Obra registrada bajo el núemero: 2303113776069
Con fecha: 11/03/2023
Prohibida su reproducción total o parcial de ella.
***************
Tres meses después...
Londres-Inglaterra.
Era la decimoquinta vez que a Elizabeth la rechazaban en una entrevista de trabajo. Ya habían pasado tres meses de constantes llamadas y respuestas negativas a lo que ella buscaba. Pareciera que en su frente llevaba marcado con tinta roja «a todo el mundo menos a ella.»
Era difícil cada día tratar de conseguir algún nuevo empleo. Todo era muy cuesta arriba en estos tiempos. Se encontraba viviendo con su mejor amiga, pero las deudas tampoco se saldaban solas. Ella solo necesitaba una carta de recomendación, para volver a tener la vida que tanto añoraba.
Si tan solo el idiota de su exnovio no la hubiese expuesto de la manera en que lo hizo, su vida no sería un completo desastre, o eso es lo que ella imaginaba.
—¿Cómo pudiste hacernos esto, Elizabeth? Nosotros confiamos en ti y de esta manera nos pagas —su novio la señalaba con rostro molesto—. Te amaba… Eras mi preciosa novia, pero resultó que eras una vil ladrona.
—No… las cosas no son así. Tú me dijiste…
—¡Basta, de mentiras, Elizabeth! —la interrumpió, para gritar aún más fuerte, si eso era posible—. ¡Robaste el dinero de la empresa! ¡¿Y todavía tienes el descaro de decir que no?! ¡Estás despedida!
—Por favor, déjame explicar la situación…
—¡Largo y no vuelvas! Para siempre quedarás agradecida conmigo de que ahora no te denuncio por ladrona. Por el amor que un día te tuve te dejaré en libertad, pero no te aparezcas frente a mí nunca más. Tu existencia desaparécela y vive como una rata escondida. Piensa en todo lo malo que hiciste y ahórrale al mundo, gente como tú.
Pero su novio jamás le permitió decir una sola palabra en ningún momento. Elizabeth vivía sola y tenía algo de estabilidad económica. Era feliz y supuestamente, tenía un novio que la amaba, pero el muy desgraciado era un traicionero y mentiroso.
Él era solo apariencias y ella creía que era sincero, pero solo humillaciones y malos tratos, recibió por su parte. Él se lavó las manos y le echó la culpa de algo que no hizo. El amor que un día creyó tenerle, se esfumó tan rápido, como apareció su depresión. Entregó su departamento porque no podía pagarlo y pasó los peores meses de su vida. Ella era señalada en el mundo financiero como una ladrona y por esa razón, nadie quería contratarla. Había aplicado en todas las empresas grandes y pequeñas, pero por tres largos meses, su hoja de vida, había sido mal vista. Con tan solo llegar a un lugar, la aislaban o simplemente, la rechazaban.
Elizabeth se sentía una peste, ante los ojos de todos.
—Ladrona.
—Oh, pero si llegó la mujer de los pecados capitales.
—Llegó la innombrable.
Cada palabra se grababa en su mente y eran murmuradas siempre, que ella llegaba a una empresa. Estaba dolida por tales humillaciones y le afectaba tanto que no la dejaran explicarse y que, injustamente, fuera señalada. Ella se acostumbró a callarse las cosas y no decir nada por qué igualmente, nadie creía en sus palabras.
Una llamada de un número desconocido, la hizo salir de sus dolorosos recuerdos.
Llamada telefónica:
—¿Sí, buenas tardes? —contestó, saliendo de la empresa que la había rechazado, otra vez.
—Por favor, con la señorita Elizabeth Evans.
—Sí, ella habla.
—Le llamamos del hospital central. Queremos informarle que la señorita Jessica Carson, tuvo un accidente de auto y se encuentra malherida. Es necesario que venga, ya que usted aparece como familiar cercano de la joven.
—Muchas gracias, iré ahora mismo para allá.
Dio por terminada la llamada y con un nudo en la garganta, olvidó todo lo que hace rato le afectaba y se fue directo al hospital. Jess, su mejor amiga, no tenía a nadie más en Londres y le aterraba que le pudiera pasar algo malo.
***
Elizabeth estaba asustada porque no sabía nada de su amiga desde la mañana, pero pensaba que era normal por su trabajo. Sintió un alivio cuando cruzó las puertas del hospital, después de casi una hora de tráfico total. Tenía miedo por Jess porque no quería quedarse sola en esa ciudad tan grande. Ni siquiera había podido decirle a sus padres lo que ha estado viviendo en los últimos meses. Ellos confiaban en lo que su hija les decía y creían que le estaba yendo bien.
Elizabeth se sentía tan egoísta por ocultar tantas cosas, que su corazón le pesaba. Su mente estaba en las nebulosas mientras caminaba por el pasillo del hospital, que no se dio cuenta de que venía alguien, hasta que su hombro golpeó el pecho de un hombre.
—Oh, por Dios, lo siento mucho. No me fijé por donde caminaba —se disculpó rápidamente, su cartera cayó al suelo, haciéndola sentirse tan tonta, por no poder haberla agarrado bien.
El hombre con el que tropezó la ignoró completamente, ya que parecía tener una discusión bastante fuerte por su celular. Ella se arrodilló y empezó a recoger el desastre que había hecho por su cartera, y juró a los cielos que por primera vez en tres meses, solo quería sentarse a llorar.
Era un mal día para que el cierre de su cartera favorita no sirviera y otro mal día para la lista de cosas negativas en su mente. Miró fugazmente al hombre y se dio cuenta de lo guapo y alto que era. Tenía una apariencia fría y parecía de esos tipos rudos, que gritaban por donde fuera, que era peligroso.
Mordió su labio y regresó la vista al suelo para terminar de recoger su desastre.
—¡Es que el doctor acaba de decir que la niñera de Damian está muy malherida y estará de reposo por meses! ¿Acaso no lo entendiste cuando te lo dije hace tres minutos? Necesito a alguien para mañana a primera hora. ¡Necesito una niñera para mi hijo, Sebastian! O la consigues en unas horas, o te olvidas de tu trabajo…
Ella deseaba no tener que haber escuchado esa conversación, pero los gritos de ese hombre de traje azúl, se lo hicieron imposible. Lo último que tomó en sus manos fue su celular para levantarse del suelo y empezar la búsqueda de una enfermera, que le diera razones de su amiga.
Al iniciar su camino sintió la mirada de alguien, cosa que la hizo girarse y mirar hacia atrás. Para su sorpresa, era el hombre que la había ignorado minutos antes. Él, con una mirada fría, le da un asentimiento de cabeza, para después seguir con su discusión.
Elizabeth sintió un poco de empatía por un momento y creyó que ambos habían tenido un mal día.
Elizabeth encontró a la enfermera y le indicó el número de habitación de su amiga. El accidente de auto había sido un poco grave y Jess, no caminaría sin ayuda de unas muletas, por un año o tal vez más. Era una situación complicada, ya que en estos momentos, el único sustento en la casa, era Jessica. Se iban a complicar las cosas, pues en su última entrevista, ni siquiera pudo tomar asiento, cuando fue rechazada.—¡Oh, por Dios, Jess! Estaba tan preocupada por ti. ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor? —le preguntó una y otra vez, con lágrimas en los ojos cuando entró a la habitación y fue a abrazarla, pero se detuvo con los brazos extendidos, al darse cuenta de lo lastimada que se encontraba la pobre de su amiga.—Abrázame, tonta, solo hazlo lento —le respondió con cariño. Elizabeth y ella habían sido amigas por muchos años y se ayudaban mutuamente en todo. Cuando la dulce rubia vino de otra ciudad, Jessica fue la primera persona que conoció y le prestó ayuda.—¿Cuéntame qué es lo que ha su
Noah y Elizabeth se miraban como si fueran enemigos, se podría decir que, si era necesario, irían a la guerra para destrozarse mutuamente. Ella sentía rabia por lo que le había sucedido a su amiga y él estaba cabreado por la retahíla de cosas que le dijo, siendo inocente. Ambos se malentendieron y lamentablemente, para ellos ya no existía el momento de hacer las pases. Podría decirse que ambos eran muy tercos y solo llevaban de conocerse un minuto.—¿Cuál es la propuesta? Jessica ya me ha dicho que no fuiste el causante del accidente —le comentaba la joven, sentada en la cama.Soberbia, esas fueron las palabras que encontró a la perfección, Noah, para definir a Elizabeth.—¿Y no me vas a pedir disculpas por el malentendido que hiciste? —le preguntó el castaño, y por más que ella quisiera hacerlo no podía, y se arrepentía de haber actuado de esa manera porque lo acusó igual que su exnovio lo hizo con ella.—¿Cambiaría algo si yo lo hiciera? Además, tampoco te disculpaste por haberte t
Una de las noches más largas había tenido Elizabeth, no solo por la cirugía de su mejor amiga, también por la decisión de tomar el empleo que el jefe de Jessica, le había ofrecido. El miedo pasaba a segundo plano, cuando la necesidad le estaba respirando en la nuca. La dirección de la compañía en la que trabajaba Noah, estaba ubicada en una de las mejores zonas de Londres. Justo ahí, ella se dio cuenta de lo imponente que sería ese nuevo trabajo.Jessica le había dado algunas indicaciones de como llegar al lugar, ya que, era una zona que ni ella, ni su exnovio que era rico, o eso es lo que él creía, hubiesen podido pisar. Después de tomar una gran bocanada de aire y armarse de valor, decidida, lee una vez más el nombre de la empresa y entra en busca de Noah.Cars Technology, era una de las compañías más importantes de Europa. Eran los principales creadores de los autos que se manejan solos. Muchas veces, su antiguo jefe quiso intentar ponerse en contacto con el presidente de la empres
Comer con Damian, era la actividad favorita de Noah, debido al incremento de trabajo de los últimos meses, no podía estar con su hijo cómo le gustaría. Las personas que trabajaban en la mansión eran de su completa confianza. Habían pasado una exhaustiva investigación, antes de poder acercarse a su hijo y por esa razón, podía estar tranquilo.—Papá volverá pronto, campeón. Juega un poco con Gabriella mientras no estoy y conoce a la nueva niñera —aunque esas fueron las últimas palabras dichas por Noah, antes de salir de casa, su hijo solo lo ignoro.Ser padre soltero tampoco era una tarea sencilla, las noches sin dormir, el trabajo, los llantos sin explicación o simplemente no tener idea de lo que le pasaba a su hijo, eran cosas del día a día para él. Noah quería que su hijo volviera a ser un niño feliz.—Señor O'Brien, su guardaespaldas se encuentra esperándolo en su oficina —le informa la secretaría, entregándole un vaso de jugo. Noah, desde que tenía un hijo, había cambiado sus gust
Elizabeth, después del día tan complicado que tuvo, no pudo dormirse con facilidad. Repasó todo lo que había sucedido y trataría de no volver a repetirlo. Tenía miedo de perder su empleo porque ahora era el único sustento que tenía para ella y su familia. Se imaginaba que su mejor amiga había salido bien en la cirugía porque no tenía noticias de ella. Iría el fin de semana a verla y desahogarse de todo lo ocurrido estos días.No era una persona malagradecida y mucho menos en estos tiempos de necesidad, tampoco era de quejarse o ventilar sus problemas, pero a veces, solo quería descansar.«Mírate esas ojeras, Elizabeth. No parecen cosas tuyas», se dijo al verse al espejo de su polvo. Una mala noche le iba a pasar factura por el resto de la mañana.—¿Regresará a casa conmigo, señorita? Debo ir por unas cosas al mercado. Puede esperarme aquí o, vamos juntos y hacemos las compras —la voz del chófer, la saca de sus pensamientos.Ella sonríe porque no quería hacerlo perder el tiempo.—Por f
Noah no sabía qué hacer ante las lágrimas de Elizabeth, no esperaba que ella actuara así. Se sentía impotente por no poder ayudarla a que se detuviera. Ella se veía tan frágil y delicada, parecía como si en serio le doliera todo. Noah pensó que tal vez fueron sus palabras, pero la manera en la que se encontraba ahora mismo, frente a sus ojos, podría suponer que era solo una pequeña niña asustada.Los empleados miraron a Noah con rostros de decepción y molestia. Estaban enojados por la manera en la que había tratado a la pobre niñera. La señora Gabriella siempre había defendido a su muchacho, pero esta vez, él se había pasado de la línea. No había dejado que Elizabeth pudiera hablar. Nadie sabía nada, pero él fue el único en decir una barbaridad tras otra. —Elizabeth, lo siento. No debí hablarte de esa manera, pero es que estaba preocupado. No conoces estas zonas y nadie tiene cómo dar contigo. No tenemos tu número de celular y mucho menos sabemos en dónde buscarte —él estaba parado l
Noah se acercó con rapidez al verla lastimada. Damian seguía hablando con su niñera hasta que vio que su padre se paró frente a ellos. El niño se bajó de las piernas de Elizabeth y fue a abrazar a Noah. Para nadie era un secreto que tal vez él ya estaba enojado y por esa razón, Gabriella y el chófer que los había traído, abandonaron el pasillo, pero la verdad, es que en ese momento, él no sentía algo más que solo alivio.La mansión de Noah era un lugar muy grande. Pasillos amplios, espacios que no usaba y siete habitaciones, además del sitio de los empleados. Todo era minimalista, aunque eso a él no le importaba. El diseñador de interiores le recomendó lo más chic para su casa. No entendía a qué se refería en ese entonces, pero ahora estaba agradecido de que su pasillo tuviera esa silla en donde estaba Elizabeth sentada.—¿Qué te ha pasado? ¿Estás herida en otra parte? —preguntó, recibiendo a Damian en sus brazos para cargarlo.—Bueno, esto es un poco vergonzoso, pero me ha ocurrido a
Elizabeth no podía creer que Noah la estuviera invitando a salir, de hecho, le parecía imposible que su jefe lo hiciera. No había nada impresionante en ella como para querer compartir un minuto de su ocupado tiempo con alguien tan sencilla. Sí, era por agradecimiento, pero normalmente, las personas le huían por ser tan aburrida. Nunca comprendió que fue lo que Alexis vio en ella. Elizabeth nunca se consideró una mujer fea. Era una rubia bastante guapa, pero tampoco entendía por qué las personas se alejaban.Ella era feliz estando con alguien o sola. Su única amiga en la ciudad era Jessica y fue la típica relación de una extrovertida, convirtiéndose en amiga de una persona introvertida. No recuerda cómo sucedió, pero un día amanecieron siendo amigas y jamás volvieron a separarse.Durante toda la noche pensó que su jefe debía estar muy agradecido por salvar a Damian, y por esa razón, también le sonrió. Era bastante difícil descifrar a una persona que tenía una máscara de hielo. El día d