CAPÍTULO 2: CAUTIVA

CAPÍTULO 2: CAUTIVA

Akira tembló ante su presencia, imponente, dominante y oscura. Aquel lobo era el hombre más grande que ella había visto. Tenía el pecho descubierto así que podía ver perfectamente sus abdominales marcados y bronceados, Su rostro estaba cubierto por una gruesa barba, llevaba el cabello atado en una coleta y sus ojos rojos eran como la misma sangre.

Podía olfatear el aroma a muerto fresco de los cinco cazadores. Akira pensó que ese lobo debía ser un Alfa formidable.

—¡Responde! ¿Quién eres? ¿Acaso eres tonta o no detectaste la trampa a kilómetros? —cuestiona.

Enseguida se dio cuenta de que estaba en un aprieto, pues no había forma de que le respondiese, la desterraron sin su cuaderno y ahí no había nada con lo que pudiese escribir.

Sus ojos se llenaron de pánico, negó con la cabeza y le hizo señas para que entendiese que no podía hablar, pero ese Alfa no le entendió.

—¿Te crees muy lista, eh? Si eres una espía de los humanos, te llevaré conmigo hasta que hables.

Akira negó con la cabeza, ¿una espía de los humanos? Ese hombre debía estar paranoico, porque no hay forma de que un lobo se alíe con los cazadores.

De pronto el Alfa la tomó de la cintura y la cargó en su hombro cual costal. Akira intentó patalear, pero la fuerza de ese hombre era mil veces superior a la suya. El aroma a sudor y tierra se mezcló en sus fosas nasales, no pudo evitar pensar que aquel lobo le atraía de una forma extraña que no sabía explicar.

Cuando llegó al lugar se dio cuenta de que no era simplemente un asentamiento de lobos; era una fortaleza imponente, construida en piedra y hierro, con guardias apostados en cada esquina.

—Bienvenido príncipe Alfa Thane —saludó un guardia.

Akira sintió un escalofrío ese hombre lobo no era un Alfa cualquiera, era el mismísimo príncipe de los lobos. Sintió que el pánico la invadía, pero al mismo tiempo, no pudo haberse topado con alguien mejor. Su hermana había sido llevada a ese mismo lugar y ahora, el príncipe la traía a ella.

—Llévense a esta a una celda, no quiere hablar, pero pronto haré que lo haga.

—Como ordene, majestad.

La dejaron caer bruscamente en una celda fría y húmeda, con paredes de piedra y barrotes de hierro que parecían inquebrantables. Akira se levantó del suelo, observando su entorno con creciente desesperación. Necesitaba comunicarse, pero ¿cómo? Sin su cuaderno, se sentía impotente, aislada en un mundo donde la palabra hablada era crucial.

De repente, sus ojos se posaron en una pequeña roca afilada. La tomó con rapidez, se arrodilló en el suelo y comenzó a escribir en el polvo y la tierra su mensaje: "No puedo hablar, soy muda." Satisfecha con su trabajo, se retiró a un rincón de la celda, esperando la llegada del príncipe.

Thane llegó poco después, su presencia llenaba el espacio con una intensidad que le ponía los pelos de punta. Entró en la celda con una mirada inquisitiva, observando a Akira desde arriba con una mezcla de curiosidad y desdén. Sin prestar atención, caminó directamente sobre el mensaje que ella había escrito, borrándolo casi por completo. Akira, desesperada, se lanzó hacia adelante, lo empujó con todas sus fuerzas para evitar que destruyera su única oportunidad de comunicarse.

«No, no borres el mensaje», pensó desesperada, «Por favor, lee lo que he escrito, por favor», suplicó, aunque nadie podía oír sus pensamientos, ella hubiese deseado que eso sea posible.

—¡¿Qué caraj0s…?! —bramó.

El príncipe se detuvo en seco, una furia oscura cruzó su rostro por el atrevimiento de la Omega. Alzó la mano, dispuesto a golpearla, pero se detuvo al ver la angustia en sus ojos y las rápidas señas que hacía con sus manos. Sin comprender del todo, la observó mientras ella, frenética, volvía a escribir en el suelo con la roca:

"Soy muda."

Thane frunció el ceño, su mirada se suavizó ligeramente mientras procesaba la información. Agarró a Akira por el cabello, obligándola a mirarlo a los ojos. En ese momento, notó algo que lo desconcertó: sus ojos grises, profundos y etéreos, le recordaban a la luna llena. Nunca había visto unos ojos así; había algo sobrenatural en ellos.

Con una sonrisa maliciosa, el príncipe Thane susurró:

—Qué interesante... Una Omega muda con ojos de luna. Tal vez tengas más talentos ocultos de los que aparentas. —La soltó con brusquedad y ordenó a los guardias—. Llévenla a bañarse y que le den ropa limpia. Podría tener algún uso para nosotros, incluso si es solo como esclava.

Los guardias obedecieron, llevando a Akira fuera de la celda. Ella, aun temblando, se preguntó qué destino le aguardaba en este lugar extraño y peligroso. Sin embargo, la chispa de curiosidad que había sentido hacia Thane no se apagó; se sentía atraída por su aura dominante y su misterio, pero al mismo tiempo solo podía pensar en una cosa. Ahora que estaba en el palacio podría descubrir qué pasó en realidad con su hermana, y de ser necesario, vengarse.

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