Un espacio de la memoria

“Nada fija tan intensamente un recuerdo como el deseo de olvidarlo.”

Michel de Montaigne)

Anna se mantiene algo incómoda ante la insistente mirada de aquel chico. Finalmente y de la nada el joven se dirige a ella:

—¿Anna Bauer? —sonríe emocionado.

—Sí ¿y tú? —pregunta algo sorprendida.

—¿No me recuerdas? Soy Otto Schneider.

Anna sigue sin recordar a aquel chico que se ve tan feliz de encontrarla.

—Estuvimos en el Conservatorio Hoch, ¿recuerdas el chico de lentes, gordito que tocaba la viola?

—Ah sí, ya recuerdo. ¿Cómo estás?

—Bien, bien. Realmente feliz de verte. Tanto tiempo que ha pasado, no pensé que volvería a verte.

—También me alegra verte —responde un tanto recelosa, realmente no lo recordaba, mas él parecía saber mucho de ella.

—¿Vives por aquí? —pregunta Otto con curiosidad. Quería saber de ella loa más que pudiera.

—Sí, ¿y tú?

—Me quedo en la próxima parada. De verdad no puedo creerlo. Anna Bauer, que linda estás. —El bus se detiene y el chico desciende. Agita su mano efusivamente, mientras el bus se aleja.

—¡Dios! —murmura ella. Por momentos creyó que era algún psicópata.

***Flash back

Cuando Anna llegó al Conservatorio de Hoch, estaba muy nerviosa. No pensaba que lograría ser aceptada en aquella prueba de ingreso. Aún así, estaba preparada para hacerlo. Su padre Karl solía animarla siempre para que confiara en su talento. Greta en cambio era de carácter más fuerte.

—Vamos mi niña, tú puedes entrar en ese Conservatorio, eres muy buena —repetía Karl constantemente a su hija.

—Ensaya Anna, de eso se trata. De estar preparada para ese momento. —intervenía Greta para darle un toque de realidad a la adolescente.

Ella regresaba a su cuarto de ensayos y se sentaba por más de dos horas a leer la partitura y ejecutar magistralmente el tema que más le envolvía de Mozart “Sonata para piano N°1 Allearo”.

Anna tocaba cada vez más fuerte cuando escuchaba que sus padres comenzaban a discutir sobre su futuro como pianista.

—No tienes por qué ser tan estricta con Anna. Ella es muy buena. —increpa a su esposa, algo desconcertado por la actitud de Greta.

—No comiences Karl. Anna necesita de disciplina.

—El arte va más allá de la disciplina, es mera creatividad.

—¿Acaso crees que si Mozart se hubiese dedicado a escribir canciones sin poner en práctica su conocimiento, habría alcanzado el éxito?

—No lo sé, pero Anna hace lo mejor que puede y tú la torturas con tus exigencias.

—Cuando sea famosa, ten por seguro que me lo vas a agradecer tanto tú como ella.

Anna se sentía realmente triste cuando los escuchaba discutir de aquel modo. Ella amaba tocar el piano pero no quería ser la causa de discusión entre sus padres.

Cuando subió al escenario para interpretar “La marcha turca” el tema de Mozart que había escogido para la presentación, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.

Comenzó y su interpretación fue realmente magistral, se llevó el aplauso de los tres jurados que aprobarían su ingreso a la Academia. Sus padres detrás del telón por primera vez se abrazaron y disfrutaron del éxito de su hija.

Ella fue hasta atrás donde estaban sus padres y se unieron en un fuerte abrazo los tres.

—Sé que lo lograrás, hija —le dijo Karl besando su frente.

—Eres una vencedora Anna —Greta la abrazo como nunca antes lo había hecho. —Aunque no quedes, sé que eres la mejor y estoy muy orgullosa de ti. —escuchar aquellas palabras de la boca de su madre, le hizo sentir un nudo en la garganta, quería llorar a pesar de que estaba feliz por su logro.

—Gracias a los dos, los amo.

El jurado dio el resultado minutos después, Anna había sido seleccionada. Lo había logrado y estaba feliz por ello. Cuando sus padres se despidieron para volver a casa. Ella se sintió nostálgica. Era la primera vez que estaría lejos de ellos. No imaginaba que esa era la despedida final.

Karl sube al auto. Greta sonríe y agita su mano con emoción. Un par de kilómetros después, él se siente un poco triste, tampoco quería dejar a su hija.

—No quiero dejarla sola —dijo con un tono de voz lloroso.

—No podemos truncar su camino Karl. Anna está en el mejor lugar para ser la más grande de todas las concertista. También siento melancolía por dejarla, pero nosotros mismos soñamos esto para ella.

—Sí, tienes razón. Fue nuestro sueño. Lo que no sabemos es si es también el de ella.

—No sé a qué te refieres. Anna es feliz cuando toca el piano.

—A veces lo usa para evitar oír nuestras discusiones Greta.

—¿Qué quieres, regresar e ir por ella? —pregunta con hostilidad.

—Si, me lo preguntas, sí. Quiero que esté con nosotros. —amaga a retornar en aquel cruce, Greta forcejea con él.

—Eres un egoísta Karl —Lo empuja con fuerza, él pierde el control del auto y sin poder evitarlo, caen por el desfiladero, a más de 50mts de altura.

El auto da varias vueltas hasta que llega al fondo del precipicio, el auto queda patas para arriba, Karl intenta salir, está herido, se limpia el rostro ensangrentado. Greta está inconsciente. Él logra salir y corre hacia el lado donde está ella para sacarla.

—Greta mi amor, despierta —le da en el rostro varias palmadas, ella finalmente abre los ojos —Voy a sacarte de allí, mi amor.

—No puedes, mi pierna está atrapada. Ve Karl el auto va a explotar —le pide ella, aún aturdida por el golpe.

—No, no te dejaré aquí, vamos mi amor. Tú puedes. —intenta mover la pierna de ella pero Greta se queja de dolor.

—¡Ayyy! Déjame Karl, no podrás sacarme. Vete pronto.

El auto empieza a echar humo, pero Karl no se rinde, no dejará a la mujer que ama allí. No podría vivir con él remordimiento de verla morir sin hacer nada para salvarla.

—No me iré. No te dejaré sola. —le toma la mano y la besa.

—Siempre te amé. Siempre supe que estarías conmigo hasta el final, pero no quiero que dejes a Anna sola, por favor vete Karl.

Aquellas palabras de Greta, lo hacen dudar, Anna quedaría sola. Se levanta para irse. Greta sonríe, él intenta subir el desfiladero, sin dejar de mirarla. De repente, decide regresar, se acerca a ella, la abraza. Ambos cierran los ojos.

Sólo la llamarada se ve al fondo del precipicio. Una columna de humo se levanta. Anna ya está en su habitación, se asoma por la ventana y ve a lo lejos la humareda. Por segunda vez, siente un escalofrío recorrerle la piel, se frota los brazos. Su compañera de habitación la observa.

—¿Te pasa algo?

—No lo sé, sentí un escalofrío pero esta vez, me ardía la piel.

Pocas horas después llega la noticia del accidente y de la muerte de sus padres.

Anna siente que su mundo se derrumba ante ella. Alcanzar su sueño era lo que más deseaba. Hoy ese sueño la alejaba de sus padres para siempre.

***

Nunca olvida ese abrazo de su padre, ni a su madre agitando emocionada la mano, diciendo adiós para siempre.

El bus se detiene, Anna baja. Cuando llega a la pensión recibe el mensaje de Arthur.

—Aún no recibo el monto de las clases particulares que le darás a mi hijo.

Anna piensa en desistir en ese momento. El recuerdo de la muerte trágica de sus padres, la imagen de la rubia besándolo, era como si todo se agolpara en su cabeza y su corazón.

Tocan a su puerta, abre. Nuevamente Cira está parada frente a ella.

—Disculpa muchacha. Quería recordarte el pago del mes, se vence mañana. Además voy a aumentar la tarifa, alguien me está ofreciendo más por tu cuarto.

—No se preocupe, le dije que el fin de semana lo tendrá, pagaré puntual como siempre.

Por primera vez, Anna dejaba de ser amable como de costumbre. Cira se sorprende ante la actitud de la joven.

—El monto será de 240€ al mes, mas necesito 50% de adelanto. —envía el mensaje.

Espera la respuesta de Arthur. Quizás no tendría interés en contratarla pero él era su única salvación hasta ahora.

Ve que está respondiendo, respira profundo y cruza lis dedos:

—Muy bien Anna, entonces comienza mañana mismo. Estaré temprano en el café para darle el pago de adelanto.

Anna se abstrae en su pensamiento. “Siempre que se desea alcanzar un sueño hay algo que sacrificar”piensa.

Si tenía intenciones reales de lograr el sueño de sus padres, ser una concertista famosa, debía trabajar en ello. No sólo bastaba con soñar, eso lo aprendió de Greta.

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