hasta la puerta, justo cuando Anna mueve la manilla para abrir, alguien del otro lado hala en sentido contrario. Ella suelta la manilla y la puerta se abre:
—¡Disculpe! —se excusa Anna.
—¿Ya terminó su primera clase? —pregunta Arthur mientras la observa fijamente.
—¡Sí! —ve su reloj para verificar su hora— 5:01 de la tarde.
—Tendré que sincronizar mi hora. Tengo cinco minutos de retraso. —mira el reloj de pared y confirma que marca la misma hora que Anna.
—Hasta luego —se despide y sale.
Arthur se queda observando a la chica mientras ella se aleja.
—Por lo visto es muy responsable —comenta él.
—Y muy bonita —responde Elvira— excesivamente bonita.
Arthur sonríe y entra a su casa. Mientras sube la escaleras hacia su habitación, piensa en el comentario de Elvira; realmente Anna era muy linda, pero ese debía ser un detalle insignificante para él. Anna estaba allí para darle clases a Felipe, no para que él se fijara en ella. Sabía que el comentario de Elvira iba con esa intención, siempre ha querido que se vuelva a casar. Y hasta ahora Arthur se negaba a ello, pero por primera vez se detuvo a pensar en esa posibilidad.
“Nunca sabes de qué suerte peor te ha salvado tu mala suerte.”Cormac McCarthyAnna sube al bus, solo espera no toparse con Otto, realmente no estaba de ánimos como para escuchar a nadie hablando sandeces cerca de ella. Se sentó al lado de una señora algo mayor, que parecía ajena a su entorno, como si nada a su alrededor existiese.Muchas veces, Anna deseo estar así, con su cuerpo en el presente y su mente ajena a la realidad. Pero eso era casi imposible, siempre la sobornaba alguna de sus preocupaciones y terminaba cediendo, volviendo a la realidad.Repasa mentalmente su día; la clase con Felipe había sido productiva. El adolescente tenía buen oído musical y eso siempre es un agregado en su profesión. ¿Mas por qué se sentía así, melancólica y a la vez irritada?Mira hacia la ventanilla, una pareja se besaba, rubia la chica y él un poco más oscuro. El gatillo mental se dispara en su cabeza. Aún le afectaba haber visto a Arthur con aquella mujer. Sentía celos, celos de una mujer que no
“El amor no se mira, se siente, y aún más cuando ella está junto a ti."Pablo NerudaArthur no podía evitar sentir la tristeza de Anna, dentro de sí, era algo inexplicable. Quizás veía en ella aquella hija que siempre deseo tener con Emma.—¿Quieres que te lleve a tu casa?—No, no se preocupe. Usted debe estar ocupado.—Sí, realmente un poco. Pero soy el dueño de la empresa, digamos que eso me permite tener ciertos privilegios, aunque rara vez los uso.—No se preocupe en verdad. Tengo que despejarme un poco, mejor me voy caminando hasta la parada de buses. Quizás también pueda conseguir otro empleo que me ayude con mis cuentas.—¿Tienes algún problema? ¿Sí necesitas, puedo ayudarte?—No faltaba más. No acostumbro a recibir dinero de ningún hombre.—No te ofendas, puede ser un préstamo. ¿Te parece?—Aún tengo lo que me pagó, solo que la Doña de la pensión aumentó y pues, me descuadra un poco. Pero ya encontraré alguna otra cosa que hacer.—No seas orgullosa. Es un préstamo, si consigue
“Te extraño de formas que las palabras no pueden expresar.”Gemma Troy—Nuevamente en casa, sana y salva.—Muchas gracias Sr. Venzon.—Cuanta formalidad. Me haces sentir como tu abuelo. —un guiño y una sonrisa bastan para que la tarde sea el preludio de una maravillosa noche.—Está bien Arthur, muchas gracias.—Siempre a tu orden Anna.Anna baja del auto. Él aguarda hasta que ella entra. Desde la puerta de la pensión se despide de él. Va hasta su habitación, se desviste, una ducha caliente, una taza de té y el libro que debe terminar de leer para poder crear su obra musical.Toma algunas notas en su cuaderno, se le escapa un bostezo, deja el libro a un lado, sobre la mesa de noche. Se acomoda en la cama y duerme hasta el amanecer. Despierta con el resplandor de luz que se cuela por la rendija de la ventana.Se incorpora, se estira y mira la hora de su reloj. Aún es temprano. Los sábados para Anna son de descanso por el trajín de la semana, pero ya llevaba dos días sin trabajar ¿Qué ha
"Deshazte de las culpas falsas. Solo eres responsable de tus decisiones, no de las ajenas”.Bernardo StamateasAnna había pasado un buen rato en compañía de Otto. A pesar de que en el momento que el auto se detuvo frente a la pensión, intentó besarla.—Creo que estás mal interpretando el hecho de haber aceptado tu invitación. Si quieres podemos ser amigos pero hasta allí.—Disculpa, no fue mi intención. Realmente espero que hayas disfrutado de este paseo.—Sí, disfruté mucho de tu compañía. Me pareces un chico genial pero no ando buscando una relación. Mis intereses son otros por ahora.—¡Qué descanses!—Gracias Otto, igual para ti. —bajó del auto y fue hasta su habitación.Anna se desvistió, entró al baño, mientras se duchaba pensaba en Arthur, aunque había intentado no pensar él durante su paseo con Otto, por alguna razón su mente asociaba cualquier detalle para que apareciera como por arte de magia.Salió envuelta en la toalla, se sentó en la cama, sacó su celular de la cartera, so
“Los nuevos comienzos a menudo se disfrazan de finales dolorosos.”Lao-TseA pesar de la difícil situación que Anna tuvo que vivir siendo acusada por la madre de Otto, Doña Cira intercedió por ella y la defendió de aquella injusta acusación.Después que se calmaron los ánimos, Anna regresa a su habitación. Alguien toca a su puerta, ella se levanta y abre:—Tenemos que hablar Anna.—Sí, pasé. Siéntese por favor —le ofrece la silla.—No es mucho lo que voy a tardar, así que no te preocupes, siéntate tú. —la mujer coloca sus manos en los bolsillos de su bata.— No me gusta que ataquen injustamente a alguien delante de mí, por eso te defendí de esa mujer, además hasta ahora has sido respetuosa y responsable tu pago y dentro de esta casa. Pero… no me gusta tener que escuchar en la calle, comentarios a mis espaldas. Por eso al cumplirse el mes de pago, tendrás que buscar a donde irte.—Pero, Doña Cira, yo —Anna no termina la frase cuando la mujer la interrumpe:—Es todo lo que venía a decirt
“La confidencia descubre quién era o no digno de ella.”André MauroisAnna escuchó la bocina del auto y reconoció que se trataba de Arthur. Se levantó de la cama, arregló su cabello, salió de la residencia y subió al auto.—¿Lista para la batalla? —preguntó él con absoluta seriedad. Ella sonrió y asintió con la cabeza.—¡Preparada y lista!—Espero todo resulte bien.—Haré todo lo posible para que así sea.Durante el trayecto a la mansión, conversaron sobre los honorarios de Anna. Ella le platicó un poco sobre las estrategias que utilizaría. A pesar de su corta edad, Anna era muy versátil y creativa.—Ya llegamos. —confirmó él, ella miró azorada aquel lugar.A diferencia de la primera vez, ella entró por la puerta delantera. Esta vez era por la parte de atrás. Aquella mansión era enorme. Bajaron del automóvil. Entraron por la cocina, allí estaba Elvira, acompañada por dos mujeres bastante jóvenes con aspecto pueblerino.—Elvira, Anna estará trabajando a partir de hoy todas las tardes c
"El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece."Jacinto BenaventeCuando Arthur llegó, Anna acababa de trabajar con Felipe en una de sus materias más complicadas, matemáticas. Al verlo, ella se sintió algo nerviosa, él había sido algo fuerte en su trato.—Buenas tardes, Anna. ¿Ya va saliendo?—Buenas tardes, si Sr.Venzon.—Déjame llevarte a tu casa, entonces. —sacó del bolsillo del pantalón las llaves de su auto, que recién acaba de guardar.—No es necesario, aún tengo tiempo de tomar el bus.—Te llevaré, no me cuesta nada hacerlo y así conversamos un poco.—Muy bien, como usted diga.Subieron al auto, antes de poner en marcha el auto, él se volteó hacia ella, la miró a los ojos y le dijo:—Quiero disculparme por mi actitud de hoy, creo que fui grosero contigo y no te merecías eso.—Entiendo que no debe ser fácil para usted tener que enfrentar la crianza de sus hijos, estando solo.—Hay cosas que se escapan de mis manos aunque desearía realmente ser para mis
"La música expresa lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio."Victor HugoFelipe llegó a su clase de matemáticas con una mejor actitud y seguridad. Todo lo que Anna le había explicado de aritmética lo ayudaba a entender lo que él profesor Stein escribía en el pizarrón acrílico. Ya no eran acertijos mentales, ahora tenían un racionamiento lógico.Minutos después, vio entrar a Adeline, la chica por la cual suspira desde que ella llegó el año pasado al colegio. La hermosa rubia de cabello casi blanco, ojos verdes y cuerpo esbelto, pasa a su lado y se coloca en los últimos asientos. Aunque Felipe no puede verla directamente desde allí, cada vez que puede voltea hacia atrás para contemplarla.Felipe está ansioso de que aquel bloque de clase termine para poner en práctica los consejos de Anna y descubrir finalmente si Adeline siente lo mismo por él. El profesor le deja una asignación en el pizarrón para que lo resuelva para la clase siguiente. Tom