“sin embargo/te doy toda mi/autorización/de que en tu cama en/ tu sueño/o en la vida cotidiana/me hagas todo lo que/ tú quieras”
Anaïs Abreu D’Argance
Anna escucha un auto detenerse frente a la pensión, su cuarto es uno de los primeros, Doña Cira, es una mujer algo estricta por lo que no le agradan las visitas a altas horas de la noche.
La joven astutamente se asoma a la ventana, Arthur le hace señas desde la ventanilla del auto. Ella sala sigilosamente sin hacer ruido. Él está parado frente a la puerta:
—Olvidaste esto en mi auto. —Le entrega el libro, ella sonríe y él sonríe también.
Sin decir palabras, ella se prende a su cuello y lo besa, Arthur la toma entre sus brazos, ella siente su fuerza, el calor de su cuerpo, lo guía sin dejar de besarlo hasta su habitación, cierra la puerta, empujándola con uno de sus pies.
Arthur la acaricia frenéticamente, toca sus delicados senos, ella se estremece, sus besos son ardientes y únicos, nunca sintió unos labios tan suaves pero a la vez apasionados. Anna desliza sus manos por su espalda, siente sus músculos y su virilidad presionarle el vientre, se pone de puntillas para dejar que su sexo se coincida con el falo erecto de Arthur.
—Te deseo Anna. —bisbisea él, mientras sus labios abandonan los de ella y se aventuran a saborear el resto de su cuerpo.
Anna gime con cada roce y contacto de sus labios húmedos que encienden el fuego en sus entrañas. Deja que él recorra su pecho con su lengua y se distraiga en cada uno de sus rosados pezones.
—Arthur, Arthur —repite su nombre como apoderándose de él.
Arthur sabe como enloquecer a cualquier mujer, delicadamente besa sus caderas, ella arquea su espalda, mueve sus caderas y hunde su abdomen obligando a que él continúe el recorrido hasta su pelvis inquieta, ella lo mira desde el norte y él la contempla desde el sur.
Él toma una de sus piernas y la deja sobre su hombro, con sus dedos abre la almeja que ella guarda celosamente desde hace veintiún años para ser deleitada por él, Arthur saborea sus labios largos. Anna sostiene su cabeza, entrelaza sus dedos en su cabello ondulado. La humedad de su vagina es tal que ella no puede contener las ganas de tenerlo dentro.
—Arthur, Arthur.
Escucha que tocan a su puerta, abre los ojos, mira a su alrededor solo está enredada entre las sábanas. No puede ser que aquello fuese un sueño. Abre los ojos, escucha nuevamente la puerta sonar. Se levanta y abre:
—Anna disculpa la hora, era para recordarte que debes pagar este fin de semana tu mes de pensión.
—No se preocupe Cira, para el fin de semana tendrá su pago. —responde aún agitada por aquel sueño.
Cierra la puerta, mira la hora, apenas son las 10:00 de la noche. Debió quedarse dormida, se acuesta nuevamente, repasa las imágenes de aquel sueño, se toca y siente la humedad de su sexo.
—¡Wow! Solo fue un sueño húmedo. Parecía tan real. Dis, ¿que me ocurre con ese hombre? —se interrogarlo a sí misma.
Se voltea nuevamente deseando continuar aquel sueño. Pero no lo logra, da vueltas y vueltas en la cama, se levanta, toma un vaso con agua. Abre su cartera, agarra el libro de Maxwell y continúa leyendo uno de los capítulos que más le ha dado trabajo Rec (sex).
Lo relee por tercera vez y mágicamente aparecen tres notas musicales en su cabeza Fa-sol-do. Anota rápidamente en la libreta que guarda debajo de su almohada. Aquel sueño había elevado en ella su sensibilidad e instinto sexual.
Anna se recuesta nuevamente y finalmente duerme hasta el amanecer. Despierta angustiada, creyendo haberse quedado dormida, se levanta corriendo de la cama, se limpia los ojos, toma el celular para ver la hora, la tranquilidad regresa a su cuerpo al ver que aún faltan algunos minutos para sonar la alarma.
Hasta ahora, siempre despertaba con la alarma, por primera vez en un mes no la necesitó. Su subconsciente está atento a sus inmensas ganas de ver al hombre de sus sueños, Arthur Venzon.
De él sabía poco, sólo lo que Michelle comentaba en sus minutos de descanso. “Es un multimillonario” “Enviudó hace muchos años y nunca más volvió a casarse” “es un amargado” pero para Anna su percepción es otra. Él era un hombre sensible que se recubría con aquella fachada para no volver a sufrir. Ella lo entendía, ella lo había vivido cuando murieron sus padres.
Se ocultaba tras el rostro de una chica mal humorada, sería y enfocada solo en sus clases de piano, por ello durante sus años en el Conservatorio Hoch tuvo pocas amistades y los chicos a quienes le llamaba la atención terminaban alejándose de ella por su carácter impasible y hostil.
Arregla su cabello, toma su chaqueta para el frío invernal de Franfourt. Camina hasta la parada del bus. Ya debería estar por pasar. Se inquieta al ver su reloj. Faltan algunos minutos para que pueda llegar a la hora que le corresponde.
Un auto se detiene frente a ella, el vidrio del copiloto baja lentamente. La mirada azul hipnótica de Venzon la deja sin aliento.
—Sube Anna.
Anna mira a todos lados, necesita cerciorarse de que no está soñando por segunda vez, abre la puerta del auto y sube.
—Buen día Sr. Venzon. ¿Usted por aquí?
—Sí, salí un poco antes de mi casa, decidí pasar por ti. Hablé con Felipe. Quiere ver sus clases de piano.
—¡Wow! —exclama emocionada la joven pelirroja.
—Vamos entonces para dejarte en tu trabajo. —pone en marcha el auto, mientras conduce le da las explicaciones del horario en que deberá ir hasta su casa— Serán dos días a la semana, miércoles y viernes de tres a cinco de la tarde, así no tendrás problemas para tomar tu bus. En cuanto al pago será semanal. Solo debes decirme cuanto será.
Anna lo mira fijamente, asiente por asentir, su mente está concentrada en sus labios y en lo maravilloso que debe ser sentirlos de verdad, no en un sueño, su piel se eriza de solo pensarlo.
—¿Escuchaste lo que te platiqué?
—Sí, sí. —responde automáticamente.
—Bien, ¿cuánto cobrarás por hora?
—La verdad no sabría decirle, es la primera vez que daré clases particulares.
—Muy bien, entonces averigua y me envías un mensaje, toma esta es mi tarjeta —saca el cartoncillo de su bolsillo y se lo entrega.
—¡Gracias Sr. Venzon! Hoy mismo le haré llegar el presupuesto.
—Sí, recuerda que deberás comenzar mañana.
El auto se detiene, ella lo mira fijamente, él le hace señas con la boca. Ella voltea a su derecha, están estacionados frente a la tienda.
—¡Ah, gracias!
—¡Qué tengas buen día Anna!
Ella baja del auto, entra por la puerta de atrás del cafetín. Michelle ya la espera ansiosa.
—Cinco minutos tarde Anna.
—Lo siento, el bus se retrasó.
—Siempre tienes una buena excusa. —refunfuña la mujer.
Anna prefiere no discutirle su injusta opinión, hoy está realmente feliz. Aunque él haya ido solo a buscarla para notificarle lo de su nuevo empleo, ella siente que el destino está jugando sus cartas para ponerlos frente a frente.
Se ocupa en su trabajo, abre la puerta del pequeño restaurante. El sol apenas se asoma pero ella se siente resplandeciente.
—¡Buen día! —saluda a cada cliente que va llegando. Luego camina hasta el mostrador.
—Un látex para llevar.
—A mí un expreso para tomar aquí, por favor.
—Yo quiero dos capuccinos.
Esta vez, respira, se relaja y atiende uno por uno a los clientes.
Llega su hora de descanso. Va hasta la cocina para almorzar. Michelle la observa, sus gestos de alegría son bastante evidente, piensa con cierta envidia, “que la puede tener así”.
Anna termina de almorzar, se regresa a su puesto de trabajo. Voltea el hablador del lado contrario “abierto” estuvo tan ocupada en la mañana que no se percató de que Arthur no fue como de costumbre por su café.
Busca en su bolso el libro, lee un poco. Se abstrae en su lectura. Escucha frente al mostrador la voz grave y sensual de Arthur.
—Un expreso por favor.
Ella lo mira con una sonrisa espléndida. Se pone de pie, deja el libro a un lado, le prepara su café y le entrega.
—¡Gracias! —responde él, se sienta en una de las mesas cruza su pierna, saca su iPhone 13 y revisa su celular mientras toma su café.
Anna evita mirarlo, no quiere parecer tan evidente frente a él, aunque en ocasiones se cruza con su mirada y un escalofrío le recorre todo el cuerpo. Comienzan a llegar algunos clientes, eso le permite a Anna enfocarse en otros asuntos, que no sea en la presencia perturbadora del CEO.
Él se levanta, va hasta el mostrador, paga su café. Ella recibe el pago, abre la caja registradora para devolverle el resto del dinero.
—Déjalo así, le cierra la mano con la suya —su roce provoca en ella la misma sensación del sueño. La humedad en su vagina, el fuego que emana desde dentro.
—¡Gracias! Si sigue dejándome propinas voy a tener que darle clases gratuitas a su hijo.
—Son dos trabajos diferentes, la propina es por tu excelente atención. Aún espero tu mensaje.
—Sí, deme un chance. Hoy ha estado cargado de trabajo el día.
Arthur sale de la tienda, sus ojos, los de ella, se van detrás de la figura masculina y perfecta de aquel hombre que provoca en ella sensaciones increíbles y estremecedoras.
Minutos después llega su compañera de cambio de turno. Anna se quita el delantal de su uniforme, se cambia en el baño y sale de la tienda.
Se aventura a caminar un poco por el centro de la ciudad, mira su reloj de pulsera, su bus deberá pasar en treinta minutos. Camina distraida mirando las vidrieras. Como si algo le dijera que debe mirar a su derecha, Anna voltea y mira un auto igual al de Arthur estacionado del otro lado de la calle, reconoce que el hombre que conduce es él, pronto ve una hermosa rubia acercarse, sube al auto y lo besa en la boca. Anna siente por primera vez aquella sensación hostil y a la vez angustiante de los celos. Su héroe tenía su propia doncella, esta vez no era un sueño. Mientras el auto se aleja, se aleja de ella la esperanza de soñar con él, de que su sueño pudiera convertirse en realidad.
Mira la hora, solo faltan cinco minutos para que el bus pase y ella pueda llegar a tiempo a la parada, corre desesperada, corre como corría de niña detrás de las mariposas para atraparlas. Su corazón palpita agitado. Sube al bus, camina hacia la parte de atrás, se sienta en el último de los asientos al lado de un chico de cabello oscuro y mirada profunda, quien la contempla de forma inquisitiva.
“Nada fija tan intensamente un recuerdo como el deseo de olvidarlo.”Michel de Montaigne)Anna se mantiene algo incómoda ante la insistente mirada de aquel chico. Finalmente y de la nada el joven se dirige a ella:—¿Anna Bauer? —sonríe emocionado.—Sí ¿y tú? —pregunta algo sorprendida.—¿No me recuerdas? Soy Otto Schneider.Anna sigue sin recordar a aquel chico que se ve tan feliz de encontrarla.—Estuvimos en el Conservatorio Hoch, ¿recuerdas el chico de lentes, gordito que tocaba la viola?—Ah sí, ya recuerdo. ¿Cómo estás?—Bien, bien. Realmente feliz de verte. Tanto tiempo que ha pasado, no pensé que volvería a verte.—También me alegra verte —responde un tanto recelosa, realmente no lo recordaba, mas él parecía saber mucho de ella.—¿Vives por aquí? —pregunta Otto con curiosidad. Quería saber de ella loa más que pudiera.—Sí, ¿y tú?—Me quedo en la próxima parada. De verdad no puedo creerlo. Anna Bauer, que linda estás. —El bus se detiene y el chico desciende. Agita su mano efusiv
“Nada más peligroso que una persona que te haga estrenar sentimientos”.Benjamín GrissDurante toda la noche Anna estuvo dando vueltas en la cama, no lograba conciliar el sueño, era como si todos sus pensamientos estuviesen en complot para no dejarla dormir. Necesitaba descansar. El día siguiente requería de concentración, foco y sobre todo mucha energía para cumplir con ambas tareas.De pronto, cayó en cuenta que no había preparado el material para comenzar con su trabajo como “profesora de piano” sonaba tan bien decirlo; respiró profundamente y se levantó, tomó la libreta para comenzar a planificar su primera clase.Ya eran más de la 1:00 de la madrugada, se acostó y finalmente se quedó dormida. Sonó la alarma, a diferencia del día anterior que despertó antes, tuvo que correr, ir al baño, ducharse y alistarse para salir. Poco tiempo tuve para arreglarse bien, por ahora solo tenía en mente, cumplir con su trabajo, a fin de cuentas, ya Arthur Venzon había dejado de ser el hombre de su
“Nunca sabes de qué suerte peor te ha salvado tu mala suerte.”Cormac McCarthyAnna sube al bus, solo espera no toparse con Otto, realmente no estaba de ánimos como para escuchar a nadie hablando sandeces cerca de ella. Se sentó al lado de una señora algo mayor, que parecía ajena a su entorno, como si nada a su alrededor existiese.Muchas veces, Anna deseo estar así, con su cuerpo en el presente y su mente ajena a la realidad. Pero eso era casi imposible, siempre la sobornaba alguna de sus preocupaciones y terminaba cediendo, volviendo a la realidad.Repasa mentalmente su día; la clase con Felipe había sido productiva. El adolescente tenía buen oído musical y eso siempre es un agregado en su profesión. ¿Mas por qué se sentía así, melancólica y a la vez irritada?Mira hacia la ventanilla, una pareja se besaba, rubia la chica y él un poco más oscuro. El gatillo mental se dispara en su cabeza. Aún le afectaba haber visto a Arthur con aquella mujer. Sentía celos, celos de una mujer que no
“El amor no se mira, se siente, y aún más cuando ella está junto a ti."Pablo NerudaArthur no podía evitar sentir la tristeza de Anna, dentro de sí, era algo inexplicable. Quizás veía en ella aquella hija que siempre deseo tener con Emma.—¿Quieres que te lleve a tu casa?—No, no se preocupe. Usted debe estar ocupado.—Sí, realmente un poco. Pero soy el dueño de la empresa, digamos que eso me permite tener ciertos privilegios, aunque rara vez los uso.—No se preocupe en verdad. Tengo que despejarme un poco, mejor me voy caminando hasta la parada de buses. Quizás también pueda conseguir otro empleo que me ayude con mis cuentas.—¿Tienes algún problema? ¿Sí necesitas, puedo ayudarte?—No faltaba más. No acostumbro a recibir dinero de ningún hombre.—No te ofendas, puede ser un préstamo. ¿Te parece?—Aún tengo lo que me pagó, solo que la Doña de la pensión aumentó y pues, me descuadra un poco. Pero ya encontraré alguna otra cosa que hacer.—No seas orgullosa. Es un préstamo, si consigue
“Te extraño de formas que las palabras no pueden expresar.”Gemma Troy—Nuevamente en casa, sana y salva.—Muchas gracias Sr. Venzon.—Cuanta formalidad. Me haces sentir como tu abuelo. —un guiño y una sonrisa bastan para que la tarde sea el preludio de una maravillosa noche.—Está bien Arthur, muchas gracias.—Siempre a tu orden Anna.Anna baja del auto. Él aguarda hasta que ella entra. Desde la puerta de la pensión se despide de él. Va hasta su habitación, se desviste, una ducha caliente, una taza de té y el libro que debe terminar de leer para poder crear su obra musical.Toma algunas notas en su cuaderno, se le escapa un bostezo, deja el libro a un lado, sobre la mesa de noche. Se acomoda en la cama y duerme hasta el amanecer. Despierta con el resplandor de luz que se cuela por la rendija de la ventana.Se incorpora, se estira y mira la hora de su reloj. Aún es temprano. Los sábados para Anna son de descanso por el trajín de la semana, pero ya llevaba dos días sin trabajar ¿Qué ha
"Deshazte de las culpas falsas. Solo eres responsable de tus decisiones, no de las ajenas”.Bernardo StamateasAnna había pasado un buen rato en compañía de Otto. A pesar de que en el momento que el auto se detuvo frente a la pensión, intentó besarla.—Creo que estás mal interpretando el hecho de haber aceptado tu invitación. Si quieres podemos ser amigos pero hasta allí.—Disculpa, no fue mi intención. Realmente espero que hayas disfrutado de este paseo.—Sí, disfruté mucho de tu compañía. Me pareces un chico genial pero no ando buscando una relación. Mis intereses son otros por ahora.—¡Qué descanses!—Gracias Otto, igual para ti. —bajó del auto y fue hasta su habitación.Anna se desvistió, entró al baño, mientras se duchaba pensaba en Arthur, aunque había intentado no pensar él durante su paseo con Otto, por alguna razón su mente asociaba cualquier detalle para que apareciera como por arte de magia.Salió envuelta en la toalla, se sentó en la cama, sacó su celular de la cartera, so
“Los nuevos comienzos a menudo se disfrazan de finales dolorosos.”Lao-TseA pesar de la difícil situación que Anna tuvo que vivir siendo acusada por la madre de Otto, Doña Cira intercedió por ella y la defendió de aquella injusta acusación.Después que se calmaron los ánimos, Anna regresa a su habitación. Alguien toca a su puerta, ella se levanta y abre:—Tenemos que hablar Anna.—Sí, pasé. Siéntese por favor —le ofrece la silla.—No es mucho lo que voy a tardar, así que no te preocupes, siéntate tú. —la mujer coloca sus manos en los bolsillos de su bata.— No me gusta que ataquen injustamente a alguien delante de mí, por eso te defendí de esa mujer, además hasta ahora has sido respetuosa y responsable tu pago y dentro de esta casa. Pero… no me gusta tener que escuchar en la calle, comentarios a mis espaldas. Por eso al cumplirse el mes de pago, tendrás que buscar a donde irte.—Pero, Doña Cira, yo —Anna no termina la frase cuando la mujer la interrumpe:—Es todo lo que venía a decirt
“La confidencia descubre quién era o no digno de ella.”André MauroisAnna escuchó la bocina del auto y reconoció que se trataba de Arthur. Se levantó de la cama, arregló su cabello, salió de la residencia y subió al auto.—¿Lista para la batalla? —preguntó él con absoluta seriedad. Ella sonrió y asintió con la cabeza.—¡Preparada y lista!—Espero todo resulte bien.—Haré todo lo posible para que así sea.Durante el trayecto a la mansión, conversaron sobre los honorarios de Anna. Ella le platicó un poco sobre las estrategias que utilizaría. A pesar de su corta edad, Anna era muy versátil y creativa.—Ya llegamos. —confirmó él, ella miró azorada aquel lugar.A diferencia de la primera vez, ella entró por la puerta delantera. Esta vez era por la parte de atrás. Aquella mansión era enorme. Bajaron del automóvil. Entraron por la cocina, allí estaba Elvira, acompañada por dos mujeres bastante jóvenes con aspecto pueblerino.—Elvira, Anna estará trabajando a partir de hoy todas las tardes c