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Capítulo 1. Una sorpresa y un problema.

Elizabeth encontró a la enfermera y le indicó el número de habitación de su amiga. El accidente de auto había sido un poco grave y Jess, no caminaría sin ayuda de unas muletas, por un año o tal vez más. Era una situación complicada, ya que en estos momentos, el único sustento en la casa, era Jessica. Se iban a complicar las cosas, pues en su última entrevista, ni siquiera pudo tomar asiento, cuando fue rechazada.

—¡Oh, por Dios, Jess! Estaba tan preocupada por ti. ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor? —le preguntó una y otra vez, con lágrimas en los ojos cuando entró a la habitación y fue a abrazarla, pero se detuvo con los brazos extendidos, al darse cuenta de lo lastimada que se encontraba la pobre de su amiga.

—Abrázame, tonta, solo hazlo lento —le respondió con cariño. Elizabeth y ella habían sido amigas por muchos años y se ayudaban mutuamente en todo. Cuando la dulce rubia vino de otra ciudad, Jessica fue la primera persona que conoció y le prestó ayuda.

—¿Cuéntame qué es lo que ha sucedido? Me habías dicho que irías en busca del niño que cuidas con tu jefe, pero no esperaba la llamada del hospital, Jess —se sentó a su lado y observó las piernas de su amiga. Pronto tendría una operación, así que sus padres tendrían que venir a ayudarla.

Los gastos del hospital, la operación, el departamento, todo se empezaría a juntar y el miedo se instaló en las entrañas de Elizabeth, al no saber como poder ayudar esta vez. Necesitaba un trabajo y uno urgente.

—Solo hubo un inconveniente, Eli, no pasa nada. Me siento bastante bien, para lo que vendrá. Tendré una cirugía en unas horas y estaré fuera por un largo tiempo. Eli, ahora mismo estoy tan drogada que puedo decir que estoy volando —se empezaron a reír, para aliviar la tensión del momento. Jess sabía lo que pensaba su amiga y no quería angustiarla más.

—Estoy tan agradecida de que estés bien, Jessica. Hoy mi día no podría haber sido peor. Hasta hace unos minutos, hice el ridículo. Me tropecé con el hombre más apuesto de Londres y se me cayó la cartera frente a él. Mis cosas se regaron por el suelo por tener el cierre dañado... —se lamentaba, mientras hacía pucheros. 

A pesar de tener un buen sueldo en su antigua empresa, debido a los gastos que tenía con su vida y su familia, Elizabeth no era una persona que derrochaba dinero. No se metía en deudas y mucho menos era una ladrona. El hecho de que viniera de una familia de agricultores, no le hacía pobre o campesina, como siempre la trataron. Nunca tuvo un gran sueldo, a pesar de ser considerada una de las mejores administradoras de la compañía. Ella ni siquiera se hizo famosa por su desempeño, la hicieron famosa por razones erradas.

La puerta de la habitación de Jessica fue tocada dos veces y al ser abierta, tanto Elizabeth como el hombre de traje azul, quedaron sorprendidos, al verse en este lugar.

—Eli, te presento a mi jefe. Noah O'Brien. Con él he tenido el accidente el día de hoy —su amiga los presentó, en un intento de ser amable.

El cuerpo de Elizabeth se llenó de una rabia tan profunda, al ver a su amiga postrada en una cama y recordar la conversación que sin querer escuchó en el pasillo, así que se levanta de la cama y lo enfrenta.

—¿Entonces por tu culpa es que Jessica está así? ¿Te das cuenta de lo imprudente que fuiste al manejar? Ocasionaste un accidente y ahora una persona se encuentra herida y a horas de ser operada. Los hombres que no saben estar al volante no deberían tener licencia de conducir. Voy a demandarte por lo que le hiciste a mi amiga. Quien sabe a qué velocidad ibas y lograste todo esto tan deliberadamente —después de desahogar todo el enojo con Noah, Elizabeth siente sus mejillas calientes y unas ganas de golpear al hombre que tenía enfrente.

—Quien en su sano juicio... —antes de poder defenderse, el celular de Noah suena nuevamente. Mira a Elizabeth tan cabreado, por todo lo que le dijo y se marcha de la habitación, para atender la llamada.

Quería respuestas del accidente y solo obtenía acusaciones de una mujer loca, que lo quería demandar por algo que él no había hecho.

Llamada telefónica:

—Dime que tienes respuestas positivas, Sebastian. Estoy muy cabreado ahora mismo y lo menos que quiero es escuchar excusas por tu parte —amenaza a su guardaespaldas, cuando atiende la llamada.

—Lamento ser bastante inútil en estos momentos, señor O'Brien, pero he podido resolver una de las dos cosas que me ha pedido. El accidente que tuvo esta tarde, fue premeditado. Alguien lo ocasionó, para que usted saliera herido o muerto.

La respuesta de Sebastian, lo dejó pensativo. Noah era un hombre de negocios, pero no creía tener enemigos. Su empresa era bastante estable y había vivido bajo perfil después de la muerte de su esposa hace unos años. Tenía guardaespaldas porque era un alto empresario en el país, pero fuera de los trajes y números, podría pasar por ser solo un ciudadano más.

—¿Tienes a la persona que ocasionó el accidente? Quiero respuestas concretas, Sebastian. No tengo tiempo para esto. ¿Conseguiste a la niñera para Damian? —la preocupación invadió el cuerpo de Noah, al saber que su hijo no tendría quien lo cuidara estos días. No porque él no pudiera hacerse cargo, más que todo era porque su hijo era muy cohibido con los extraños y apenas se estaba empezando a comunicar con Jessica.

—Lo siento, señor O'Brien, por ahora se sigue investigando la situación, pero debe tener cuidado. El accidente fue causado por alguien, pero no tenemos un rostro al cual podamos acusar. Con respecto a la niñera, unas horas es muy poco tiempo para poner el anuncio e investigar sus antecedentes. Necesito una semana como mínimo para dar con la persona correcta —su guardaespaldas era sincero en lo que le decía, a pesar de tenerle mucho respeto a su jefe.

—Necesito soluciones, Sebastian. No más problemas. Tienes hasta mañana a primera hora para conseguir a la niñera. Buenas noches —terminó la llamada y se pasó la mano por su rostro. 

Las cosas se ponían difíciles cuando se trataba de Damian. Él necesitaba sacar a su hijo de ese mundo tan cerrado y hacerlo jugar con los niños. Suspiró al ver la foto de su pequeño en su celular. Era tan parecido a él en lo desconfiado y lamentaba tanto que sufriera un dolor tan grande, siendo tan pequeño. Ahora la seguridad de ellos corría peligro y tenía que dar con la persona que le quería hacer daño. 

De regreso a la habitación de Jessica, recuerda a la loca que se encontraba con ella y se sorprende, al escuchar un poco de lo que estaban hablando.

—Por el amor de Dios, Elizabeth, las cosas mejorarán en los próximos días. Solo tenemos que esperar un poco más. Tal vez te llamen de otro trabajo y te contraten esta vez. No todo puede ser malo. Intenta confiar en el proceso.

—Jessica, tendrás una cirugía en unas horas, tus padres están por venir y yo estoy viviendo en tu casa sin aportar nada. Te juro que me siento muy avergonzada por todo esto y sabes perfectamente, que no tendré esa llamada y si la tengo, me rechazarán, como las otras quince veces que lo hicieron —la preocupación de la loca que lo había acusado hace un rato, lo hizo sonreír. Lamentaba la situación económica por la cual se encontraba, pero él había conseguido lo que estaba buscando.

Noah entra a la habitación nuevamente, y sorprende a Elizabeth, que lo mira con malos ojos. Le pareció gracioso que ella lo acusara con tanta facilidad, cuando él era la persona más cuidadosa al conducir. De hecho, él odiaba tener que hacerlo y una de las razones por las que tenía un guardaespaldas, era para que lo hiciera por él.

—Sin querer he escuchado su conversación y quisiera hacerte una propuesta, Elizabeth. Será algo que no podrás rechazar —ella alzó una ceja y lo miró fijamente, con sus brazos cruzados.

Noah ladeó la cabeza al verla a la defensiva, pero sabía que ambos se necesitaban en estos momentos y no podía dejarlo pasar. 

Ella necesitaba el dinero y él necesitaba una niñera.

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