Una de las noches más largas había tenido Elizabeth, no solo por la cirugía de su mejor amiga, también por la decisión de tomar el empleo que el jefe de Jessica, le había ofrecido. El miedo pasaba a segundo plano, cuando la necesidad le estaba respirando en la nuca. La dirección de la compañía en la que trabajaba Noah, estaba ubicada en una de las mejores zonas de Londres. Justo ahí, ella se dio cuenta de lo imponente que sería ese nuevo trabajo.
Jessica le había dado algunas indicaciones de como llegar al lugar, ya que, era una zona que ni ella, ni su exnovio que era rico, o eso es lo que él creía, hubiesen podido pisar. Después de tomar una gran bocanada de aire y armarse de valor, decidida, lee una vez más el nombre de la empresa y entra en busca de Noah.
Cars Technology, era una de las compañías más importantes de Europa. Eran los principales creadores de los autos que se manejan solos. Muchas veces, su antiguo jefe quiso intentar ponerse en contacto con el presidente de la empresa, pero siempre fue rechazado porque no tenían la posición adecuada para poder entablar una relación laboral financiera.
Por supuesto que Elizabeth tenía miedo, sus manos sudaban y el corazón le palpitaba con rapidez, como el día anterior, cuando Noah le había ofrecido el trabajo. Ella necesitaba el dinero y era lo único que su mente repetía una y otra vez. Una amable secretaria la llevó a la oficina de Noah, cuando ella llegó al último piso. Por primera vez no la miraron mal y sí, él la estaba esperando.
Tres toques en la puerta y una respuesta de una voz gruesa, le indicaron que podían pasar.
—Me alegra verte en la mañana de hoy —Noah señalaba el asiento frente a su escritorio. La secretaria se retira después de servirles jugo y Elizabeth solo podía intentar mantener sus nervios calmados.
—Lamento la demora, pero he venido debido a la propuesta de ayer. Lo he pensado un poco mejor y he decido tomar el trabajo como niñera —ella fue directo al grano, él escuchaba atentamente las palabras de Elizabeth. Noah no era un hombre que sonriera frente a otras personas que no fuera su hijo, pero le alegraba saber que ella estaba aceptando ser la niñera.
—Algo me decía que te vería aquí el día de hoy. El contrato está hecho y ha sido elaborado por mi abogado. Necesito tu documento de identificación para agregarlo y poder imprimirlo. De esa manera tendrá validez y podrás firmarlo —el cuerpo de Elizabeth se tensó, con solo escuchar lo que Noah le pedía, si ella entregaba ese documento y la buscaban por el sistema, saldría su nombre y la nota de su antigua empresa en donde había sido despedida por robar dinero.
Ella, guardando la calma, le da una sonrisa forzada para empezar a mentir.
Aparentemente, ahora, ese también sería su nuevo trabajo.
—No fui anoche a casa y lo he olvidado. Normalmente es Jessica la que se encarga de conseguir las cosas cuando las paso por alto, pero puedo ir ahora mismo a casa y buscarla. Está algo lejos, así que solo debe esperar un poco. De verdad, lo siento mucho... —ella esperaba que Noah creyera en sus palabras, sabía perfectamente la urgencia del hombre que tenía enfrente y jugaba con sus dedos mientras esperaba una respuesta. Rogaba a los cielos que, por primera vez, alguien confiara en lo que decía.
Aunque esta vez fuera una mentira.
—Bueno, no se puede hacer nada. Solo quería anotar tu nombre y apellido en el documento. Solo dímelos y así poder imprimir esto para que lo firmes —él la miró fijamente y no notó nada extraño en ella. Parecía completamente diferente a la loca que lo había enfrentado en el hospital el día anterior.
—Elizabeth Miller —no podía cambiar su nombre porque Jessica ya los había presentado, pero por lo menos, su apellido no lo diría. Solo esperaba que nadie la reconociera cuando la vieran y aunque no era famosa, con solo mencionarla sabrían la historia.
—Vale, entonces eso sería todo —lo vio teclear en su laptop y la impresora empezó a sonar, él se levantó a tomar los papeles y después de revisar una vez más, se los entregó.
—Me da un poco de vergüenza, pero para aceptar completamente el trabajo, ¿podría recibir el salario de mi primer mes? —tragó grueso después de hacer esa solicitud y aunque no esperaba que él aceptara, igualmente lo hizo.
—No veo problema. Le diré a mi secretaria que le dé un cheque con su salario. Ya después las transferencias las recibirás de mi cuenta personal. Como ya está todo en orden, hoy empiezas a trabajar como niñera. Se te dará un documento con toda la información de mi hijo. Debes estar muy alerta con sus alergias y gustos. Hoy iremos juntos a buscar a Damian al colegio. Te enseñaré el camino, para que después vayas tú sola —le informaba, mientras Elizabeth firmaba el contrato.
—Vale, agregaré el camino a mi GPS —cuando ella alzó la vista, sintió un poco de temor, al verlo a los ojos.
Ya no había vuelta atrás.
—Elizabeth, una cosa más. Mi hijo tiene cinco años, pero no es tonto. Así que, si llego a escuchar a Damian quejarse de ti, hasta ese día trabajas para nosotros. ¿Entendiste? —no quería causarle miedo a la nueva niñera, pero era necesario que supiera que lo único importante para él, era su hijo.
Elizabeth asintió y tragó grueso... solo serían unos meses.
***
Noah hizo que Elizabeth esperara hasta la hora de salida de Damian. Ella, desde el momento que firmó el contrato, se convirtió en propiedad de su hijo. Viviría por él y su seguridad sería primordial. Muchas veces se recriminaba por ser tan extremista, pero es que no había nadie más valioso que su hijo. Era pasado el mediodía y ya los dos estaban esperando a que la maestra saliera con el pequeño. El camino hacia el colegio fue bastante silencioso, Elizabeth se la pasó leyendo el documento con la información de Damian y por un momento se preguntó, cuándo podría ir a buscar su ropa.
—¡Papi, viniste! —Damian salió corriendo a abrazar a su padre, ya se había acostumbrado a verlo algunas veces en el día para comer juntos.
—Sí, campeón. Hoy almorzaremos en casa —Noah se agachó para recibir el abrazo de su hijo. El pequeño vio a la rubia parada al lado de su padre y rápidamente supo lo que ocurría.
—No la quiero. Ella es fea. ¡Quiero a Jess! —su mini jefe, la había rechazado. Noah se giró a ver a Elizabeth, que tenía cara de sorpresa por lo que su hijo había dicho. En ese momento él quiso reírse, pero se aguantó y se puso de pie.
—Jessica está enferma, Damian. Ahora Elizabeth estará cuidando de ti, hasta que se mejore —y como si eso hubiese sido un detonante, su pequeño hijo rompió en llanto, en todo el camino para subir al auto.
Elizabeth se sintió un poco mal por lo sucedido y vio como Noah se había incomodado, ella se sentó al lado de Damian y el musculoso padre, empezó a conducir para ir a casa. No tenía mucha experiencia cuidando niños, además de la de su hermana, cosa que tampoco fue una tarea fácil. Ella solo podía mirar al pequeño que le salían grandes lágrimas mientras hacía pucheros. Le pareció un niño adorable y sí, llorón igual que su hermana. Por esa razón, decidió ganarse su confianza.
—¿Quieres que veamos cuántos autos de colores hay en la autopista? Oh, ya empezamos... Hmm, ese color creo que es verde —era el juego favorito de su hermana, y por lo menos intentaría hacerlo sentir bien.
Elizabeth no quería seguir viéndolo llorar.
—Ese no es verde, era rojo —respondió el pequeño, dejando de llorar. Ella sintió alivio al verlo calmado y escuchó el carraspeo de Noah al volante.
Lo había logrado y estaba feliz que esa equivocación de colores, lo hiciera estar tranquilo. Media hora después, mansiones que jamás en su vida pensó que podría ver, empezaron a aparecer frente a sus ojos. Kensington era el barrio más lujoso de todo Londres. Las mansiones parecían palacios con hectáreas muy grandes. Elizabeth sabía que Noah era una persona con dinero, pero esto le demostraba que ese hombre era muy rico.
—Hemos llegado a casa —les informa Noah, cuando le abre la puerta a Damian, el pequeño le da una mirada brillosa a Elizabeth, se baja del auto sin dirigirle la palabra y se va corriendo.
—Voy a tener que anotar en mi GPS este lugar también. ¿Puedo ir a mi casa a buscar mis cosas? No sabía que empezaría a trabajar y no tengo nada aquí conmigo —Noah se detiene y mira a la chica, era verdad. Aquí solo estaba preparada la habitación que ella usaría, pero eso sería todo.
—Bien, pero no te demores porque tengo que volver al trabajo. Gabriella es el ama de llaves. Cuando regreses pregunta por ella para que te dé tu almuerzo —dice y termina de entrar a su casa.
Elizabeth miró todo a su alrededor y le pareció un sueño. Podría decirse que es la cenicienta del palacio. No logra ver a los vecinos porque hay un jardín tan enorme, que le tomaría una hora si caminara hasta la entrada. Suspiró y después de recordar el brillo de los ojos en Damian, supo que había sido un éxito, su intento de hacerlo divertirse o llorar menos.
Pensó que fue algo pequeño, pero significativo, y se dio cuenta de lo mucho que se parecía a su padre. Ninguno de los dos mostraba sus verdaderos sentimientos.
Después de mucho tiempo, no fue una mala mañana.
Comer con Damian, era la actividad favorita de Noah, debido al incremento de trabajo de los últimos meses, no podía estar con su hijo cómo le gustaría. Las personas que trabajaban en la mansión eran de su completa confianza. Habían pasado una exhaustiva investigación, antes de poder acercarse a su hijo y por esa razón, podía estar tranquilo.—Papá volverá pronto, campeón. Juega un poco con Gabriella mientras no estoy y conoce a la nueva niñera —aunque esas fueron las últimas palabras dichas por Noah, antes de salir de casa, su hijo solo lo ignoro.Ser padre soltero tampoco era una tarea sencilla, las noches sin dormir, el trabajo, los llantos sin explicación o simplemente no tener idea de lo que le pasaba a su hijo, eran cosas del día a día para él. Noah quería que su hijo volviera a ser un niño feliz.—Señor O'Brien, su guardaespaldas se encuentra esperándolo en su oficina —le informa la secretaría, entregándole un vaso de jugo. Noah, desde que tenía un hijo, había cambiado sus gust
Elizabeth, después del día tan complicado que tuvo, no pudo dormirse con facilidad. Repasó todo lo que había sucedido y trataría de no volver a repetirlo. Tenía miedo de perder su empleo porque ahora era el único sustento que tenía para ella y su familia. Se imaginaba que su mejor amiga había salido bien en la cirugía porque no tenía noticias de ella. Iría el fin de semana a verla y desahogarse de todo lo ocurrido estos días.No era una persona malagradecida y mucho menos en estos tiempos de necesidad, tampoco era de quejarse o ventilar sus problemas, pero a veces, solo quería descansar.«Mírate esas ojeras, Elizabeth. No parecen cosas tuyas», se dijo al verse al espejo de su polvo. Una mala noche le iba a pasar factura por el resto de la mañana.—¿Regresará a casa conmigo, señorita? Debo ir por unas cosas al mercado. Puede esperarme aquí o, vamos juntos y hacemos las compras —la voz del chófer, la saca de sus pensamientos.Ella sonríe porque no quería hacerlo perder el tiempo.—Por f
Noah no sabía qué hacer ante las lágrimas de Elizabeth, no esperaba que ella actuara así. Se sentía impotente por no poder ayudarla a que se detuviera. Ella se veía tan frágil y delicada, parecía como si en serio le doliera todo. Noah pensó que tal vez fueron sus palabras, pero la manera en la que se encontraba ahora mismo, frente a sus ojos, podría suponer que era solo una pequeña niña asustada.Los empleados miraron a Noah con rostros de decepción y molestia. Estaban enojados por la manera en la que había tratado a la pobre niñera. La señora Gabriella siempre había defendido a su muchacho, pero esta vez, él se había pasado de la línea. No había dejado que Elizabeth pudiera hablar. Nadie sabía nada, pero él fue el único en decir una barbaridad tras otra. —Elizabeth, lo siento. No debí hablarte de esa manera, pero es que estaba preocupado. No conoces estas zonas y nadie tiene cómo dar contigo. No tenemos tu número de celular y mucho menos sabemos en dónde buscarte —él estaba parado l
Noah se acercó con rapidez al verla lastimada. Damian seguía hablando con su niñera hasta que vio que su padre se paró frente a ellos. El niño se bajó de las piernas de Elizabeth y fue a abrazar a Noah. Para nadie era un secreto que tal vez él ya estaba enojado y por esa razón, Gabriella y el chófer que los había traído, abandonaron el pasillo, pero la verdad, es que en ese momento, él no sentía algo más que solo alivio.La mansión de Noah era un lugar muy grande. Pasillos amplios, espacios que no usaba y siete habitaciones, además del sitio de los empleados. Todo era minimalista, aunque eso a él no le importaba. El diseñador de interiores le recomendó lo más chic para su casa. No entendía a qué se refería en ese entonces, pero ahora estaba agradecido de que su pasillo tuviera esa silla en donde estaba Elizabeth sentada.—¿Qué te ha pasado? ¿Estás herida en otra parte? —preguntó, recibiendo a Damian en sus brazos para cargarlo.—Bueno, esto es un poco vergonzoso, pero me ha ocurrido a
Elizabeth no podía creer que Noah la estuviera invitando a salir, de hecho, le parecía imposible que su jefe lo hiciera. No había nada impresionante en ella como para querer compartir un minuto de su ocupado tiempo con alguien tan sencilla. Sí, era por agradecimiento, pero normalmente, las personas le huían por ser tan aburrida. Nunca comprendió que fue lo que Alexis vio en ella. Elizabeth nunca se consideró una mujer fea. Era una rubia bastante guapa, pero tampoco entendía por qué las personas se alejaban.Ella era feliz estando con alguien o sola. Su única amiga en la ciudad era Jessica y fue la típica relación de una extrovertida, convirtiéndose en amiga de una persona introvertida. No recuerda cómo sucedió, pero un día amanecieron siendo amigas y jamás volvieron a separarse.Durante toda la noche pensó que su jefe debía estar muy agradecido por salvar a Damian, y por esa razón, también le sonrió. Era bastante difícil descifrar a una persona que tenía una máscara de hielo. El día d
Elizabeth y Noah disfrutaron de una cena tranquila sin mucho drama. Se dieron cuenta de que ambos tenían mucho en común. Al parecer, la muerte de la señora de la casa, lo había afectado tanto, que no podía aceptar a nadie en su vida, sin antes haber investigado hasta lo más mínimo. Elizabeth desconocía las razones de que él fuera de esa manera. Solo creyó que ese hombre era muy protector con su familia. Tenían los mismos gustos en comida y música. También eran personas que les gustaba estar en casa y disfrutar de los pequeños detalles.Elizabeth se sintió intrigada al ver lo suelto que era su jefe. En ningún momento le pareció mal hombre y las palabras que le había dicho la noche anterior, no dejaban de hacerle ruido en su mente.«¿Qué pasaría si Noah se hiciera su enemigo?», pensaba, mientras se terminaba de peinar.Ella sabía que él tenía dinero y poder. Más no sabía que tanto y mucho menos que podía hacerle. Tenía miedo, por supuesto que sí. Elizabeth le había mentido y si él consi
Elizabeth tuvo que hacer de tripas corazón y escuchar a su amiga enamorada. Sentía vergüenza por lo que le estaba confesando. Jamás se imaginó que, precisamente ella, fuera la que hablara sobre amor. Jessica siempre comentó que Noah era un ser despreciable y justo antes de la operación dijo lo mismo. Nunca hubo palabras bonitas para ese hombre, así que le resultaba un poco extraña la situación ahora.—No sé, pero siento que él cambió de actitud después del accidente. Me escribe y me pregunta cómo estoy. Está pendiente de mis padres y siempre envía a Sebastian a traernos comida. Esos pequeños detalles marcaron la diferencia y se instalaron en mi corazón —su voz era melosa y aunque Elizabeth quería estar feliz por ella, no podía.—Sabes que eso puede ser admiración. Normalmente, cuando un policía, militar, médico o bombero rescata a alguien, la persona siente que lo ama, pero realmente es gratitud. Tal vez lo que sientes por él sea eso —su amiga la miró, pero no le importó lo que dijo.
Noah sentía como su corazón se desgarraba ante ese acto cruel de Elizabeth. Esa extraña mujer abrazaba a su hijo con ternura y secaba sus lágrimas con pequeños murmullos reconfortantes.¿En qué momento él se había convertido en un mal padre?Sus ojos no paraban de ver esa escena sacada de la mejor película dramática que pudo haber imaginado. Su hijo, su pequeño Damian, era consolado en otros brazos que no eran los suyos. No estaba enojado, estaba herido y se sentía traicionado.«Tu propia sangre es quien te lastima», recordó esa frase de una película de vaqueros que vio hace unas semanas. El padre fue entregado a la policía por su propia familia.Elizabeth vendría siendo la DEA. Así de cruel y así de injusta. Miró, como una sonrisa, se empezó a dibujar en el rostro de la rubia y se dio cuenta, de lo mucho que esa mujer estaba disfrutando su agonía. Agradecía que durante todo el camino a la mansión, Damian estuvo tranquilo y hablando con ella. Después de todo, él no quería ver a su hij